LeChuck
Freak total
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Hilo-pasatiempo de fin de semana, en previsión de la llegada del millonésimo fracachat.
Andaba pensando cuáles habrán sido los grandes destellos de gozo en la inmensa charca de mierda que ha sido mi vida hasta este punto. Los logros y las alegrías.
Sin entrar en detalles concretos, y dejando el manido sexo a un lado, me vienen a la memoria como grandes momentos de felicidad efímera aquellas ocasiones en las que aprobé exámenes que requirieron gran dedicación y me tuvieron con los cojones en un puño, a veces durante semanas, hasta el día en que conocí los resultados.
De mis años como estudiante seguramente fueron aquellos exámenes que me permitieron pasar de curso o dar por terminada la FP de turno. Pero por encima de todo recuerdo mi felicidad contenida al acceder a la web que anunciaba las notas de los exámenes de inglés de Cambridge. Esos títulos inútiles por los que hay que pagar un buen puñado de euros (solo para poder hacer el examen) y que se supone que valen para legitimar que sabes inglés. En el nivel C1 creo que aprueban menos del 30% de candidatos. La verdad que no me acuerdo, pero por ahí anda.
Después de meses de estudio, de soltar los billetes, de los nervios y de la prueba de resistencia agotadora que es el examen en sí, aprobar era como "yipiii", y al cabo de una hora ya se me había esfumado el contento y no quedaba más que esperar a recibir el papelote para guardarlo en un cajón.
En ocasiones que se cuentan con una mano, el final del curso académico. Habiendo dejado todo aprobado, y la previsión de un largo verano tocándome los cojones, quedé imbuido de una paz interior y de un contento sereno que no he vuelto a experimentar desde los 17 o 18 años. La ausencia total de obligaciones y del estrés del estudiante. Añoro aquellos días de paz de espíritu como si se hubiese tratado de un amor adolescente de verano.
También recuerdo momentos de éxtasis cuando siendo más joven salía de casa pronto por la mañana en dirección a la estación de autobuses para comenzar un par de semanas o tres de mochileo solitario por Europa. En ese momento no había otra cosa frente a mí que libertad, y todo lo que no fuese yo y mi viaje podía esperar a mí regreso.
O aquel día que dejé un trabajo de mierda con un jefe tóxico y cabrón que me pagaba una mierda, y según salí por la puerta de buena mañana llamé a mis colegas y nos fuimos a comprar entradas para un festival de rock.
Al final parece, leyéndome, que mis momentos de mayor alegría no fueron por felicidad sino por ausencia de problemas y preocupaciones.
Y eso es todo. La verdad es que vaya mierda.
Y vosotros qué.
Andaba pensando cuáles habrán sido los grandes destellos de gozo en la inmensa charca de mierda que ha sido mi vida hasta este punto. Los logros y las alegrías.
Sin entrar en detalles concretos, y dejando el manido sexo a un lado, me vienen a la memoria como grandes momentos de felicidad efímera aquellas ocasiones en las que aprobé exámenes que requirieron gran dedicación y me tuvieron con los cojones en un puño, a veces durante semanas, hasta el día en que conocí los resultados.
De mis años como estudiante seguramente fueron aquellos exámenes que me permitieron pasar de curso o dar por terminada la FP de turno. Pero por encima de todo recuerdo mi felicidad contenida al acceder a la web que anunciaba las notas de los exámenes de inglés de Cambridge. Esos títulos inútiles por los que hay que pagar un buen puñado de euros (solo para poder hacer el examen) y que se supone que valen para legitimar que sabes inglés. En el nivel C1 creo que aprueban menos del 30% de candidatos. La verdad que no me acuerdo, pero por ahí anda.
Después de meses de estudio, de soltar los billetes, de los nervios y de la prueba de resistencia agotadora que es el examen en sí, aprobar era como "yipiii", y al cabo de una hora ya se me había esfumado el contento y no quedaba más que esperar a recibir el papelote para guardarlo en un cajón.
En ocasiones que se cuentan con una mano, el final del curso académico. Habiendo dejado todo aprobado, y la previsión de un largo verano tocándome los cojones, quedé imbuido de una paz interior y de un contento sereno que no he vuelto a experimentar desde los 17 o 18 años. La ausencia total de obligaciones y del estrés del estudiante. Añoro aquellos días de paz de espíritu como si se hubiese tratado de un amor adolescente de verano.
También recuerdo momentos de éxtasis cuando siendo más joven salía de casa pronto por la mañana en dirección a la estación de autobuses para comenzar un par de semanas o tres de mochileo solitario por Europa. En ese momento no había otra cosa frente a mí que libertad, y todo lo que no fuese yo y mi viaje podía esperar a mí regreso.
O aquel día que dejé un trabajo de mierda con un jefe tóxico y cabrón que me pagaba una mierda, y según salí por la puerta de buena mañana llamé a mis colegas y nos fuimos a comprar entradas para un festival de rock.
Al final parece, leyéndome, que mis momentos de mayor alegría no fueron por felicidad sino por ausencia de problemas y preocupaciones.
Y eso es todo. La verdad es que vaya mierda.
Y vosotros qué.
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