¿Cometieron los aliados abusos contra sus prisioneros alemanes
tras la II Guerra Mundial, durante el proceso de desnazificación?
A continuación, el testimonio de un soldado Norteamericano que
estuvo destinado en Alemania como vigilante de dos campos de
concentración de prisioneros de la werhmacht en 1945 y 1946.
En todas las guerras se cometen excesos con los prisioneros, y se
acusa al enemigo de maltrato. Pero... ¿Como se llega a justificar
atrocidades contra aquellos a quienes se acusa de ser inhumanos?
- En los campos de muerte de Eisenhower
En octubre de 1944, a la edad de 18 años, me reclutaron en el
ejército de los Estados Unidos de Norteamérica. Todavía continuaba
la II Guerra Mundial.
En gran parte debido a la Batalla del Bulge, mi entrenamiento fue
corto y breve. Me licenciaron y enviaron a Europa inmediatamente.
A mi llegada a Le Havre, Francia, nos montaron rápidamente en
vehículos y fuimos enviados al frente. Cuando llegamos, comencé a
sufrir síntomas cada vez más severos de mononucleosis, y fui enviado
a un hospital en Bélgica. Como la mononucleosis entonces era
conocida como "enfermedad del beso," envié una carta de
agradecimiento a mi novia...
Cuando salí del hospital, el grupo con el que había entrenado en
Spartanburg, Carolina del Sur, ya estaban en el interior de Alemania,
así pues, a pesar de mis protestas, fui asignado a un depósito de
repuestos.
Perdí el contacto con las unidades en las que estuve, y ya no
las recuerdo: las unidades no-combatientes eran ridiculizadas
en aquella época. Mi expediente de baja indica que estaba con la
compañía C del 14º regimiento de infantería; mi estancia fue de
diecisiete meses en Alemania, pero recuerdo haber sido transferido
a otros batallones también.
A finales de Marzo o a principios de Abril de 1945, me asignaron
como guarda de un campo de prisioneros de guerra cerca de Andernach,
a orillas del Rin. Había estudiado alemán cuatro años en secundaria,
así que podía hablar con los presos, aunque esto nos estaba prohibido.
Gradualmente, sin embargo, me utilizaron como intérprete y me
pidieron que buscara miembros de las SS ( mas no encontré ninguno).
En Andernach cerca de 50.000 presos de todas las edades estaban
detenidos en un campo abierto rodeado por alambre de púas. Mantenían
a las mujeres, que no vi hasta más tarde, en un recinto separado. Los
hombres que guardé no tenían ningún abrigo y ninguna manta; muchos
no tenían donde cobijarse. Dormían en el fango, mojado y frío, con
fosos inadecuados para hacer sus necesidades. Era un lugar frío,
húmedo y su miseria, por la exposición a la intemperie, era evidente.
Mas alarmante era ver a los presos cortar malas hierbas y ponerlas en
una lata que contenía una sopa aguada. Me decían que hacían esto
para calmar sus dolores de hambre. Adelgazaban rápidamente.
La disentería hizo estragos, y pronto dormían en su propios excrementos,
demasiado débiles y hacinados para alcanzar los fosos sanitarios.
Muchos pedían alimento, se enfermaban y morían delante de nuestros
ojos. Nosotros teníamos alimentos y recursos de sobra, pero no hicimos
nada para ayudarles, incluso no les dimos ninguna ayuda médica.
Esto me pareció inaudito, eleve mis protestas a mis oficiales y fui
respondido con hostilidad o leve indiferencia. Cuando los presioné,
me explicaron que estaban bajo órdenes terminantes de "más arriba."
Ningún oficial se atrevería a hacerle esto a 50.000 hombres si él creía
que estaba "fuera de sus límites," y que lo dejaría expuesto a acusaciones.
Dándome cuenta que mis protestas eran inútiles, le pedí a un amigo que
trabajaba en la cocina si él podría pasarme un poco de alimento adicional
para los presos. Él dijo también que estaba bajo órdenes terminantes de
racionar considerablemente el alimento de los presos y que estas órdenes
venían de arriba. Pero me contó que teníamos muchos más víveres de los
que necesitábamos y que furtivamente me pasaría algo.
