Esta es una historia real y verdadera que en realidad no trata sobre gitanos aunque un poco sí y que demuestra por qué prefiero alimentarme de mi propia lefa, como si de un militante del PSOE se tratara, antes que volver a zampar porquerías del McDonalds.
Hará ya casi diez años, cómo pasa el tiempo, cuando estábamos terminando BUP y nos fuimos, como era de rigor, de viaje de fin de estudios por media Europa, una cosa de éstas tremendas en que ves de media dos países por día, alguno sin bajarte siquiera del autobús.
Dando vueltas por Alemania, Suiza y Austria descubrimos dos verdades fundamentales sobre la posición de España en el extranjero:
1.- No te puedes ir cagando en la puta madre de la gente por la calle pensando que no se van a dar cuenta porque lo haces en español: uno de cada cinco transeúntes (¡acojonante!) conocen lo suficiente el idioma como para que se te acerquen a partirte la cara.
2.- La peseta era, pobrecilla, una puta mierda y no teníamos poder adquisitivo ninguno, menos en Budapest, que estaban las cosas superbaratas porque Hungría es un país aún más chungo que el nuestro.
Así que andábamos fatal de pelas y entre eso y que los críos éramos unos payasos y todo el mundo tenía alguna pega a la hora de ir a zampar nos decidimos por el mínimo común denominador y nos tiramos semana y pico prácticamente a base de menús BigMac.
La cuestión es que uno de mis colegas es de la Palmilla. Si no tenéis el gusto, sabed que salió una vez en el telediario de Tele5 como el barrio con mayor número de armas por metro cuadrado de España, y que el cámara se encontró con el famoso "tío del hacha" y se tuvo que largar corriendo. Este amigo además era pequeñito y muy moreno, lo cual lo unes a su lugar de residencia y te explicas por qué todo el mundo lo tomaba a simple vista como un gitanete, aunque no lo era, que era payo y un tío muy majo que no se metía con nadie ni le había quitado a nadie el reloj en su vida.
Pocos días después de volver de viaje, este niño se puso malo y se fue al médico donde le hicieron una análisis de sangre. Cuando le tocó ir a que le dieran los resultados le hicieron entrar solo, sin su madre, y le hicieron la siguiente pregunta:
-A ti... ¿a ti te dan de comer en tu casa?
El análisis mostraba un inicio de desnutrición y como se creían que era gitano pensaban que sus padres se lo gastaban todo en drogaína y tenían a los críos a pan y agua, así que poco menos que llamaron a Servicios Sociales. Hubo una discusión de diez minutos hasta que éste contó que había estado almorzando y cenando durante una semana en un McDonalds y entonces el médico le creyó y le dejó ir sin quitarle la custodia a los padres, que se llevaron el disgusto de sus vidas. Desde entonces no habré entrado al McDonalds más de cuatro o cinco veces y cada vez que lo hago me acuerdo y me parto el culo...
(Y si no te ha gustao la historia, no habértela leído entera, coño.)
Hará ya casi diez años, cómo pasa el tiempo, cuando estábamos terminando BUP y nos fuimos, como era de rigor, de viaje de fin de estudios por media Europa, una cosa de éstas tremendas en que ves de media dos países por día, alguno sin bajarte siquiera del autobús.
Dando vueltas por Alemania, Suiza y Austria descubrimos dos verdades fundamentales sobre la posición de España en el extranjero:
1.- No te puedes ir cagando en la puta madre de la gente por la calle pensando que no se van a dar cuenta porque lo haces en español: uno de cada cinco transeúntes (¡acojonante!) conocen lo suficiente el idioma como para que se te acerquen a partirte la cara.
2.- La peseta era, pobrecilla, una puta mierda y no teníamos poder adquisitivo ninguno, menos en Budapest, que estaban las cosas superbaratas porque Hungría es un país aún más chungo que el nuestro.
Así que andábamos fatal de pelas y entre eso y que los críos éramos unos payasos y todo el mundo tenía alguna pega a la hora de ir a zampar nos decidimos por el mínimo común denominador y nos tiramos semana y pico prácticamente a base de menús BigMac.
La cuestión es que uno de mis colegas es de la Palmilla. Si no tenéis el gusto, sabed que salió una vez en el telediario de Tele5 como el barrio con mayor número de armas por metro cuadrado de España, y que el cámara se encontró con el famoso "tío del hacha" y se tuvo que largar corriendo. Este amigo además era pequeñito y muy moreno, lo cual lo unes a su lugar de residencia y te explicas por qué todo el mundo lo tomaba a simple vista como un gitanete, aunque no lo era, que era payo y un tío muy majo que no se metía con nadie ni le había quitado a nadie el reloj en su vida.
Pocos días después de volver de viaje, este niño se puso malo y se fue al médico donde le hicieron una análisis de sangre. Cuando le tocó ir a que le dieran los resultados le hicieron entrar solo, sin su madre, y le hicieron la siguiente pregunta:
-A ti... ¿a ti te dan de comer en tu casa?
El análisis mostraba un inicio de desnutrición y como se creían que era gitano pensaban que sus padres se lo gastaban todo en drogaína y tenían a los críos a pan y agua, así que poco menos que llamaron a Servicios Sociales. Hubo una discusión de diez minutos hasta que éste contó que había estado almorzando y cenando durante una semana en un McDonalds y entonces el médico le creyó y le dejó ir sin quitarle la custodia a los padres, que se llevaron el disgusto de sus vidas. Desde entonces no habré entrado al McDonalds más de cuatro o cinco veces y cada vez que lo hago me acuerdo y me parto el culo...
(Y si no te ha gustao la historia, no habértela leído entera, coño.)