cuellopavo
Frikazo
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La cumbre de líderes políticos de Europa y África es un buen escenario para que los buenistas de Europa alardeen ante el mundo de sus bondadosísimas intenciones. Allí se habla de condonar deudas que pagaremos entre todos y que volverán a contraer los líderes africanos corruptos, de financiar proyectos para el desarrollo, de destinar inversiones millonarias a mejoras sociales -sobre todo para la mujer africana, mujer sobre todo-, y de cualquier otra idea más de las que se les puede ocurrir a las delegaciones buenistas a bordo de los aviones que las trasladan a Lisboa.
Parches, vistosos parches destinados más que nada a ganar el corazón tierno de los votantes europeos, transidos de buenismo laico a falta de la vieja caridad cristiana, que ahora es cosa de fachas. Parches con letreros publicitarios a mayor gloria de los donantes, y que vienen a ser como aquellas miguitas de pan que caían de la mesa del rico Epulón y con las que se alimentaba el pobre y famélico y agradecido, a pesar del oprobio, Lázaro.
Mientras se alardea de caridad -solidaridad, en lenguaje laico- todos evitan poner y ni siquiera nombrar el cascabel que supondría el principio del fin de la secular pobreza africana, a saber: la supresión de los aranceles y, por tanto, la liberalización de las importaciones de productos africanos. Más baratos que los europeos, los productores africanos se beneficiarían del incremento de la demanda, y los europeos ahorraríamos en la compra de artículos cuya producción está incluso subvencionada.
Que se dejen ya de demagogia buenista y se liberalice de una vez la entrada en Europa de productos africanos. Claro que esto supondría que las naciones de África aprendieran a volar por sí mismas, y dejaríamos de tenerlas trincadas por los huevos de la subvención y la dependencia.
Parches, vistosos parches destinados más que nada a ganar el corazón tierno de los votantes europeos, transidos de buenismo laico a falta de la vieja caridad cristiana, que ahora es cosa de fachas. Parches con letreros publicitarios a mayor gloria de los donantes, y que vienen a ser como aquellas miguitas de pan que caían de la mesa del rico Epulón y con las que se alimentaba el pobre y famélico y agradecido, a pesar del oprobio, Lázaro.
Mientras se alardea de caridad -solidaridad, en lenguaje laico- todos evitan poner y ni siquiera nombrar el cascabel que supondría el principio del fin de la secular pobreza africana, a saber: la supresión de los aranceles y, por tanto, la liberalización de las importaciones de productos africanos. Más baratos que los europeos, los productores africanos se beneficiarían del incremento de la demanda, y los europeos ahorraríamos en la compra de artículos cuya producción está incluso subvencionada.
Que se dejen ya de demagogia buenista y se liberalice de una vez la entrada en Europa de productos africanos. Claro que esto supondría que las naciones de África aprendieran a volar por sí mismas, y dejaríamos de tenerlas trincadas por los huevos de la subvención y la dependencia.