Cuando lancé este alimento a los presos sobre el alambre de púas, me
descubrieron y amenazaron con encarcelarme. Repetí la "ofensa" y
un oficial me amenazo con dispararme. Pensé que estaba faroleando,
hasta que descubrí a un capitán que estaba disparando a un grupo de
mujeres civiles alemanas con su pistola del 45, en una colina cerca del Rin.
Cuando le pregunté el porqué, él masculló, "práctica de tiro al blanco"
y continuo hasta vaciar su cargador. vi mujeres tratando de esconderse,
pero no podría decir si alguna había sido herida.
Así llegué a percatarme de que estaba tratando con asesinos de sangre
fría llenos de odio moralizador. Consideraban a los alemanes subhumanos
y dignos de extermino; otra expresión de la espiral descendiente del
racismo.
Los artículos en el periódico del ejército, Barras y Estrellas, mostraron
los campos de concentración alemanes repletos de fotos de cuerpos
desnutridos; esto espoleó nuestra crueldad e hizo más fácil imitar este
comportamiento, en vez de oponernos como supuestamente deberíamos.
También, pienso que los soldados que no fueron al combate intentaban
probar su hombría maltratando a los presos y a los civiles. Estos presos,
descubrí, eran sobre todo granjeros y trabajadores, por lo tanto simples
e ignorantes hombres como muchos soldados de nuestras propias tropas.
Con el paso del tiempo, muchos cayeron en un estado de un zombi, en
la apatía, mientras que otros intentaban escaparse de manera demencial
o suicida, corriendo a campo abierto a plena luz del día, hacia el Rin,
para apagar su sed. Eran barridos a balazos.
Algunos estaban tan ávidos de cigarrillos como de alimento; decían
que el fumar les aplacaba el hambre. Por consiguiente, los soldados
emprendedores "comerciantes yankees" adquirían montones de relojes
y de anillos a cambio de un puñados de cigarrillos o menos. Cuando
comencé a lanzar cartones de cigarrillos a los presos para arruinar
este comercio, los "comerciantes yankees" me amenazaron también.
El único momento brillante de este cuadro melancólico fue la noche
en que fui destacado a la guardia del cementerio de las 2 a 4 de la
madrugada. Había un cementerio al lado del campo, no muy lejos.
Mis superiores se habían olvidado de darme una linterna y no quería
incomodarles pidiendo una, porque a estas alturas estaban más
que enfadados con la situación.
Era una noche bastante clara y pronto vi un preso que se arrastraba
debajo de los alambres hacia el cementerio. Tenias ordenes de disparar
a los evadidos en cuanto los viese, así es que comencé a gritarle
pidiéndole que regresara. Noté repentinamente que otro preso se
arrastraba del cementerio de nuevo hacia el campo: arriesgaban sus
vidas para conseguir algo del cementerio; Tuve que ir investigar.
Cuando entre en este cementerio mohoso y sombrío, me sentí
totalmente vulnerable, pero de alguna manera la curiosidad me
mantuvo en movimiento. A pesar de mi precaución, me tropecé con las
piernas de alguien que estaba agachado. Moviendo mi rifle evité caer
intentando recuperar la calma; agradecí no haber disparado como
siguiente acto reflejo.
La figura se incorporó. Gradualmente, pude ver la cara hermosa, pero
aterrorizada, de una mujer con una cesta de comida. No se permitía a
los civiles alemanes alimentar a los presos, ni siquiera pasar cerca de
ellos, así que le tranquilicé rápidamente, diciéndole que yo aprobaba
lo que hacía, para no asustarla, y le dije que saldría del cementerio para
no interferir.
Hice esto inmediatamente, y me senté contra un árbol al borde del
cementerio, para ser discreto y no asustar a los presos. Entonces
imaginaba, como todavía lo hago ahora, cuan satisfactorio para los
presos debió resultar encontrarse con una hermosa mujer con una
cesta de comida, Nunca he olvidado de su cara. Eventualmente,
más reclusos se arrastraron de nuevo al cementerio. Llevaban
alimento a sus camaradas y yo admiraba su valor y entrega.
