Al comienzo de la película, Burroughs (Peter Weller) trabaja de exterminador. A partir del momento en que descubre que Joan (Judy Davis), su mujer, se chuta el insecticida que él utiliza para matar cucarachas y escolopendras, todo cambiará para siempre. Cuando cae en la droga, comienza una gran alucinación en la que los insectos son espías (agentes) que le convencen de que Joan es una agente del otro bando a la que debe exterminar. Las máquinas de escribir tienen cuerpo de insecto y hablan por un orificio anal que tienen justo detrás del teclado. Burroughs comienza a asustarse ante sus tendencias homosexuales para terminar aceptándolas. Mata a su esposa jugando a Guillermo Tell, y llega el exilio a Tánger, donde encontrará más drogas, sus primeros amantes y comenzará a escribir las notas que derivarían en El almuerzo desnudo. En definitiva, una recreación de las circunstancias y elementos que rodaron la vida del autor en aquella época ubican la película en el territorio de la realidad y la definen argumentalmente de un modo coherente. Por otra parte, las aventuras del Burroughs agente, sus máquinas de escribir parlantes y los insectos gigantes se insertan dentro de las alucinaciones provocadas por la droga y dan lugar a recrear fragmentos de la propia novela. Realidad y ficción se funden del único modo posible en una historia tan real como cruda y violenta, sin llegar a la pornografía de la novela, aunque también sin obviar el tema de la homosexualidad y por supuesto tampoco el gran tema de la droga.