DIEGO ENCADENADO

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ÉL

El día sacrificó su luz ante el oleaje negro de una noche próxima. Pronto, la oscuridad fue tan profunda, que a Diego se le antojó como algo sólido cuyo peso sobre su espalda le obligaba a besar la Tierra. Las estrellas parecían reacias a salir y la Luna tímida no mostraba ninguna de sus caras. El viento era frío y su paso desordenado entre las hojas de los árboles se convertía en un lamento tenebroso. Era la primera noche de condena de Diego y no recordaba haber vivido otra tan oscura. Apenas había diferencias entre tener cerrados o abiertos los ojos, y sin embargo Diego permanecía atento, concentrado en distintos puntos del manto negro que se extendía ante él, girando la cabeza a menudo... velando por si venía.
Comenzó poco a poco a sentir asfixia, como si la oscuridad que le rodeaba formase manos oscuras que le apretaban el cuello. Cada vez giraba más deprisa la cabeza, necesitaba ver una luz, cuanto antes, porque sino presentía que se ahogaría en la negrura. Le resultaba insoportable parpadear en la oscuridad. Deseó echar a correr, en cualquier dirección, sólo quería poder ver algo, distinguir una forma, lo que sea o la oscuridad acabaría por volverle loco. Deseó con toda su alma correr, pero esta vez algo se lo impedía, algo no le dejaba huir de su condena, algo lo ataba. Cadenas. Pesadas cadenas de acero rodeaban su cuerpo y lo mantenían pegado a una roca enorme. Ahora formaba parte del decorado, formaba parte del paisaje... formaba parte de la negrura, la misma que abarcaba todo el horizonte... la misma de la que no podía escapar. Así, solo pudo imaginarse corriendo. Pensó, que si no estuviera atado, correría muy rápido, todo lo rápido necesario para creerse capaz de volar.
Debía tranquilizarse, y luchar contra la locura. El hambre y la sed podrán ser poderosos rivales, no le cabía la menor duda. Pero era la locura lo que más temía, temía de él mismo. Pensando de esta forma logró por fin dominarse. No podía desesperarse... aún. Era normal que ella no viniera. No hacía ni cinco horas que él mismo se había atado a la roca, lanzando muy lejos la llave del candado para no sumar como rival a la tentación. No hacía ni cinco horas que le había enviado la carta. No la recibiría seguramente hasta mañana temprano. Lo mejor ahora será buscar la postura más cómoda como para dormir. Sería más fácil llevar la condena si durmiera a propósito y no por fatiga, aunque dudaba conseguirlo de esa manera. La roca escarpada se clavaba en su espalda, y era demasiado alta como para tumbarse en ella. La cadena daba dos vueltas, una pasaba por el pecho y otra por el estómago, ambas le mantenía fuertemente aferrado a la roca. Por lo tanto tampoco podría arrodillarse. Solo quedaba la opción de dejar caer su cuerpo hacia delante. No había otra posibilidad. Tendría toda la noche en tensión los músculos del cuello, las manos y los abdominales. No quería ni imaginarse la protesta de éstos cuando despertase (si conseguía dormir).
Después de mucho movimiento para acomodarse, olvidó por completo la oscuridad con sus manos invisibles estranguladoras, olvidó la búsqueda desesperada de la luz, olvidó incluso que estaba atado a una enorme roca lejos del mundo en un vasto prado solitario donde solo se oía el constante ulular del viento nocturno. Olvidó los dolores físicos, y por un momento también los dolores del alma. Se concentró en su cara... su dulce cara. Olvidó los hechos, las razones que lo mantenían fijado a una roca durante la noche más oscura de la historia. Solo veía la cara de Virginia, sus ojos azules con la mirada cansada, sus cabellos dorados pegados a su suave cara, como de seda. Al final logró dormirse, y en sus sueños aparecía el mismo rostro.

