Victor I
Freak
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- 24 Ene 2006
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En 1835 Larra nos dejó una sus joyas bajo el título de "Los calaveras" donde hace un retrato magistral de un tipo excepcionalmente valioso y único que a día de hoy se encuentra, por desgracia, exhalando sus últimos estertores. Se trata del clásico juerguista, del fiestero, del amante de la parranda y la noche, del mujeriego irreductible, del ligón desaforado y don juan a tiempo completo. En definitiva, queridos foreros, os estoy hablando de esa especie en extinción que es el canalla un tipo tan poco recomendable como magnético e imprescindible, al que la flojera generacional que nos devasta y este feminismo voraz e ingobernable que nos asola le tienen puesta fecha de caducidad.
Ya no quedan hombres de pelo en pecho y paquete retador. Hombres de una pieza y voz como el pedernal, que rompían la madrugada y los corazones, que entraba a sangre y fuego en las alcobas, oliendo a pachuli y tabaco negro y volvían acompañados por el sol a descansar con la boca llena de arena por la resaca y el cuello de la camisa bordadito de carmin. No hay hombres que aprieten los puños al desamor y aguanten enteros la decepción y la pena, hombres de palabra y acto, hombres intrépidos e insoletes, viscerales y arrojados.
Hoy todo es diseño y exhibición. Hoy todo es neutral, higiénico, aséptico, hierático, magnético, químico y unisexual. La mujer ya no es carne para la conquista y la resurreción, es un complemento, un bien de consumo, un nombre más en una lista de teléfonos de móvil del que hacer ostentación. Hoy todo es postura y composición, intercambio de marcas de gloss y tónicos reafirmantes. Se disimula el instinto y el olor, se enmascara el temperamento y la pasión, y al mal de amores se le llama depresión y a la ganas de follar ansiedad y vacío vital. Los corazones rotos se consuelan en el chat y las penas se curan con Lexatin.
Tal vez aún tengais suerte y alguna noche os cruceis en vuestras discotecas de moda con uno de estos canallas, de estos ligones de barrio que asustaban a las madres y encharcaban a las hijas. Invitarle a un sol y sombra de parte de Ínclito y no perdais detalle de sus versos. Pertence a otra época, donde todo era seguramente peor, pero también más auténtico y vital.
Ya no quedan hombres de pelo en pecho y paquete retador. Hombres de una pieza y voz como el pedernal, que rompían la madrugada y los corazones, que entraba a sangre y fuego en las alcobas, oliendo a pachuli y tabaco negro y volvían acompañados por el sol a descansar con la boca llena de arena por la resaca y el cuello de la camisa bordadito de carmin. No hay hombres que aprieten los puños al desamor y aguanten enteros la decepción y la pena, hombres de palabra y acto, hombres intrépidos e insoletes, viscerales y arrojados.
Hoy todo es diseño y exhibición. Hoy todo es neutral, higiénico, aséptico, hierático, magnético, químico y unisexual. La mujer ya no es carne para la conquista y la resurreción, es un complemento, un bien de consumo, un nombre más en una lista de teléfonos de móvil del que hacer ostentación. Hoy todo es postura y composición, intercambio de marcas de gloss y tónicos reafirmantes. Se disimula el instinto y el olor, se enmascara el temperamento y la pasión, y al mal de amores se le llama depresión y a la ganas de follar ansiedad y vacío vital. Los corazones rotos se consuelan en el chat y las penas se curan con Lexatin.
Tal vez aún tengais suerte y alguna noche os cruceis en vuestras discotecas de moda con uno de estos canallas, de estos ligones de barrio que asustaban a las madres y encharcaban a las hijas. Invitarle a un sol y sombra de parte de Ínclito y no perdais detalle de sus versos. Pertence a otra época, donde todo era seguramente peor, pero también más auténtico y vital.