La egolatría que vivenciamos en el malestar de nuestra época, ha sido potenciada desde el individualismo hueco de valores, donde la apariencia externa, la imagen pública han eclipsado la interioridad y la verdadera vida de las personas. La referencia del punto de ida y vuelta al que retornar es la adolescencia. Todo el mundo intenta volver en su mente trastornada, con un cuerpo decrépito que ya no se corresponde en aquella alegría de vivir.
Carcamales acabados, viejas pellejudas, represores de la juventud, envidia de no haber sentido los mejores años de la vida, rabia que carcome la conciencia. Tras la encrucijada de caminos, no hay retorno, no se puede viajar en el tiempo hacia el pasado. Quien no lograra ni un solo beso en la adolescencia tendrá una alteración psíquica cronificada. Toda sublimación académica, laboral, política, financiera, por económica que sea, lleva a la insatisfacción resentida.
Una sociedad desquiciada, al borde del colapso psíquico, donde gente insegura, cagada de miedo, decidió encerrarse en círculos sociales de egoístas tribales cuyo mantra de zarrapastrosos gualdrapas es "sálvese quien pueda" o "después de mí, el diluvio". Bohemios, lúmpen, gentuza violenta, solamente buscan respaldar sus intereses de supervivencia y perpetuación. Lo malo ya conocido, para no arriesgarse a nada, ni quieren integrarse en la sociedad, ni se esfuerzan en convivir. Quizá todavía en los funerales hablen con parientes queridos sean lejanos pero no en base al parentesco, la panda del colegio y la parienta es el infierno que labraron con sus cansadas manos.