cuellopavo
El hombre y la caja
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- 23 Abr 2006
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Don Herold no puede considerarse un conocedor del actual cine español. Falleció hace años. Pero su opinión merece la pena que sea rescatada: «La llegada de las películas habladas no afectó en modo alguno a mis actores cinematográficos preferidos: los caballos». Estoy de acuerdo con Herold sólo en parte. Entre un caballo y Victoria Abril me quedo con el caballo, pero si en la opción entra Emma Suárez, mando al caballo a freír puñetas y que se las arregle sólo por las praderas que elija. Y no tengo nada contra Victoria Abril, ni Aitana Sánchez-Gijón, ni Ana Belén, ni Leonor Watling ni la Bardem de turno -los Bardem son al cine lo que los Goytisolo a la Literatura, que hay demasiados-. No tengo nada en su contra, excepto que me aburren, que no es culpa de ellas sino mía, como también lo hacen -por mi culpa, insisto-, Echanove, Sacristán, Juan Diego o Javier Bardem -los Bardem son al cine lo que los Pérez al listín telefónico, que no terminan nunca-. Y si no me interesan, porque no me los creo, cuando actúan, menos aún me seducen como individuos. Son estrellas muy locales, más farolillos que astros rutilantes. Nadie los conoce en Karachi, que es la ciudad establecida por Humphrey Bogart para alcanzar la celebridad: «No eres una estrella hasta que no puedan deletrear tu nombre en Karachi».
Javier Bardem y su aspecto de descargador de cervezas, con su cara de “me caigo de guapo”, ha visitado Cuba para promocionar una cosa suya a la que llamaremos “trabajo”. Se ha dejado entrevistar por una televisión, por supuesto estatal, y se ha descolgado con la oportuna cantinela de que “hay que juzgar a Bush, Blair y Aznar por crímenes de guerra”, pero se ha olvidado, adecuadamente, de hacer cualquier crítica menor a la falta de respeto por los derechos humanos que impera en la isla caribeña comandada todavía por el ya chocholo dictador Castro. Lo que diga Bardemcito Jr. no merece ni más análisis ni más valoración lejos de la sonrisa.
Este grupo de actores politicastros y pancarteros, ha conseguido que el cine español confirme la opinión de Mike Barfield -«Las palomitas de maíz es el único sector del negocio del cine en el que aún perdura el buen gusto. Si los españoles no compran localidades para verlos en el cine, no van a dejarse influir por sus guateques públicos por muy en La Habana que se celebren. Este grupo coordinado por Zapatero y Llamazares ha conseguido que el cine español -con la colaboración de directores, productores y las subvenciones del Gobierno de Aznar en su momento- haya convertido la frase de Hawley R. Everhart en una sentencia irrefutable: «Algunas películas acaban bien sencillamente porque acaban». Se creen dioses y no son nada del otro mundo. Katherine Hepburn, que les sacaba a todos estos varias traineras de ventaja, decía que «actuar es el menor de los dones, y no una forma con mucha clase de ganarse la vida, como lo demuestra Shirley Temple, que lo hizo muy bien a los cuatro años».
No creo que todo sea negativo, porque en el cine español hay tres o cuatro buenos directores, algún productor que se juega su dinero, una decena de actores y actrices admirables, varios guionistas excelentes y un cierto talento libre que de cuando en cuando, surge y sorprende. Pero como decía Fernando León de Aranoa, el cine es una gran mentira. Y esa mentira se extiende también, irremediablemente, a la vida privada de algunos de sus intérpretes. Además, que el cine en España es todo de barrio, porque la capital es Hollywood, y el que no pase por ahí jamás conseguirá que su nombre se deletree en Karachi.
En fin, que en el fondo no quería escribir de esto. Sucede que no se me ocurría nada, y he permitido a mi mano intentar un divertimento. Javierito Bardem ha adorado la dictadura castrista y con ello rodado una pésima película. Pues eso. Fin. ¡Qué bella palabra en nuestro cine!
https://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20030207&idn=160597
Javier Bardem y su aspecto de descargador de cervezas, con su cara de “me caigo de guapo”, ha visitado Cuba para promocionar una cosa suya a la que llamaremos “trabajo”. Se ha dejado entrevistar por una televisión, por supuesto estatal, y se ha descolgado con la oportuna cantinela de que “hay que juzgar a Bush, Blair y Aznar por crímenes de guerra”, pero se ha olvidado, adecuadamente, de hacer cualquier crítica menor a la falta de respeto por los derechos humanos que impera en la isla caribeña comandada todavía por el ya chocholo dictador Castro. Lo que diga Bardemcito Jr. no merece ni más análisis ni más valoración lejos de la sonrisa.
Este grupo de actores politicastros y pancarteros, ha conseguido que el cine español confirme la opinión de Mike Barfield -«Las palomitas de maíz es el único sector del negocio del cine en el que aún perdura el buen gusto. Si los españoles no compran localidades para verlos en el cine, no van a dejarse influir por sus guateques públicos por muy en La Habana que se celebren. Este grupo coordinado por Zapatero y Llamazares ha conseguido que el cine español -con la colaboración de directores, productores y las subvenciones del Gobierno de Aznar en su momento- haya convertido la frase de Hawley R. Everhart en una sentencia irrefutable: «Algunas películas acaban bien sencillamente porque acaban». Se creen dioses y no son nada del otro mundo. Katherine Hepburn, que les sacaba a todos estos varias traineras de ventaja, decía que «actuar es el menor de los dones, y no una forma con mucha clase de ganarse la vida, como lo demuestra Shirley Temple, que lo hizo muy bien a los cuatro años».
No creo que todo sea negativo, porque en el cine español hay tres o cuatro buenos directores, algún productor que se juega su dinero, una decena de actores y actrices admirables, varios guionistas excelentes y un cierto talento libre que de cuando en cuando, surge y sorprende. Pero como decía Fernando León de Aranoa, el cine es una gran mentira. Y esa mentira se extiende también, irremediablemente, a la vida privada de algunos de sus intérpretes. Además, que el cine en España es todo de barrio, porque la capital es Hollywood, y el que no pase por ahí jamás conseguirá que su nombre se deletree en Karachi.
En fin, que en el fondo no quería escribir de esto. Sucede que no se me ocurría nada, y he permitido a mi mano intentar un divertimento. Javierito Bardem ha adorado la dictadura castrista y con ello rodado una pésima película. Pues eso. Fin. ¡Qué bella palabra en nuestro cine!
https://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20030207&idn=160597