El 8 de Mayo, El día de la Victoria en Europa, decidí celebrarlo con
algunos presos que hornearían pan para los demás. Compartí el ambiente
jovial generado por la finalización de la guerra. Todos pensábamos
que estaríamos pronto en casa, en retrospectiva pienso que era una
esperanza patética para ellos.
Estábamos en lo que debía convertirse en la zona francesa, en donde
pronto seria testigo de la brutalidad de los soldados franceses cuando
les transferimos nuestros presos para sus campos de trabajos forzados.
Pero este día, sin embargo, estábamos felices.
Como gesto de amistad, vacié mi rifle y lo guarde en una esquina,
¡ incluso permití que lo cogieran cuando me lo pedían !
Esto rompió el hielo, y pronto irrumpimos en cantos que me enseñaron
o que había aprendido en alemán en la secundaria, como el titulado
"Du, du liegst mir im Herzen". En señal de gratitud, me hicieron al
horno un pequeño pan dulce especial, el único presente que podían
ofrecer. La puse en mi "chaqueta de Eisenhower" y regrese de nuevo a
mis cuarteles, comiéndolo cuando estaba solo. Nunca he probado pan
más delicioso, ni he tenido un sentimiento más profundo de comunión.
Poco tiempo después, los soldados franceses llevaron a su campo a
algunos de nuestros prisioneros mas débiles y enfermos. Íbamos en un
vehiculo detrás de su columna. El conductor iba tan impresionado
como yo (del lamentable estado de los presos).
Siempre que un preso alemán se retrasaba o caía, era golpeado con un
garrote en la cabeza, hasta matarlo. Los cuerpos los rodaban a la
orilla del camino para ser recogidos por otro vehiculo. Para muchos,
esta muerte rápida pudo haber sido preferible a la muerte lenta por
hambre en nuestros "campos de extermnio."
Cuando vi a las mujeres alemanas en un recinto separado, finalmente
pregunté porqué las teníamos presas. Me dijeron que eran vigilantes
de campos de concentración, seleccionadas como hembras reproductoras
por las SS para crear una super-raza aria. Hablé con algunas y debo decir
que nunca ví un grupo de mujeres más cultas y atractivas.
Ciertamente nunca pensé que mereciesen estar encarceladas.
Me emplearon cada vez más como intérprete, y pude evitar algunas
detenciones particularmente desafortunadas.
Un incidente algo divertido implicó a un viejo granjero que fue
arrestado por varios policías militares. Me dijeron que tenía una medalla
de mérito nazi, la cuál me mostró. Afortunadamente, tenía una carta para
identificarla. ¡Le fue concedida por tener cinco niños! Quizás su esposa
descansaría un poco al tenerle lejos un tiempo, pero no pensé que uno de
nuestros campos de la muerte era un castigo justo por su contribución a
Alemania. La Policía Militar lo soltó.
El hambre comenzó a sentirse entre los civiles alemanes también. Era
común ver a mujeres alemanas hundidas hasta los codos en nuestras cubos
de basura buscando comida - eso si no las robaban. Cuando me entrevisté
con alcaldes de ciudades y de aldeas pequeñas, me dijeron que sus fuentes
de aprovisionamiento habían sido asaltadas por "las personas desplazadas"
(los extranjeros que habían trabajado en Alemania), que embalaron los
alimentos y se los llevaron en camiones.
Cuando informé de esto, la respuesta fue un encogimiento de hombros.
Nunca vi ninguna Cruz Roja ayudando en el campo, o a los civiles,
aunque sus puestos de café y bollos estaban disponibles para nosotros
por doquier. Mientras tanto, los alemanes tuvieron que depender
de almacenes clandestinos hasta la cosecha siguiente.
El hambre hizo a las mujeres alemanas más "disponibles," pero a pesar
de esto, la violación era frecuente y acompañada a menudo por
violencia.
Recuerdo muy bien que una mujer de 18 años fue violada por dos
soldados y fue golpeada con la culata de un rifle en la cara. Hasta
los franceses se quejaron que las violaciones, saqueos y destrucciones
de las tropas en sus borracheras eran excesivas.