ELLA

‘’ Muchos creen que las palabras son un instrumento muy útil para conquistar una dama. Decir Te quiero al final de un poema rimado para muchos es una estrategia, un paso previo a la victoria. Las mentiras adornadas son más poderosas que las verdades humildes. El arte no solo está en las manos de los poetas, sino en los ojos de los amados quienes tienen que ser capaces de distinguir trozos de alma en lo escrito. Si no te diste cuenta, yo te escribí con el alma. Cuando dije que te quería más que a nada en el mundo, todo el mundo tuvo celos de ti. Cuando te dije que solo pensaría en tu belleza cada noche, empezó a odiarme la Luna. Cuando te dije que solo soñaría con tu grandeza, en mis sueños no cabía nadie más. Cuando te dije que poseías la llave de mi corazón, la que me alejaba de la muerte, es porque la tienes. Te la dejaste en mi lecho cuando partiste aquella mañana sin avisar. Te envío esa llave junto a esta carta, no me gusta quedarme con lo que no me pertenece. Ahora quizás, con la metáfora hecha carne, espero que comprendas que mis poemas, aunque imperfectos y absurdos, nunca mintieron.''

En lo que restaba de hoja, bajo un grotesco rótulo que rezaba ''Mapa del Tesoro'', se apreciaban las indicaciones para dar con la ubicación exacta de Diego, el sitio donde Virginia debía usar la llave olvidada. ¿Qué abriría la llave? Virginia se temía lo peor. Recordó lo que acababa de leer: '' la llave de mi corazón, la que me alejaba de la muerte...'' Lo que parecía claro es que la vida Diego estaba en manos de Virginia. La atractiva joven miró con rabia la llave, ese trocito de metal pequeño, inofensivo e indiferente convertido en la diferencia entre la vida y la muerte.
Sosteniendo la vida de Diego con una mano, Virginia no supo que hacer. Su mente le instaba a salvarle temiendo los mordiscos y arañazos de la conciencia como consecuencia de dejarle morir. Cuan fácil era no hacer nada, no pensar. Cierto es que no sería muy difícil cambiar la realidad, al fin y al cabo, hay tantas realidades como cabezas. Su realidad es suya, está dentro de su cerebro. Siempre que hiciera falta, la podría moldear a su gusto. Pero por desgracia, por naturaleza el ser humano pone trampas a sus propios remedios, tanto individualmente como en sociedad.
''¿Salvarle, pues?'' Si lo rescataba, debía afrontar su traición. Y el temor de enfrentarse a los errores que uno comete hace que algunos opten por soportar la tortura de la conciencia. El orgullo es como un niño que ha sido criado rodeado de lujos, y odia prepararse su propio desayuno. Cuando este niño pide su desayuno y nadie le contesta, casi siempre opta por no desayunar. Puede que alguien que conozca lo ocurrido no considere traición sus actos. Esa persona diría: ''No le querías, así que le abandonaste. El corazón es el único criminal al que no se puede condenar'' Pero ella sabía que su forma de obrar no había sido la correcta. Cuando Diego le decía que la quería más que a nada en el mundo, ella decía a su vez que le amaba. Cuando Diego le decía que solo pensaría en su belleza cada noche, ella confesaba que no podía evitar hacer lo mismo con él. Virginia sabía que nada de lo que decía era realmente cierto, pero... sentirse tan querida era nuevo para ella, le hacía sentirse útil. De esta forma, alimentaba con palabras esperanzadoras la fuente que la convertía en una persona importante.
La farsa se fue alargando, convencida estaba de que al final, con el tiempo, acabaría enamorada también. Pero eso nunca sucedió, y aún consciente de su traición sentimental, seguía dando alas a una esperanza ciega. Esto es exactamente lo que la convierte en traidora. Si desde un primer momento hubiera tenido acopio de valor suficiente como para decirle que no quería estar con él, nunca se hubiera sentido así, y evidentemente, jamás se encontraría en la situación que le embargaba. Pero negarse a él suponía seguir desposada con la soledad. Utilizó a Diego pues, como mecanismo de transición. Su capacidad de no exteriorizar sus verdaderos sentimientos convencieron a todos y hasta al mismo Diego de lo que no sentía. Fue entonces cuando conoció a otro hombre, y sucedió lo que todos conocemos como flechazo. Su situación emocional interna se volvió insoportable. Ya no le hacía falta Diego, y por primera vez fue consciente de lo que había hecho. Sin embargó él estaba muy ilusionado. ¿De qué forma le explicaría que desde hace un año su cerebro le había estado engañando, y hace muy poco, también su cuerpo? No solo era traidora, sino también cobarde. Huyó una mañana temprano, con su amante, confiando en que el Tiempo recompondría las clavaduras de astillas del corazón de Diego (siempre se le ha concedido mucho poder al Tiempo aún a sabiendas de que muchas veces pasa arrasando a todos por igual).
De alguna forma Diego averiguó donde estaba. Mala suerte. En momentos como este consideraba que la ignorancia era la felicidad. Si no hubiera recibido la carta, ya sea porque se hubiera extraviado o por lo que sea, jamás sabría que Diego estaba en peligro. De esa forma él podría morir y nunca se sentiría culpable. Pero ya estaba cansada de eludir responsabilidades. Ahora se trataba de una vida, no de un desamor subestimado. Diego se merece una explicación. Toda persona profundamente enamorada a la cual su pareja le abandona para siempre un buen día, merece una explicación. Quizás sea eso exactamente lo que pedía Diego en su carta, quizás ni siquiera su vida estuviera peligrando. Pero... '' la llave de mi corazón, la que me alejaba de la muerte...'' Todos los románticos están locos, hay que tener en consideración sus palabras.
Virginia tomó por fin una decisión, iría dispuesta a encontrarse con lo que sea, dispuesta a asumir sus errores, y dispuesta a hablar con el corazón. No dejaría una vez más a merced del Tiempo los problemas que solo ella podía resolver. Saldría ahora mismo a ver a Diego.

