Chavaleria jodiendo la vida a adultos

FUMANCHU

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Muy buenas.

Mucho se habla del acoso escolar pero poco de escolares que acosan a sus mayores.

Me ha venido a la cabeza como unos hijos de puta de 15 años hicieron la vida imposible por almenos un curso a este personaje:

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El equivalente al subnormal de la foto era nada más y nada menos que uno de los barrenderos municipales que tenía que limpiar la zona del instituto. Cada vez que hacía aparición estelar, un grupo de alumnos le recibía al grito de “puto calvo” y otras lindezas de manera gratuita mientras se escondían agachados detrás de las ventanas. El buen hombre en vez de hacer oídos sordos, se ponía como el increíble hulk con los ojos inyectados en sangre por no poder descubrir de donde provenían tales insultos y no poder entrar al edificio a liarse a palos. La cosa fue a mayores llegando el agraviado a ir a hablar con el director para que parasen e incluso llegó a enganchar algún alumno del cuello.

El culmen de la troleada se alcanzó cuando por carnavales toda esa clase se disfrazó con su correspondiente buzo azul, escobón y calva postiza.

Contad pequeños hijos de torbe cuántos adultos enviasteis al psiquiatra o directamente a manicomio.
 
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Los adolescentes y púberes son de un manipulable que da asco. Lo confieso, yo también lo era.

Basta que al líder del grupo se le meta entre ceja y ceja alguna travesura para que los demás le sigan y si encima se convierte en el tema de moda ni te cuento, o participas o no estás en la onda y eres marginado.

El puto calvo de mierda no debía tener muchas luces, porque que te enfades cuando te dicen calvo siendo calvo es de cromosomas aleatorios. Lo mejor que puedes hacer cuando la chavalada te vacila es pasar y tomártelo a guasa, si ven que te afecta es cuando ya van a degüello. Otra forma es localizar al líder y darle una somanta hostias que recuerde toda la vida.

Recuerdo que no hace mucho por mi zona se puso de moda que los chavales tiraran piedras desde los puentes a los coches. Destrozaron la vida a algún pobre que tuvo la desgracia de toparse con sitio y tiempo con esa escoria. Yo creo que mi vida desde ese momento consistiría en joderles la existencia.

He hablado
 
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En mi pueblo había un hombre que le faltaba un hervor, ademas de tener cara de loco.
La chavaleria se acercaba a él y solo había que decirle "Tu la llevas" y se emballestaba a correr detras de nosotros a todo lo que daba y estaba en forma y encima amenazando con un bastón o una correa, no he visto nada mejor para prevenir la obesidad infantil.

Suerte que después lo olvidaba y no se le volvían a cruzar los cables hasta que no escuchaba "Tu la llevas"
 
En mi pueblo había un hombre que le faltaba un hervor, ademas de tener cara de loco.
La chavaleria se acercaba a él y solo había que decirle "Tu la llevas" y se emballestaba a correr detras de nosotros a todo lo que daba y estaba en forma y encima amenazando con un bastón o una correa, no he visto nada mejor para prevenir la obesidad infantil.

Suerte que después lo olvidaba y no se le volvían a cruzar los cables hasta que no escuchaba "Tu la llevas"
Conozco la misma historia con un retrasado y la palabra “lavadora”.

Esta joda la han hecho muchas generaciones y el forero en cuestión pesaba 50 kilos pero debía de tener una fuerza descomunal.

Gente más mayor me ha llegado a contar que cuando se ponía en modo Berseker era imparable e incluso llegó a dar caza a portentos físicos que años más tarde acabarían jugando en primera división.

Su talón de Aquiles y único modo de escapar de su ira eran las cuestas; si enfilabas cuesta arriba salvabas tu vida porque el perseguidor en cuestión sufría un tipo de desequilibro y mareo que le hacía aflojar el ritmo.
 
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Nosotros tirábamos piedras a los portones, los bolines de los cartuchos los usábamos para lanzarlos a las chapas de los tejados, cosas de esas, sin distinguir vecino.
Nuestro culmen fue meterle un petardo de los bien gordos en un cuartucho a un viejo, con tan mala suerte que casi la espicha del susto ( no calculemos la potencia).
 