En Le Havre, nos dieron panfletos donde nos advertían que los
soldados alemanes habían tenido una buen comportamiento con los
civiles franceses, que eran pacíficos, y que debíamos de hacer lo mismo.
En esto fallamos miserablemente.
"- Y qué?" algunos dirían. "- Las atrocidades del enemigo eran peores
que los nuestras." Es verdad que experimenté solamente el final de
la guerra, cuando éramos ya los vencedores. La atrocidades de los
alemanes se habían desvanecido; ahora vivíamos el presente. Y dos
males no hacen un bien. En vez de copiar los crímenes del enemigo,
debemos aspirar de una vez por todas romper el ciclo del odio y de
la venganza que ha plagado la torcida historia humana.
Esta es la razón es que estoy hablando, después de 45 años, de los
crímenes aquí detallados. No podemos prevenir crímenes individuales
de guerra, pero podemos, si bastantes de nosotros protestamos,
influenciar la política del gobierno.
Podemos rechazar la propaganda del gobierno que pinta a nuestros
enemigos como subhumanos, eso es lo que alienta la clase de
ultrajes que atestiguo. Podemos protestar contra el bombardeo de
civiles, que todavía ocurre hoy en día. Y podemos rechazar siempre
el asesinato por nuestro gobierno de prisioneros de guerra desarmados
y derrotados.
Se que es difícil que el ciudadano común admita que ha sido testigo de
un crimen de esta magnitud, especialmente si está implicado. Incluso
soldados compasivos con las víctimas temían quejarse y meterse en
problemas, así me lo confirmaron.
Y el peligro no ha cesado. Desde que hablé hace algunas semanas,
he recibido llamadas amenazadoras y me han roto mi buzón. Pero ha
valido la pena. El escribir sobre estas atrocidades ha sido una catarsis,
una liberación de los sentimientos reprimidos demasiado tiempo, y
quizás esto recordará a otros testigos que "la verdad nos hará libres,
no hay nada que temer."
Podemos incluso aprender una lección suprema de todo el esto:
solamente el amor puede conquistar.
Martin Brech.
Esta declaración puede leerse en el libro Crimes and Mercies,
de James Bacque, publicado en 1997.
En este volumen el autor pretende demostrar " La masacre de 7-8 millones
de alemanes, sobre todo civiles, de 1945-1950... murieron como
resultado de la política de hambre y expulsión adoptada por los
Aliados durante los primeros cinco años después de la guerra mundial
"...Estas muertes no fueron accidentales, fueron el resultado de las
políticas deliberadamente genocidas instituidas por Dwight Eisenhower
y Henry Morgenthau...."
"...Comenzaron a planear esto en 1944, antes de que las atrocidades de
los campos de concentración nazis se supieran, sin embargo el que más
alemanes no murieran de hambre o de enfermedad en los años de la
posguerra fue debido a la humanidad de la Herbert Hoover,
Mackenzie King, Norman Robertson, y Victor Gollancz, y otros..."
" La verdad sobre este genocidio ha sido suprimido por cincuenta años no
solamente por los gobiernos aliados pero también por el gobierno
alemán..."
En definitiva, habla de "...la política deliberada de los aliados de reducir
la población alemana después de la guerra por hambre y carestía..."
De probarse cierto, se habría dejado morir deliberadamente a 5,7 millones
de germanos, además de 1,1 millones de prisioneros de guerra muertos de
hambre, sin contar con que entre 2,5 - 3 millones de alemanes étnicos
refugiados en Europa del este fueron asesinados, y decenas de miles de
civiles muertos por trabajos forzados y maltratos en Francia...
¿Qué habrá de verdad en todo esto?
Fuentes: Reimpreso del diario de la Revisión Histórica, vol. 10,
Nº2, pags 161-166 (se cita https://www.rense.com como referente)
Comentarios tomados del libro Crimes and Mercies, ed.1997.
La confesión del soldado Brech, en inglés en el original, sin duda debió
ser redactada mucho antes, a principios de los años 90.