ÉL

A la mañana siguiente, se despertó muy temprano al alba, a causa de un viento fuerte que levantaba tanto polvo que le molestaba al respirar. Tenía la boca llena de arena y polvo. Era una sensación desagradable sentir esa suciedad en su boca, y más aún si no podía escupir. Fue lo primero que hizo, o por lo menos lo intentó, escupir. Tenía la boca seca y pastosa, además de sucia. El intento de escupir le causaba gran dolor, no pudo evitar saborear la arena. Después de un grandísimo esfuerzo un líquido salió de su boca. No llegó a saber si era sangre o saliva. Tenía mucha sed. Muchas cosas solo se aprecian cuando faltan. De pronto recordó a Virginia ‘’Oh Virginia, te necesito, ¿acaso la culpa de que te fueras fue mía? ¿No te aprecié lo suficiente? Yo pensaba que no hacía más que eso, apreciar cada segundo que compartimos unidos...’’
El temor le invadió cuando intentó moverse. ‘’¡No me puedo mover!’’ Había intentado echar el cuerpo hacia atrás y apoyarse en la roca pero no lo consiguió. ¿Acaso estaba tan cansado que no podía moverse? O lo que es aún peor ¿Sus músculos, después de una velada tan insoportable se negaban a obedecerle? Volvió a intentarlo. Concentró toda su mente y su fuerza en la cintura, e intentó moverse hacia atrás. Un alarido de dolor le recorrió todo el cuerpo. Sí, podía moverse, el cuerpo le respondía, pero a un precio muy elevado. Permaneció como antes. Quiso volver a intentar apoyar la espalda en la roca, doliera lo que doliera. Y así, de un tirón se echó hacia atrás. No pudo evitar que el alarido de dolor, esta vez más potente, se escapara por su boca. Su espalda respondió con unos crujidos de huesos nada agradables, y todo el cuerpo acabó temblando incontroladamente.
No se atrevió a seguir moviendo partes de su cuerpo. Se quedó ahí recostado en una postura muy incómoda, mirando al cielo, respirando con dificultad. No podía hacer otra cosa sino esperar. Ver como pasaba el Tiempo, ver como su paso afectaba a la Naturaleza. Estuvo varias horas mirando al cielo, concentrado en su color, sumido en pensamientos extraños y surrealistas, como los sueños. Pero Diego estaba despierto analizando el paso del Tiempo. Se fijó como varió el color del cielo que cada vez se fue haciendo más claro.
Ahora el Sol estaba en todo lo alto. Diego se lo imaginó como un trabajador forzado, que le obligaban sin ganas a alumbrar un mundo decadente. Como todo trabajador forzado, intentaba con cierto disimulo hacer mal su trabajo, así los rayos del Sol quemaban más de lo que debieran. Sin querer, Diego miró fijamente al Sol, y sintió calor en sus ojos. Ese calor se transformó en un intenso dolor, como una daga clavada de improvisto. Diego olvidó el dolor del resto de su cuerpo. Sus ojos ardían y le dolía. Se movió desesperado chillando frotándose los párpados con el hombro. Empezó a lagrimear. Entonces tuvo la misma duda, no sabía si era sangre o lágrimas. Al final se convenció de que era sangre, pensó que sus ojos se estaban derritiendo. Todo parecía confirmarlo, abría los ojos y no veía nada, los ojos lloraban sangre, ardían. Gritó, gritó como un loco presidiario (al fin y al cabo eso era) pidiendo al viento que lo dejaran en libertad. Siguió gritando desesperado, volvió a desear echar a correr y nuevamente unas calientes cadenas lo mantenían atado. Dio alaridos de locura hasta que no logró escucharse, aunque seguía con la intención de emitir ruido. Por fin, ¿había vencido la locura? Ni siquiera llegó a plantearse la pregunta. Volvió a entrar en la noche más oscura de su vida. La oscuridad, aunque de día, no quería abandonarle. Se desmayó.
