[FONT=Verdana, Arial, Helvetica]En 1968 se matricula en Granada para estudiar Filología y se encuentra en una encrucijada, más bien en un yunque, en el que se forjaría buena parte de su futuro. Es el estallido de la generación del 68, del mayo francés, de "la protesta estéril" como le llamaron otros. Como en muchas otras ciudades, en Granada los estudiantes producen revueltas. Franco decreta el estado de excepción. Joaquín ve que la cosa se pone seria y regresa a Úbeda donde cree que estará más seguro junto a su padre que es inspector de la Brigada Político-Social, nada menos.
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[FONT=Verdana, Arial, Helvetica]Pero la bien engrasada maquinaria policial contactó con el inspector Martínez reclamando en Granada la presencia de su hijo. Joaquín recuerda con admiración cómo su padre cumplió perfectamente en su doble papel: como policía lo acompañó a Granada para que fuera interrogado, y como padre no rechistó en todo el viaje sobre la ideas políticas de su hijo. Al regresar a su pueblo, Joaquín se llevaba con él la pena de tres meses de destierro.[/FONT]
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[FONT=Verdana, Arial, Helvetica]Si alguien piensa que esto le sirvió de escarmiento a Sabina, se equivoca del todo. Su comportamientos contestatarios subieron de tono y pasaron de castaño a oscuro. En 1970, al tiempo que su pluma colabora en la revista Poesía 70, junto con Luis Eduardo Aute y Carlos Cano entre otros, también emplea instrumentos más agresivos y peligrosos que la palabra para dejar constancia de sus puntos de vista. La repulsa por el proceso de Burgos la expresa participando, con un grupo de amigos, en el lanzamiento de un cóctel molotov contra una oficina del Banco de Bilbao en Granada. [/FONT]