Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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No sé si os ocurre a vosotros, es estar con determinada chica y necesitar escuchar un disco una y otra vez. A mí continuamente, con todas las que he estado más de 2 semanas, suele ser música de lo más dispar que por una razón u otra me recuerda a ella. Por eso, siempre relaciono determinada chica a determinado disco y viceversa, y así, un Domingo como hoy, puedo enchufármelo un rato y volver a tener un poco de ella.
Me encanta la palabra niñato, lejos de ser un insulto, representa una actitud ante todo que es mi ideal de juventud. The Strokes, cuando irrumpieron en el viciado panorama rock'nrollesco en el año 2001 fueron tildaron de niñatos; la verdad es que es sorprendente cómo unos cuantos críos de 20 años les enseñaron a las viejas glorias, a los pesos pesados cómo hacer las cosas de nuevo, con una frescura y una naturalidad sólo propias de esta edad. Supieron combinar la música directa y contundente de los 70's con lo que debería ser el sonido del futuro.
Marta también era una niñata, la conocí en un campamento cuando trabajábamos como monitores. Nos cansábamos de adoptar demasiado tiempo el rol de adultos con los chicos y cuando llegaba la noche y se iban a dormir, comprábamos una botella de vino y nos la bebíamos en el frontón del pueblo, nos echábamos en el suelo a ver las estrellas y a hablar mierda quinceañera. Si hay algo que definía perfectamente bien su forma de caminar cuando volvía borracha al campamento es la línea de guitarra de Someday (0:55).
Jaja, nos encontrábamos con una resaca de libro por las mañanas, cada uno con su grupo, organizando los juegos para los chavales y no teníamos fuerzas ni para sonreírnos.
Los chavales nos idolatraban y el resto no sabía cómo tratar con ellos, nosotros éramos los monitores enrollados, sus colegas, les tratábamos de tú a tú; los otros monitores como a unos críos retrasados o algo así, por eso querían estar con nosotros, nos poníamos a hablar con ellos de anécdotas de nuestros amigos y nuestros viajes, de cuando hice el camino de Santiago y robábamos la fruta de las fincas siendo lo único que comíamos porque nos habíamos quedado sin un duro, o de una vez en Berlin, que acabamos en una casa ocupa tocando la guitarra y pintando acuarelas con unos pseudoartistas bastante famosos de la ciudad; yo miraba a Marta de reojo porque sé que también le impresionaba.
Y acabó el campamento, y me llevé a Marta un par de días a la casa rural del pueblo de al lado, donde estuvimos emborrachándonos y fornicando todo el tiempo. Y luego le vi algún día por ahí, pero ya no era lo mismo, ya no estaban los chavales, ni el frontón, ni las botellas de vino del supermercado, ni el futbolín del bar; ella salía con sus amigas a guarrear... y yo a algo parecido, porque éramos unos niñatos.
Pero oye, me pongo el Is This It y me acuerdo de todo esto, no está nada mal.
Me encanta la palabra niñato, lejos de ser un insulto, representa una actitud ante todo que es mi ideal de juventud. The Strokes, cuando irrumpieron en el viciado panorama rock'nrollesco en el año 2001 fueron tildaron de niñatos; la verdad es que es sorprendente cómo unos cuantos críos de 20 años les enseñaron a las viejas glorias, a los pesos pesados cómo hacer las cosas de nuevo, con una frescura y una naturalidad sólo propias de esta edad. Supieron combinar la música directa y contundente de los 70's con lo que debería ser el sonido del futuro.
Marta también era una niñata, la conocí en un campamento cuando trabajábamos como monitores. Nos cansábamos de adoptar demasiado tiempo el rol de adultos con los chicos y cuando llegaba la noche y se iban a dormir, comprábamos una botella de vino y nos la bebíamos en el frontón del pueblo, nos echábamos en el suelo a ver las estrellas y a hablar mierda quinceañera. Si hay algo que definía perfectamente bien su forma de caminar cuando volvía borracha al campamento es la línea de guitarra de Someday (0:55).
Jaja, nos encontrábamos con una resaca de libro por las mañanas, cada uno con su grupo, organizando los juegos para los chavales y no teníamos fuerzas ni para sonreírnos.
Los chavales nos idolatraban y el resto no sabía cómo tratar con ellos, nosotros éramos los monitores enrollados, sus colegas, les tratábamos de tú a tú; los otros monitores como a unos críos retrasados o algo así, por eso querían estar con nosotros, nos poníamos a hablar con ellos de anécdotas de nuestros amigos y nuestros viajes, de cuando hice el camino de Santiago y robábamos la fruta de las fincas siendo lo único que comíamos porque nos habíamos quedado sin un duro, o de una vez en Berlin, que acabamos en una casa ocupa tocando la guitarra y pintando acuarelas con unos pseudoartistas bastante famosos de la ciudad; yo miraba a Marta de reojo porque sé que también le impresionaba.
Y acabó el campamento, y me llevé a Marta un par de días a la casa rural del pueblo de al lado, donde estuvimos emborrachándonos y fornicando todo el tiempo. Y luego le vi algún día por ahí, pero ya no era lo mismo, ya no estaban los chavales, ni el frontón, ni las botellas de vino del supermercado, ni el futbolín del bar; ella salía con sus amigas a guarrear... y yo a algo parecido, porque éramos unos niñatos.
Pero oye, me pongo el Is This It y me acuerdo de todo esto, no está nada mal.