Todos lo somos y ellas todas putas, ¿dónde está el límite de la frontera de ser un putero de pensamiento a uno de acción? Todos sexualizamos a las mujeres, nos gusta que sean guarras en la cama y todos pagamos porque ellas nos abran las piernas, ya sea con una hola papi y consiguiente entrega del billete o bien en plan aceptado socialmente yendo a antros de mala muerte, cenita donde el 90% de la conversación gira en torno a ella y demás tonterías.
Aparte el putero es el que experimenta una descarga de adrenalina que le hace sentir vivo, parecido a esa gente alocada que hace parkour o deportes de alto riesgo. ¿Follar? Follar es lo de menos, si nunca has tenido esas sensaciones de hablar a alguna cerda y en el trayecto pensar que te vas a encontrar tras la puerta, todo momentos previos de nerviosismo, como cuando entiendes que se decide algo importante en poco tiempo, el llegar al sitio, tener la sensación de que todo el mundo te mira y sabe a lo que vas, miradas juiciosas, hablar a la susodicha y el "ya te abro cariño" segundos en territorio hostil que parecen una eternidad. Al fin abre y subes las escaleras, y estás ahí, frente a la puerta, frente a tu destino, ya no hay vuelta atrás, toca encararlo, por fin saldremos de dudas, esa puerta entreabierta que deja que ver un luz azul oscuro, un pozo lúgubre a las mas profundas miserias humanas. Estás como en el horizonte de sucesos de un agujero negro, una vez pasada la linea roja ya no hay vuelta atrás, porque los puteros suelen ser tipos introvertidos que no quieren problemas ni escándalos y ahí descubres que la chica es la de las fotos y te da un subidón de falo y hormonas o descubres que has sido engañado pero ya hay que apechugar y dejar las cuentas testiculares vacías, al fin y al cabo la vida es así, unas veces se gana y otras se pierde.
Ufff, que morbo, voy a putas.