Como cualquier habitante de esta casa, no puedo ver una imagen del Papa en prensa, tv o internhez sin que automáticamente mi cerebro articule la frase "Hediondo subnormal". Ya me perdonarás, Hedi, pero creo que lo entenderás.
Dicho esto, lamento profundamente que el Papa haya renunciado. Básicamente porque ahora ya no le veremos mucho más en la tele, y por tanto no me acordaré de Hedi en el telediario.
Del sucesor ni puta idea, oiga, no estoy al tanto de los contubernios que en la curia vaticana se estarán produciendo ni de quién o quiénes son los papables ni por qué, pero me gustó mucho todo el proceso de la elección de Benedicto XVI, con sus fumatas negras, sus fumatas blancas, su tensión, su secretismo y toda la parafernalia que se montó. Eso sí que son unas elecciones guapamente montadas, con suspense y efectos especiales y drama y pulso narrativo, que es que tuvieron en vilo al mundo durante tres días, cavilando todos qué estaría pasando intramuros. Joder, el rollo ese de que se abra la ventana del balcón y de las sombras emerja vestido de blanco el que ha ganado y sea en ese momento cuando todos nos enteramos es terriblemente dramático, terriblemente cinematográfico. Estos sí que saben montar un buen show, y no como en las elecciones normales, que no hay ni tensión ni drama ni momentos de "ahh" "ohh".