saca-al-tarado
Clásico
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- 22 Mar 2006
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Abro hilo con este impagable testimonio del Sr. Inclito:
"Fuimos a su coche y se abrió de piernas. Su coño era la boca del infierno exhalando azufre y miasmas mortíferos. Una mezcla de orin, flujo vaginal coagulado y sudor resbalaba gelatinoso entre su abundante y desbaratado vello púbico. La visión de aquella aberración me hizo entrar en un estado de paroxismo irremediable y hundí gozoso mi boca en aquel hórrido coño como si estuviera cuajadito de pepitas de oro que debía recolectar con mi boca. Lamí, chupé, sorbi, devoré aquella cloaca hasta que se corrió ruidosa y guturalmente. Despues me la follé como si de aquel polvo dependira el último aliento vital que habia en el universo. Me folle aquel coño con furia, con odio, con desesperación. Aquel coño era la suma de todos los coño que me habían rechazado, de todos los coños que nunca tuve y que jamás me habia follado."
Este breve texto tuvo la virtud de hacer aflorar por un instante algunos de los fantasmas siniestros que tenía arrinconados en algún lugar de mi podrida mente. Recordé sensaciones casi ya olvidadas y me hizo plantearme proponer un nuevo tema en el que los foreros de cualquier sexo y tendencia evoquen algunas de las sensaciones más fuertes y perdurables (y por ello precisamente muchas veces barridas hacia el inconsciente) que les provocó en su momento la intimidad con alguien.
Y dada la naturaleza infecta de este bendito muladar a priori insto a quienes posteen para que no se centren en evocaciones poéticas de cuerpos fragantes y conversaciones de verbo dulce, no. Quisiera creer que aquí estamos hechos de una pasta más sólida que el común y que nunca transitamos por senderos cómodos sino que preferimos zarzas, charcos, pedregales y fango. Proporcionen deleite a sus lectores desgranando los detalles más sórdidos, evoquen para todos la sensación de aquel olor nauseabundo que se sentimos pegado a nosotros durante horas, vuelvan a experimentar la sensación de nausea, vuelvan a tener que frotar sus cuerpos una y otra vez con la esponja de esparto por sentirse profundamente sucios.
Comienzo modestamente, recordando aquel primer coño que comí, el de un ligue, novieta o como quiera llamarse. Aquella noche en la que decidió que por fin iba ceder al acoso constante de mi mirada sucia y me ofreció su vulva empapada por lo que ella sostenía convencida que era amor. La sensación de aquel instante fue, en breve resumen y si me permiten la analogía, como hundir mi rostro y lengua en un tibio cuenco de lleno babosas.
"Fuimos a su coche y se abrió de piernas. Su coño era la boca del infierno exhalando azufre y miasmas mortíferos. Una mezcla de orin, flujo vaginal coagulado y sudor resbalaba gelatinoso entre su abundante y desbaratado vello púbico. La visión de aquella aberración me hizo entrar en un estado de paroxismo irremediable y hundí gozoso mi boca en aquel hórrido coño como si estuviera cuajadito de pepitas de oro que debía recolectar con mi boca. Lamí, chupé, sorbi, devoré aquella cloaca hasta que se corrió ruidosa y guturalmente. Despues me la follé como si de aquel polvo dependira el último aliento vital que habia en el universo. Me folle aquel coño con furia, con odio, con desesperación. Aquel coño era la suma de todos los coño que me habían rechazado, de todos los coños que nunca tuve y que jamás me habia follado."
Este breve texto tuvo la virtud de hacer aflorar por un instante algunos de los fantasmas siniestros que tenía arrinconados en algún lugar de mi podrida mente. Recordé sensaciones casi ya olvidadas y me hizo plantearme proponer un nuevo tema en el que los foreros de cualquier sexo y tendencia evoquen algunas de las sensaciones más fuertes y perdurables (y por ello precisamente muchas veces barridas hacia el inconsciente) que les provocó en su momento la intimidad con alguien.
Y dada la naturaleza infecta de este bendito muladar a priori insto a quienes posteen para que no se centren en evocaciones poéticas de cuerpos fragantes y conversaciones de verbo dulce, no. Quisiera creer que aquí estamos hechos de una pasta más sólida que el común y que nunca transitamos por senderos cómodos sino que preferimos zarzas, charcos, pedregales y fango. Proporcionen deleite a sus lectores desgranando los detalles más sórdidos, evoquen para todos la sensación de aquel olor nauseabundo que se sentimos pegado a nosotros durante horas, vuelvan a experimentar la sensación de nausea, vuelvan a tener que frotar sus cuerpos una y otra vez con la esponja de esparto por sentirse profundamente sucios.
Comienzo modestamente, recordando aquel primer coño que comí, el de un ligue, novieta o como quiera llamarse. Aquella noche en la que decidió que por fin iba ceder al acoso constante de mi mirada sucia y me ofreció su vulva empapada por lo que ella sostenía convencida que era amor. La sensación de aquel instante fue, en breve resumen y si me permiten la analogía, como hundir mi rostro y lengua en un tibio cuenco de lleno babosas.