Cuando tenía unos 10 años había un viejo con pelos de loco, gafas de bartolo, pantalón gris y jersey de pana típico de viejo, era muy viejo, fácil 85 años. Con cachaba y temblando como un poseso (supongo que tendría Parkinson o alguna enfermedad así que a esa edad desconocíamos)

Ese viejo tenía un nieto albino muy feo de unos 3 o 4 años menos que nosotros y alguna vez quería jugar a fútbol en el parque y le decíamos que no porque era muy malo. Ante lo que el abuelo venía siempre hecho un miura azuzando el bastón al grito de "hiiJooOsh del demoOooNio!!1!" Y había que tener cuidado porque el hijoputa no amenazaba en vano soltaba el palo con intención de darte. Evidentemente viendo esas loleantes reacciones el fútbol pronto pasó a segundo plano y nuestro entretenimiento en el parque era encender al viejo, cosa por otra parte muy fácil ya que el cabron era de mecha corta.

Por su actitud beligerante le empezamos a llamar Gallufo porque en aquella época a quién te vacilaba se le decía "no te me pongas gallufo chaval" así que sólo había que ir cerca y decirle Gallufo cabrooooon!! Y el abuelo te perseguía hasta unos columpios donde nos subíamos y el nos insultaba desde abajo, era una especie de casita en altura y el cabron metia la cachaba por algún resquicio para darnos hostias 🤣

Puto Gallufo desde luego vivió mucho, seguramente cerca de los 100 porque lo seguí viendo unos cuantos años más merodeando por la calle temblando o sentado en el balcón ya que vivía cerca de casa de mi abuela.
 
Ah, pensaba que el tema iba de lo de GameStop.

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Nuestro nivel no iba más allá de ponerle una culebra muerta en la puerta a una gorda y tocar el timbre.
 
Con 10 u 11 años (mid 90s) solía jugar con niños que eran vecinos de mi mejor amigo, en el propio patio interior del bloque en el que todos esos vivían. Era un grupo raro de diferentes edades y tendencias. El mayor, de 12 o 13 años, era un bruto que si te daba una hostia de broma te podía reventar un órgano vital. La hermana de este, una flaca y sucia así como de la posguerra, el hermano pequeño que tenía una pata jodida por un atropello, un mariquita, y así. Este patio, grande como un campo de futbol mediano, y con grandes maceteros cuadrados que le daban aspecto de parque abandonado, no lo pisaba nadie más que nosotros. Además aquella zona tenía patios de otros bloques, un aparcamiento, y más patios de negocios privados, cada uno separado por un muro, una verja o lo que fuese. No era muy diferente del coliseo romano, pero rectangular y con bloques de viviendas en vez de gradas. Por allí saltábamos de uno a otro como si estuviésemos en el monte, nos colábamos por todas partes, hacíamos todo tipo de trastadas, prendíamos fuego a cosas, jugábamos a colar pinzas de la ropa en el balcón más alto posible, meábamos todo el tiempo en los mismos sitios en los que luego nos tirábamos cuerpo a tierra jugando a pillar... pruebas de que antes, incluso en la ciudad, incluso entre las clases medias, los niños estaban medio asilvestrados y nadie se llevaba las manos a la cabeza.

Al fondo del patio había una ventana, muy amplia pero estrecha (pongamos 0,5 x 4m. y a unos 2,5 m. de altura), que era de un taller. Cuando empecé a frecuentar a aquella tropa pregunté que por qué tenía una reja con pinchos de un palmo de longitud. Me contaron que les gustaba pegarle balonazos a la ventana y salir corriendo, y que lo habían hecho tantas veces que primero el dueño instaló la reja, y luego los pinchos. La cosa iba así. Se ponía un balón como el que va a tirar un penalti, pero mucho más lejos, para estar cerca de la puerta, y el tirador, normalmente el bruto aquel, se encargaba de chutar con precisión y potencia. La disposicion y refuerzos de la ventana suponían un reto. Había que tirar con gran precisión -para acertar a la ventana, pero no ensartar el balón en los pinchos-, y mucha fuerza -para doblegar la resistencia de la reja y romper el cristal-

Los demás, como no teníamos ninguna responsabilidad, debíamos respetar la regla no escrita de aguantar la tremenda tensión que nos envolvía manteniéndonos junto al tirador hasta el momento del impacto. Nada de irse a la puerta del patio a asomar media cabeza. Bueno, pues el bruto tiraba, el balón impactaba (o no), se oían cristales rotos (o no), y salíamos corriendo mientras escuchábamos al tipo del taller jurar en lenguas muertas y tal vez incluso una motosierra arrancando.