--------------------------------------------------------------------------------------
Gracias a De Re Militari
tras la II Guerra Mundial, durante el proceso de desnazificación?
A continuación, el testimonio de un soldado Norteamericano que
estuvo destinado en Alemania como vigilante de dos campos de
concentración de prisioneros de la werhmacht en 1945 y 1946.
En todas las guerras se cometen excesos con los prisioneros, y se
acusa al enemigo de maltrato. Pero... ¿Como se llega a justificar
atrocidades contra aquellos a quienes se acusa de ser inhumanos?
- En los campos de muerte de Eisenhower
En octubre de 1944, a la edad de 18 años, me reclutaron en el
ejército de los Estados Unidos de Norteamérica. Todavía continuaba
la II Guerra Mundial.
En gran parte debido a la Batalla del Bulge, mi entrenamiento fue
corto y breve. Me licenciaron y enviaron a Europa inmediatamente.
A mi llegada a Le Havre, Francia, nos montaron rápidamente en
vehículos y fuimos enviados al frente. Cuando llegamos, comencé a
sufrir síntomas cada vez más severos de mononucleosis, y fui enviado
a un hospital en Bélgica. Como la mononucleosis entonces era
conocida como "enfermedad del beso," envié una carta de
agradecimiento a mi novia...
Cuando salí del hospital, el grupo con el que había entrenado en
Spartanburg, Carolina del Sur, ya estaban en el interior de Alemania,
así pues, a pesar de mis protestas, fui asignado a un depósito de
repuestos.
Perdí el contacto con las unidades en las que estuve, y ya no
las recuerdo: las unidades no-combatientes eran ridiculizadas
en aquella época. Mi expediente de baja indica que estaba con la
compañía C del 14º regimiento de infantería; mi estancia fue de
diecisiete meses en Alemania, pero recuerdo haber sido transferido
a otros batallones también.
A finales de Marzo o a principios de Abril de 1945, me asignaron
como guarda de un campo de prisioneros de guerra cerca de Andernach,
a orillas del Rin. Había estudiado alemán cuatro años en secundaria,
así que podía hablar con los presos, aunque esto nos estaba prohibido.
Gradualmente, sin embargo, me utilizaron como intérprete y me
pidieron que buscara miembros de las SS ( mas no encontré ninguno).
En Andernach cerca de 50.000 presos de todas las edades estaban
detenidos en un campo abierto rodeado por alambre de púas. Mantenían
a las mujeres, que no vi hasta más tarde, en un recinto separado. Los
hombres que guardé no tenían ningún abrigo y ninguna manta; muchos
no tenían donde cobijarse. Dormían en el fango, mojado y frío, con
fosos inadecuados para hacer sus necesidades. Era un lugar frío,
húmedo y su miseria, por la exposición a la intemperie, era evidente.
Mas alarmante era ver a los presos cortar malas hierbas y ponerlas en
una lata que contenía una sopa aguada. Me decían que hacían esto
para calmar sus dolores de hambre. Adelgazaban rápidamente.
La disentería hizo estragos, y pronto dormían en su propios excrementos,
demasiado débiles y hacinados para alcanzar los fosos sanitarios.
Muchos pedían alimento, se enfermaban y morían delante de nuestros
ojos. Nosotros teníamos alimentos y recursos de sobra, pero no hicimos
nada para ayudarles, incluso no les dimos ninguna ayuda médica.
Esto me pareció inaudito, eleve mis protestas a mis oficiales y fui
respondido con hostilidad o leve indiferencia. Cuando los presioné,
me explicaron que estaban bajo órdenes terminantes de "más arriba."
Ningún oficial se atrevería a hacerle esto a 50.000 hombres si él creía
que estaba "fuera de sus límites," y que lo dejaría expuesto a acusaciones.
Dándome cuenta que mis protestas eran inútiles, le pedí a un amigo que
trabajaba en la cocina si él podría pasarme un poco de alimento adicional
para los presos. Él dijo también que estaba bajo órdenes terminantes de
racionar considerablemente el alimento de los presos y que estas órdenes
venían de arriba. Pero me contó que teníamos muchos más víveres de los
que necesitábamos y que furtivamente me pasaría algo.
