No se ha hablado lo suficiente sobre un tema que ya en su día puse sobre la palestra y que es el meollo de todo. Sé que no es el hilo apropiado, (verdad
@naxo) pero lo cisco aquí a modo de inciso. El asunto es cuestión es que no hay un análisis pormenorizado y profundo de lo que subyace en la personalidad, los deseos y anhelos de los propietarios de ese chalet de estilo vetusto galapagueño. Siempre me ha llamado poderosamente la atención el estilo, sí, el estilo lo es todo en la vida. El estilo viste al individuo, los ropajes de la personalidad, las vestimentas del alma. Y chepa lo sabe, por eso siempre ha intentado que se le fotografíe con un Hyunday, siempre con esa coleta arratonada cuarentona como símbolo de la rebeldía juvenil, con esos jerséis de la marca esa que solo usa él y unos pocos borregos serviles, con esa negativa a llevar corbata, y un larguísimo etc de símbolos estéticos que formaban la carrocería del personaje. Una carrocería moderna, austera, que miraba al futuro, al avance, que renegaba del rancio pasado. Y de repente se compra un chalet y resulta que parece el chalet de un coronel del ejercito de Franco de padres y abuelos también castrenses. Con ese aire de fin de la dictadura, con un estilo arquitectónico de señorito de los 80 de familia bien y rancio abolengo. La casa de la finca donde vive el señor con sus casitas a 50m del servicio, el pastor, el vaquero y el gañan. Un chalet, que para los que somos de pueblo y hemos visitado fincas y dehesas latifundistas, era el prototipo de estilo, decoración, diseño de casa-chalet-cortijo del dueño y señor de las tierras.
Ningún arquitecto forero habló claro sobre lo aberrante de ese estilo ya mega pasado de modo y que solo gente vieja construye a modo de consagración de un sueño que desde niños han tenido y que con la vejez ejecutan con todos los ahorros y después de haber repartido la herencia de las empresas, pisos, naves y fincas entre los hijos pijos: Jimena, Cayetano y Mateo.
Como diría liachu, muy experto y mucho experto en tantos y tantos temas, ese chalet con hedentina a cardado, abrigo de pieles, chaleco, pantalones de pinzas, y habitación de la sirvienta colindante a la cocina y cuarto de la colada. Ese chalet, amigos míos, es el sueño oculto de un rojo de salón del extrarradio que en lo más profundo de su ser siempre quiso ser un señor de los de siempre.
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