Pasaron las horas y Diego por fin despertó, esta vez a causa del poderoso tronar de un cielo que amenazaba con derrumbarse en cualquier momento. Miró hacia arriba y vio un manto negro plaga- do de puntos blancos. ‘’No es posible, ¿veo o no veo?’’ Diego estaba inseguro, no confiaba en si mismo, la locura iba un paso por delante. Recordó lo acaecido horas antes, había desafiado al Sol al juego de mirar fijamente para ver quien ríe primero y perdió. Pero ahora, veía la tierra bajo sus pies y el cielo sobre su cabeza. En ese momento llegó a convencerse de que estaba bien, solo había perdido la vista momentáneamente. Pero entonces miró al cielo y vio algo que no creía posible que estuviera. Un grupo de estrellas caprichosas estaban dispuestas en el firmamento formando una V perfecta. Pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada. Apartó la vista, con cierto temor, se había olvidado de la sed, su estado mental le preocupaba. El cielo llamó al desobediente Diego que había apartado la vista, con un potente trueno. Ante el aviso Diego volvió a mirar, y ahí seguían las estrellas, formando la inicial del nombre de su amada. ‘’Puede ser una coincidencia...’’ Como si el trueno de antes hubiera hecho una brecha en el cielo, comenzó a llover, primero suavemente y al rato con mucha fuerza. El cielo lloraba, y Diego dudaba que fuera por él, quien aún no sabía si lo que estaba viendo era la realidad o una recreación de la misma fabricada por su imaginación.

ELLA

Fuera de la posada Virginia pudo apreciar como llovía con severidad. Llovía con tanta fuerza que parecía que nunca iba a parar de llover. Era como si Dios, cansado de los pecadores, hubiera ordenado un nuevo diluvio. Pero... ¿Dónde está el Arca? Virginia se sentía culpable, siguiendo su línea de pensamiento religiosa se podría decir que sus actos como el de otros millones de personas habían desencadenado el gran diluvio, que ella, sentada en una habitación alquilada, podía ver a través de la ventana. ¿Los arrepentimientos nunca llegaban tarde? En realidad, muchos arrepentidos nunca consiguen la paz. Virginia volvió a pensar en lo ideal que hubiera sido confesar sus verdaderos sentimientos en su momento, para evitar todo lo que le estaba ocurriendo. ‘’Si pudiera retroceder en el tiempo jamás hubiera traicionado a Diego’’ Juramentos parecidos eran comunes entre los arrepentidos, pero no bastaba con eso...
Si llueve por su culpa, estaba dispuesta a mojarse. Así, se volvía a hacer carne otro pensamiento. La responsabilidad caía en forma de gotas de lluvia, y Virginia estaba dispuesta a sentir sus gélidos látigos sobre su espalda hasta curar la herida que había causado. Después de tomar la decisión de continuar su viaje a pesar del cansancio y la lluvia, mientras se preparaba para abandonar la posada, pensó con cierta satisfacción y pensando que todo saldría bien, que había aprendido mucho de la vida con esa experiencia que estaba viviendo. Salió de la posada, con la idea de que por fin obraba bien después de mucho tiempo, y con la intención de borrar las manchas de su pasado, continuó su viaje, sin quejarse en ningún momento de la lluvia que caía.