Cuando lancé este alimento a los presos sobre el alambre de púas, me
descubrieron y amenazaron con encarcelarme. Repetí la "ofensa" y
un oficial me amenazo con dispararme. Pensé que estaba faroleando,
hasta que descubrí a un capitán que estaba disparando a un grupo de
mujeres civiles alemanas con su pistola del 45, en una colina cerca del Rin.
Cuando le pregunté el porqué, él masculló, "práctica de tiro al blanco"
y continuo hasta vaciar su cargador. vi mujeres tratando de esconderse,
pero no podría decir si alguna había sido herida.
Así llegué a percatarme de que estaba tratando con asesinos de sangre
fría llenos de odio moralizador. Consideraban a los alemanes subhumanos
y dignos de extermino; otra expresión de la espiral descendiente del
racismo.
Los artículos en el periódico del ejército, Barras y Estrellas, mostraron
los campos de concentración alemanes repletos de fotos de cuerpos
desnutridos; esto espoleó nuestra crueldad e hizo más fácil imitar este
comportamiento, en vez de oponernos como supuestamente deberíamos.
También, pienso que los soldados que no fueron al combate intentaban
probar su hombría maltratando a los presos y a los civiles. Estos presos,
descubrí, eran sobre todo granjeros y trabajadores, por lo tanto simples
e ignorantes hombres como muchos soldados de nuestras propias tropas.
Con el paso del tiempo, muchos cayeron en un estado de un zombi, en
la apatía, mientras que otros intentaban escaparse de manera demencial
o suicida, corriendo a campo abierto a plena luz del día, hacia el Rin,
para apagar su sed. Eran barridos a balazos.
Algunos estaban tan ávidos de cigarrillos como de alimento; decían
que el fumar les aplacaba el hambre. Por consiguiente, los soldados
emprendedores "comerciantes yankees" adquirían montones de relojes
y de anillos a cambio de un puñados de cigarrillos o menos. Cuando
comencé a lanzar cartones de cigarrillos a los presos para arruinar
este comercio, los "comerciantes yankees" me amenazaron también.
El único momento brillante de este cuadro melancólico fue la noche
en que fui destacado a la guardia del cementerio de las 2 a 4 de la
madrugada. Había un cementerio al lado del campo, no muy lejos.
Mis superiores se habían olvidado de darme una linterna y no quería
incomodarles pidiendo una, porque a estas alturas estaban más
que enfadados con la situación.
Era una noche bastante clara y pronto vi un preso que se arrastraba
debajo de los alambres hacia el cementerio. Tenias ordenes de disparar
a los evadidos en cuanto los viese, así es que comencé a gritarle
pidiéndole que regresara. Noté repentinamente que otro preso se
arrastraba del cementerio de nuevo hacia el campo: arriesgaban sus
vidas para conseguir algo del cementerio; Tuve que ir investigar.
Cuando entre en este cementerio mohoso y sombrío, me sentí
totalmente vulnerable, pero de alguna manera la curiosidad me
mantuvo en movimiento. A pesar de mi precaución, me tropecé con las
piernas de alguien que estaba agachado. Moviendo mi rifle evité caer
intentando recuperar la calma; agradecí no haber disparado como
siguiente acto reflejo.
La figura se incorporó. Gradualmente, pude ver la cara hermosa, pero
aterrorizada, de una mujer con una cesta de comida. No se permitía a
los civiles alemanes alimentar a los presos, ni siquiera pasar cerca de
ellos, así que le tranquilicé rápidamente, diciéndole que yo aprobaba
lo que hacía, para no asustarla, y le dije que saldría del cementerio para
no interferir.
Hice esto inmediatamente, y me senté contra un árbol al borde del
cementerio, para ser discreto y no asustar a los presos. Entonces
imaginaba, como todavía lo hago ahora, cuan satisfactorio para los
presos debió resultar encontrarse con una hermosa mujer con una
cesta de comida, Nunca he olvidado de su cara. Eventualmente,
más reclusos se arrastraron de nuevo al cementerio. Llevaban
alimento a sus camaradas y yo admiraba su valor y entrega.
