Uncle Meat
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- 10 Sep 2005
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Llevo bastante tiempo intentando abrir un hilo sobre este hombre pero siempre me ha frenado una cierta congoja, ya sea por el tiempo que me iba a llevar hacerlo como se merece o por no saber muy bien cómo enfocarlo. Al final me he decidido por abrir un hilo sencillo en el que colgar su música e ir dando algún que otro detalle relevante de su vida –la biografía está en miles de páginas de Internet-.
Empezaré por tratar el famoso mal carácter de Beethoven, algo que está indisolublemente ligado a su obra.
Beethoven nació en el seno de una familia de músicos modestos. Su padre, músico frustrado y alcohólico, le maltrató durante toda su infancia y adolescencia; quería que su hijo fuese otro Niño Mozart, así que le hizo la vida imposible –incluso le llegaba a despertar en mitad de la noche para ponerlo al piano-. Lo que siempre me ha extrañado más de este punto es el hecho de que el pequeño Ludwig no acabara aborreciendo por completo la música y todo lo que la rodea. Beethoven, desafiando por completo todas las teorías psicológicas que vendrían años después, se aferró a la música con toda su alma. Eso sí, terminó por odiar a su padre y, ya de paso, a todo lo que se pareciese a éste –la mayoría de los humanos-.
Su misantropía está más que documentada; “No escribo música para vosotros. Escribo música para el futuro”, declaró en más de una ocasión, asqueado de sus coetáneos -¿rumiaba ya Beethoven con algo parecido al superhombre nietzscheano?- Como corolario de todo esto, también fue un misógino recalcitrante. Se cuenta que, en su juventud, unos amigos le presentaron a una prostituta –ya que no solía relacionarse demasiado con el género femenino- y el músico, nada más verla, le arreó un puñetazo que la tumbó de espaldas.
Pero no se trataba de un odio visceral e irracional; el músico respetaba, y mucho, la faceta noble del ser humano. Aunque no precisamente ese tipo de nobleza otorgada por el simple hecho de nacer –aristocracia-, sino aquella que adquiere un hombre por su bondad, su honradez y sus logros. La anécdota siguiente ilustra a la perfección lo anterior; y dio bastante comidilla a la Viena de por aquel entonces:
Iban paseando Beethoven y su amigo/enemigo Goethe, cuando se toparon de frente con la caravana del Emperador. El escritor se paró a hacer reverencias a su Majestad mientras el músico siguió caminando con total indiferencia. Un grabado de aquel acontecimiento ha llegado hasta nosotros:
Se puede decir que Beethoven amaba tanto al ser humano, que le era imposible no despreciarlo por sus vicios y su ridiculez.
¿Y cómo un músico con semejante actitud pudo llegar a sobrevivir en aquellos tiempos?, se podría preguntar alguno. Pues porque era consciente de su enorme valía. Y los aristócratas se lo rifaban. Incluso hubo quien dijo haber visto a una condesa arrodillada frente a Beethoven, implorándole que le diese clases. Ludwig van Beethoven fue el primer músico independiente de la historia. Jamás dejó que nadie interfiriese en su trabajo.
Con el tiempo, y con el añadido de la sordera y de darle más de la cuenta al vino, su carácter se fue avinagrando cada vez más y sus excentricidades iban en aumento, hasta el punto de hacerse prácticamente imposible convivir con él. Las amistades le temían y cada vez le daban más de lado. Un sobrino, del que el músico se hizo cargo, terminó por pegarse un tiro en la cabeza –el muchacho sobrevivió al intento pero Beethoven quedó aún más tocado-. Vivía rodeado de mierda y de aparatejos que él mismo creaba para poder sentir las vibraciones del piano. El Barón de Tremont, allá por 1809, describía el hogar de Beethoven de la siguiente forma:
"Imagínense el lugar más sucio y desordenado que pueda concebirse: un viejo piano de cola, en el que el polvo pugnaba por hacerse sitio con diversas obras impresas y manuscritas; bajo el piano (no exagero) un orinal sin vaciar; a su lado, una pequeña mesa de nogal acostumbrada a que el secreter colocado encima estuviera frecuentemente vuelto del revés; un buen plumero de plumas recubiertas de tinta por lo que, comparadas con ellas, las proverbiales plumas de taberna parecerían relucientes; y más música... Las sillas, en su mayoría de mimbre, estaban cubiertas de platos que contenían los restos de la cena de la noche anterior y de ropas, etc.".
También se cuenta que, tras pasar varias horas ante el teclado, solía refrescarse las ideas introduciendo la cabeza en un cubo de agua.
En su etapa más hard, prácticamente ido, bebía como un salvaje e iba hecho un asco por las calles, canturreando y gesticulando como un poseso. La chiquillada vienesa solía burlarse de él, le zarandeaban y le tiraban de todo. Beethoven solía corresponderles a bastonazos.
Con todos estos precedentes, no creo que a nadie le pueda extrañar la inmensa soledad en que se vio inmerso el genio de Bonn; una soledad que fue una constante en toda su vida. Otra constante en su vida fue la incomprensión, aunque el tiempo se encargó de darle la razón. Y es que para hacer lo que hizo este hombre hay que sentir un gran desprecio hacia lo vulgar y corriente, tener un enorme desapego a la superficialidad de la mayoría de las conductas del ser humano, padecer un inmenso descontento con la vida y con el mundo y, a la vez, gozar de una titánica pasión por la creación y por hacer de este mundo un lugar más bello. Jamás se rindió; ni en sus últimos momentos entre los vivos. Ludwig van Beethoven fue un jodido héroe.
Normalmente se suele clasificar la obra de Beethoven en tres períodos –clásico, heroico y romántico-, pero esta clasificación, como no podía ser de otra forma, suele hacer aguas cuando se conoce y se compara bien la totalidad de su obra. Beethoven fue sólo uno; no tres. Personalmente creo que el germen, la genialidad, de su estilo puede encontrarse ya desde sus obras más tempranas. Y como muestra de esto tenemos la Opus 1, compuesta por tres tríos para piano, violín y violonchelo. Por ejemplo, a Haydn le gustaron los dos primeros tríos –que se puede decir que encajan perfectamente en el estilo clásico-, pero le horrorizó el tercero –que por aquel entonces era totalmente revolucionario y ya aventuraba que aquel muchacho no se iba a dejar llevar precisamente por la ortodoxia-. La enorme personalidad de Beethoven iba a reventar por completo todos los cánones y la forma de entender la música.
Para empezar, os dejo una selección de movimientos de algunas de sus obras para cuarteto de cuerdas. Algunos de estos cuartetos se distancian décadas en el tiempo, pero creo que todos tienen mucho en común.
Y ni que decir tiene que Beethoven ya habría pasado a la historia simplemente por sus avanzadísimos cuartetos; muchos de ellos, proféticos de la música que vendría en el siglo XX -y la que vendrá después-. No creo que exagere si digo que vienen a ser el finis terrae de la música de cámara.
Pero aún nos legó mucho más; esto es, como se suele decir, sólo la punta del iceberg.