ELLOS

Amaneció otra vez. Todo se hizo más claro, pero no paró de llover, aunque ya no caían las gotas con tanta fuerza. La piel de Diego se volvió pálida y arrugada, había pasado toda la noche bajo la lluvia torrencial. Su cuerpo temblaba sin control, respirar era doloroso y cada nueva gota que caía sobre él era como un pellizco. No durmió en toda la noche temiendo ahogarse. Por lo menos logró paliar la sed, el hambre sin embargo, esa noche se hizo más presente que nunca. Era bastante triste pensar, que quizás, la posibilidad de comida más próxima no estuviera mas allá de cuatro o cinco kilómetros, y no podía llegar a ella. Diego pudo imaginarse el olor de una deliciosa carne asada, o el aroma de una sopa caliente. Fue tan real la sensación de oler esos alimentos, que Diego no pudo atenuar su preocupación sobre su verdadero estado mental.
Fue la noche más dura que había vivido. Ya no sólo era el dolor físico, se había acostumbrado tanto a él que ni siquiera recordaba el placer de dormir en una suave cama de algodón. Lo que hacía especialmente terrible a esa noche era el simple hastío, la espera de algo que probablemente nunca llegaría. Envidiaba a los personajes de las historias que había leído, porque el tiempo pasa tan deprisa en los libros, que a veces no se aprecia el sufrimiento al que a veces están sometidos. Este paso tan rápido del Tiempo es lo que hace bellas a las historias de amor, porque el autor se concentra en las partes más emocionantes, sin mencionar nada que se aleje de la temática principal. Diego pensó que si él fuera un personaje literario, su autor seguramente pasaría de forma directa a la parte final, donde era rescatado, o por el contrario, moría abandonado. Él era de carne y hueso, por lo tanto estaba condenado a la espera. Y concentrado en dicha espera, ocurrió algo que incrementó su preocupación: creyó oír los engranajes oxidados del Tiempo que pasaba...
En esa noche, consideró por primera vez si había hecho lo correcto. ¿Valía la pena sacrificar su vida por aquel que te traiciona? No tiene otro nombre, cuando una persona afirma que te ama, y luego te abandona sin decir adiós, está traicionando tus sentimientos. Ciego de amor sin conocer las verdaderas causas del abandono, Diego se negaba a vivir sin Virginia, por eso ideó la condena. Pero en la espera de la segunda noche, cuando empezaba a sentir en sus labios un sabor extraño, creyendo con temor que podría ser la muerte, pensó que su condena era absurda. Si Virginia lo traicionó una vez sin considerar el daño evidente que había hecho, no le costaría nada abandonarlo a la muerte definitiva, la muerte del cuerpo. Aun así, en una parte de él, brillaba la esperanza, como la luz que se interna por el resquicio de una cueva oscura. Una parte de él perdo- naba a Virginia, porque esa parte ingenua de Diego creía que todo tenía explicación, que su aban- dono no fue en absoluto traición, que ella vendría a rescatarle. Mientras dos partes diferenciadas dentro de Diego, hacían apuestas sobre que belleza llegaría primero, si la muerte o Virginia; Diego en conjunto no sabía si la locura ya le dominaba: La V en el cielo, el olor de los alimentos, el chirrío de los engranajes...
Al amanecer Diego no pensaba en nada, lo veía todo borroso, irreal. En la espera de la noche la locura se había sumado más puntos. Estaba mareado, y vomitaría si tuviera algo que vomitar. Hizo un último esfuerzo de colocarse por delante del Diego Loco.