El 8 de Mayo, El día de la Victoria en Europa, decidí celebrarlo con
algunos presos que hornearían pan para los demás. Compartí el ambiente
jovial generado por la finalización de la guerra. Todos pensábamos
que estaríamos pronto en casa, en retrospectiva pienso que era una
esperanza patética para ellos.
Estábamos en lo que debía convertirse en la zona francesa, en donde
pronto seria testigo de la brutalidad de los soldados franceses cuando
les transferimos nuestros presos para sus campos de trabajos forzados.
Pero este día, sin embargo, estábamos felices.
Como gesto de amistad, vacié mi rifle y lo guarde en una esquina,
¡ incluso permití que lo cogieran cuando me lo pedían !
Esto rompió el hielo, y pronto irrumpimos en cantos que me enseñaron
o que había aprendido en alemán en la secundaria, como el titulado
"Du, du liegst mir im Herzen". En señal de gratitud, me hicieron al
horno un pequeño pan dulce especial, el único presente que podían
ofrecer. La puse en mi "chaqueta de Eisenhower" y regrese de nuevo a
mis cuarteles, comiéndolo cuando estaba solo. Nunca he probado pan
más delicioso, ni he tenido un sentimiento más profundo de comunión.
Poco tiempo después, los soldados franceses llevaron a su campo a
algunos de nuestros prisioneros mas débiles y enfermos. Íbamos en un
vehiculo detrás de su columna. El conductor iba tan impresionado
como yo (del lamentable estado de los presos).
Siempre que un preso alemán se retrasaba o caía, era golpeado con un
garrote en la cabeza, hasta matarlo. Los cuerpos los rodaban a la
orilla del camino para ser recogidos por otro vehiculo. Para muchos,
esta muerte rápida pudo haber sido preferible a la muerte lenta por
hambre en nuestros "campos de extermnio."
Cuando vi a las mujeres alemanas en un recinto separado, finalmente
pregunté porqué las teníamos presas. Me dijeron que eran vigilantes
de campos de concentración, seleccionadas como hembras reproductoras
por las SS para crear una super-raza aria. Hablé con algunas y debo decir
que nunca ví un grupo de mujeres más cultas y atractivas.
Ciertamente nunca pensé que mereciesen estar encarceladas.
Me emplearon cada vez más como intérprete, y pude evitar algunas
detenciones particularmente desafortunadas.
Un incidente algo divertido implicó a un viejo granjero que fue
arrestado por varios policías militares. Me dijeron que tenía una medalla
de mérito nazi, la cuál me mostró. Afortunadamente, tenía una carta para
identificarla. ¡Le fue concedida por tener cinco niños! Quizás su esposa
descansaría un poco al tenerle lejos un tiempo, pero no pensé que uno de
nuestros campos de la muerte era un castigo justo por su contribución a
Alemania. La Policía Militar lo soltó.
El hambre comenzó a sentirse entre los civiles alemanes también. Era
común ver a mujeres alemanas hundidas hasta los codos en nuestras cubos
de basura buscando comida - eso si no las robaban. Cuando me entrevisté
con alcaldes de ciudades y de aldeas pequeñas, me dijeron que sus fuentes
de aprovisionamiento habían sido asaltadas por "las personas desplazadas"
(los extranjeros que habían trabajado en Alemania), que embalaron los
alimentos y se los llevaron en camiones.
Cuando informé de esto, la respuesta fue un encogimiento de hombros.
Nunca vi ninguna Cruz Roja ayudando en el campo, o a los civiles,
aunque sus puestos de café y bollos estaban disponibles para nosotros
por doquier. Mientras tanto, los alemanes tuvieron que depender
de almacenes clandestinos hasta la cosecha siguiente.
El hambre hizo a las mujeres alemanas más "disponibles," pero a pesar
de esto, la violación era frecuente y acompañada a menudo por
violencia.
Recuerdo muy bien que una mujer de 18 años fue violada por dos
soldados y fue golpeada con la culata de un rifle en la cara. Hasta
los franceses se quejaron que las violaciones, saqueos y destrucciones
de las tropas en sus borracheras eran excesivas.
