Mi plan para morir, creo que ya os lo dije, es subirme a un ring, al Bernabéu de los pobres aka la Fieiteira. Dream small. Cuento con vosotros para mi debut y muerte, alguno puede estar en el rincón para quitarme el protector bucal. Y apostad en mi contra todo vuestro patrimonio, esa pelea la gana mi adversario fijo. Nunca gané una pelea con borrachuzos como para zoscarme con uno que sabe. Pero creo que es importante subirse a un ring aunque sea a llevar una marimba, no es el perder, es el cómo perder. Mostraré bravura antes de mi muerte.
Pero paso a paso, aún tengo que subir tres categorías de peso, mejorar el cardio, dejar de mezclar trankimazines con Queen Margot y, si fuese menester, divorciarme en el proceso y volver a mezclar alcohol con trankimazines para finalmente subir al ring a morir de una paliza. Al fin y al cabo un cuerpo no deja de ser materia en descomposición, luego entrenarlo es un canto trágico, por absurdo. Quiero cerrar mi arco homérico a hostias, el camino del guerrero es morir.
Y si no palmo, pues escribiré mi libro "Salvado por la campana" narrando todo lo que pasa en ese combate que pierdo, insertando analogías con mi vida y metiendo lines como chemtrails. Seré el afamado púgil que cambió la poesía por los jabs.