No estoy loco, no estoy loco...- Repetía incesante mientras el mundo daba vueltas.
Una figura se acercaba a él, corriendo.
¿Qué es eso? - Miró atentamente y vio que era una mujer que corría hacia él bajo la lluvia.- No, no caeré en tus trampas, es una alucinación, aléjate... aléjate...- Apartó la vista y movió la mano en el aire intentando borrar la imagen falsa que su imaginación quería que viese.
Diego... Diego... Traigo la llave.
Diego se tapó los oídos.
Cantos de sirena... cantos de sirena... no quiero oírte... no me engañes... vete ¡¡VETE!!
Virginia se detuvo a dos metros de Diego.
Diego... soy yo, Virginia. Traigo la llave. Te desataré enseguida.
Virginia se adelantó.
¡Atrás! No te acerques ilusión. Tu no eres Virginia. ¡Cállate!
Diego, yo...
¡Calla! Retrocede, desaparece. No me vencerás maldita locura, no caeré en tus trampas, no morderé tu bello anzuelo. Esperaré a Virginia, ella me ama. ¡Imagen engañosa! Aléjate.
Yo soy Virginia... déjame tocarte.
Virginia adelantó una mano sollozando
¡Aléjate de mi, Imitación!
Furioso, Diego con la pierna derecha dio una patada lanzando fango a Virginia.
No... no... ¿qué te ocurre?- Dijo Virginia llorando sin preocuparse del fango en su ropa.
¡¡Fuera de mí, maldita falsificación!! Tu no existes.
Diego siguió lanzando fango y arena mojada con las piernas para mantener alejado al presunto espejismo. Virginia se arrodilló llorando, tapándose la carra llena de barro, preguntándose:
¿Qué he hecho?... Dios mío, perdóname.
Virginia continuó lamentándose de rodillas, recibiendo constantemente el fango que Diego le lanzaba con sus piernas.
Perdóname... Quería rectificar mis errores... He llegado tarde...
Dicho esto con un tono de difícil distinción debido al llanto, Virginia se puso de pie y empezó a retroceder.
Eso, aléjate de mí. La locura no me vencerá jamás. No me dejaré ganar. ¡¡JA JA JA!!
Hasta siempre.
Fue lo último que dijo Virginia antes de darse la vuelta para regresar a su hogar. No podía evitar oír la risa. Aceleraba el paso para alejarse de ella. Sería la última vez que vería a Diego.
Cuando por fin el hombre atado estuvo sólo, comenzó a hablar:
- Yo te esperaré Virginia. Sé que vendrás. No me dejarás morir. Te espero mi vida...
Estuvo hablando sólo, horas y horas. Virginia no llegaba. Sin embargo siguió diciendo convencido que vendría, hasta que fue vencido por el cansancio, y así, desprotegido, la bella muerte le hizo una visita.

QUE ES UN TOCHAZO! PUES SUS JODEIS! a leer todos este relato que aunque es muy simple yc asi sin dialogos es de los mejroes que tengo, ya pondre más cuando vaya encontrando por mis cds.
 
ThanatoS rebuznó:
SOY THANATOS no barrilete... jodidos cabrones!

Barrilete cabrón, la última vez que nos cuelgas una mierda de estas, limítate a responder con un " 8) cool" o un "^^" que de ahí no pasas.
 
Tuve intención de empezarlo, pero cuando bajé con el ratón hacia abajo para curiosear cuantas líneas tenía.........¡lo mandé a la mierda!
 
ThanatoS rebuznó:
SOY THANATOS no barrilete... jodidos cabrones!



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Henry Chinasky rebuznó:
ThanatoS rebuznó:
SOY THANATOS no barrilete... jodidos cabrones!

Barrilete cabrón, la última vez que nos cuelgas una mierda de estas, limítate a responder con un " 8) cool" o un "^^" que de ahí no pasas.

eso ya se acabo, y no soy el puto barrilete de los cojones joder!
 
ThanatoS rebuznó:
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Que te vas a poner a llorar?
 
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