En Le Havre, nos dieron panfletos donde nos advertían que los
soldados alemanes habían tenido una buen comportamiento con los
civiles franceses, que eran pacíficos, y que debíamos de hacer lo mismo.
En esto fallamos miserablemente.
"- Y qué?" algunos dirían. "- Las atrocidades del enemigo eran peores
que los nuestras." Es verdad que experimenté solamente el final de
la guerra, cuando éramos ya los vencedores. La atrocidades de los
alemanes se habían desvanecido; ahora vivíamos el presente. Y dos
males no hacen un bien. En vez de copiar los crímenes del enemigo,
debemos aspirar de una vez por todas romper el ciclo del odio y de
la venganza que ha plagado la torcida historia humana.
Esta es la razón es que estoy hablando, después de 45 años, de los
crímenes aquí detallados. No podemos prevenir crímenes individuales
de guerra, pero podemos, si bastantes de nosotros protestamos,
influenciar la política del gobierno.
Podemos rechazar la propaganda del gobierno que pinta a nuestros
enemigos como subhumanos, eso es lo que alienta la clase de
ultrajes que atestiguo. Podemos protestar contra el bombardeo de
civiles, que todavía ocurre hoy en día. Y podemos rechazar siempre
el asesinato por nuestro gobierno de prisioneros de guerra desarmados
y derrotados.
Se que es difícil que el ciudadano común admita que ha sido testigo de
un crimen de esta magnitud, especialmente si está implicado. Incluso
soldados compasivos con las víctimas temían quejarse y meterse en
problemas, así me lo confirmaron.
Y el peligro no ha cesado. Desde que hablé hace algunas semanas,
he recibido llamadas amenazadoras y me han roto mi buzón. Pero ha
valido la pena. El escribir sobre estas atrocidades ha sido una catarsis,
una liberación de los sentimientos reprimidos demasiado tiempo, y
quizás esto recordará a otros testigos que "la verdad nos hará libres,
no hay nada que temer."
Podemos incluso aprender una lección suprema de todo el esto:
solamente el amor puede conquistar.
Martin Brech.
Esta declaración puede leerse en el libro Crimes and Mercies,
de James Bacque, publicado en 1997.
En este volumen el autor pretende demostrar " La masacre de 7-8 millones
de alemanes, sobre todo civiles, de 1945-1950... murieron como
resultado de la política de hambre y expulsión adoptada por los
Aliados durante los primeros cinco años después de la guerra mundial
"...Estas muertes no fueron accidentales, fueron el resultado de las
políticas deliberadamente genocidas instituidas por Dwight Eisenhower
y Henry Morgenthau...."
"...Comenzaron a planear esto en 1944, antes de que las atrocidades de
los campos de concentración nazis se supieran, sin embargo el que más
alemanes no murieran de hambre o de enfermedad en los años de la
posguerra fue debido a la humanidad de la Herbert Hoover,
Mackenzie King, Norman Robertson, y Victor Gollancz, y otros..."
" La verdad sobre este genocidio ha sido suprimido por cincuenta años no
solamente por los gobiernos aliados pero también por el gobierno
alemán..."
En definitiva, habla de "...la política deliberada de los aliados de reducir
la población alemana después de la guerra por hambre y carestía..."
De probarse cierto, se habría dejado morir deliberadamente a 5,7 millones
de germanos, además de 1,1 millones de prisioneros de guerra muertos de
hambre, sin contar con que entre 2,5 - 3 millones de alemanes étnicos
refugiados en Europa del este fueron asesinados, y decenas de miles de
civiles muertos por trabajos forzados y maltratos en Francia...
¿Qué habrá de verdad en todo esto?
Fuentes: Reimpreso del diario de la Revisión Histórica, vol. 10,
Nº2, pags 161-166 (se cita https://www.rense.com como referente)
Comentarios tomados del libro Crimes and Mercies, ed.1997.
La confesión del soldado Brech, en inglés en el original, sin duda debió
ser redactada mucho antes, a principios de los años 90.
--------------------------------------------------------------------------------------
Gracias a De Re Militari