Una vez salíamos del patio estábamos en los pasillos, y podíamos salir a la calle o huir por las escaleras y repartirnos por los siete u ocho pisos de dos bloques gemelos que había. Salir a la calle era casi suicida, porque el tipo del taller, si reaccionaba rápido, podía aparecer por la esquina de la manzana y establecer contacto visual casi sin darnos tiempo ni a meternos en la entrada de un garaje o el umbral de una tienda. Quedarnos dentro del bloque de viviendas era más seguro, y por allí nos repartíamos, conteniendo la respiración y con el corazón a mil, el dedo en el ascensor y el pie en las escaleras, por si oíamos que alguien se acercaba.

También acabo de recordar la opción para los auténticos kamikazes. Correr hacia la ventana en vez de hacia la puerta del patio, y pegarse a la pared debajo de ella, con el hombre aquel literalmente al otro lado, loco de ira, subido a la mesa de su taller, escudriñando el 99% del patio que su campo de visión le permitía. Además si hacías esto no sabías si estaba mirando por la ventana, si había ignorado el pelotazo y seguía trabajando, si estaba siquiera presente en el taller, o si silenciosamente había echado a correr hacia el patio con unos alicates en cada mano. Era una ruleta rusa porque podías estar ahí pegado a la pared y en el worst case scenario el tipo andar ya enfilando el pasillo que daba al patio.

Esto lo hicimos unas quince veces, hasta que crecimos un poco y cambiamos de territorios. En todo aquel tiempo no recuerdo que pasase nada, aunque antes de llegar yo creo que me contaron que el tipo pilló a uno y le calentó las orejas, y desde luego hizo sus investigaciones, aunque no llegó a cercar a nadie.

Al final la ventana era un cristo. Rejas oxidadas, pinchos con corchos que le pusimos, porquería de todo tipo colgando, cristales rajados...

Tuvo el destino la guasa de poner ese taller en mi vida años después. Con unos 20 años llevaba muchos meses que no hacía gran cosa, aunque un poco si que buscaba trabajo. Mi padre sin consultarme fue a hablar con aquel tipo del taller, al que conocía de algo, y acabé trabajando de ayudante. Era un negocio de venta y reparación de maquinaria agrícola. Desde cortacéspedes a pequeños tractores. El tipo tenía un hijo retrasado total (de verdad, con la cabeza llena de cicatrices de operaciones) y ahora me tenía a mí, que no era mucho más espabilado. Era aquel señor un amargado, y casi todo lo que soltaba por la boca era bilis.

Un día al hijo le saqué el tema de las ventanas. Le pregunté por qué tenía esos pinchos de un palmo de longitud. No me contó nada que no supiese :trump:

En fin. Era una persona insoportable, el ambiente irrespirable, y las horas parecían semanas. Además me pagaba 500 euros al mes a jornada completa. Un día fui con intención de que fuese mi último día y me acabé marchando a la media hora. Al salir el aire de la calle me supo mejor que el mayor de los manjares que pueda imaginar. Ni dos meses aguanté.

Con la edad comprendí que aquello de la ventana era una completa cabronada y que yo en su lugar hubiese asesinado a alguno de aquellos pequeños hijos de puta de haberlo enganchado. Aunque lo despreciaba, también comprendí un poco su amargura vital y su cabreo con el mundo.
 
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El hijoputa es por lo que hacíais, hijoputas, la historia graciosa.
 
Por favor te lo pido, desarrolla eso.
Nada, mi abuelo era un señor exentrico que hacia cosas inusuales que le dieron fama de loco.
Por ejemplo, se sentaba en la plaza de la iglesia del pueblo, y cuando salian las viejas de misa hacia comentarios obscenos en voz alta, o se reia como un loco sin motivo aperente, hablaba solo en voz muy alta mientras paseaba y de golpe insultaba al aire, cosas asi.
Ademas era un cascarabias de cuidado, por eso los niños siempre le molestaban, porque se enfadaba mucho y era divertido, almenos para un niño.
 
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