ZzZ
Asiduo
- Registro
- 15 Ago 2006
- Mensajes
- 643
- Reacciones
- 0
Esta tarde según salía de casa era feliz, todo lo feliz que puedo ser últimamente, me sentía lleno de fuerza y la brisa en mi rostro era de lo más agradable. Realmente no necesito nada más.
Bajo al andén de metro. Cuando éste llega lo hace rebosante, rebosante de... bueno, de seres de distinto pelaje.
Veamos, ¿en que puerta me apretujo? la elección no es fácil, y difícilmente será satisfactoria. Una gran mayoría de esa masa la componen panchitos de proporciones grotescas con gorras de béisbol, ropa de mercadillo y grado de limpieza general deplorable, muchos de ellos acompañados de su infecta progenie. Prosigamos, también tenemos bastantes niñatos clónicos con chandal, zapatillas nike, sellos de oro e ineludible mullet. Viejas también clónicas, éstas de pelo corto, rizado, teñido de rubio que han vuelto al capullo y de las que se ha esfumado cualquier rastro de belleza pasada (esto nunca deja de sorprenderme). Chandaleros varios, parejitas dándose el lote a centímetros de tu cara, gafapastas estilo guarro, gafapastas estilo pijo, lectores de los últimos bestsellers. Caras de cabreo, caras anodinas, miradas de desprecio, miradas de asco, miradas retadoras, miradas agresivas llenas de sorna acompañadas de una sonrisa más o menos perversa.
Creo que no hay ni uno sólo por el que no sienta desprecio, ni uno sólo que no me parezca gilipollas. No puedo luchar contra tanta sordidez y el asco ya me ha invadido definitivamente.
Esto no es sobre el metro empero, tampoco sobre los panchitos ni ninguna otra subespecie urbana, es algo así como una parábola de mi obsesión que me permite no tener que contar mi vida. Llevo años deseando, inútilmente me temo, encontrar razones para creer que la gente se parece a mi.
Bajo al andén de metro. Cuando éste llega lo hace rebosante, rebosante de... bueno, de seres de distinto pelaje.
Veamos, ¿en que puerta me apretujo? la elección no es fácil, y difícilmente será satisfactoria. Una gran mayoría de esa masa la componen panchitos de proporciones grotescas con gorras de béisbol, ropa de mercadillo y grado de limpieza general deplorable, muchos de ellos acompañados de su infecta progenie. Prosigamos, también tenemos bastantes niñatos clónicos con chandal, zapatillas nike, sellos de oro e ineludible mullet. Viejas también clónicas, éstas de pelo corto, rizado, teñido de rubio que han vuelto al capullo y de las que se ha esfumado cualquier rastro de belleza pasada (esto nunca deja de sorprenderme). Chandaleros varios, parejitas dándose el lote a centímetros de tu cara, gafapastas estilo guarro, gafapastas estilo pijo, lectores de los últimos bestsellers. Caras de cabreo, caras anodinas, miradas de desprecio, miradas de asco, miradas retadoras, miradas agresivas llenas de sorna acompañadas de una sonrisa más o menos perversa.
Creo que no hay ni uno sólo por el que no sienta desprecio, ni uno sólo que no me parezca gilipollas. No puedo luchar contra tanta sordidez y el asco ya me ha invadido definitivamente.
Esto no es sobre el metro empero, tampoco sobre los panchitos ni ninguna otra subespecie urbana, es algo así como una parábola de mi obsesión que me permite no tener que contar mi vida. Llevo años deseando, inútilmente me temo, encontrar razones para creer que la gente se parece a mi.