Mongüiver
Subnormal
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No sé con exactitud si esto vale para abrir un hilo. Perdónenme los quebrantahuesos, buitres, milanos y halcones, rapiñas todos, si mitifico algo que para vosotros es lo corriente.
Me han pasado en tres ocasiones en esta semana tres detalles, i repeat, detalles, con tres tías diferentes.
No estoy nada acostumbrado a que el universo femenino me trate con esa cercanía rayana con la complicidad. Me apeno por ello, pues el poder tener tías cercanas con las que mantener un juego de complicidad es francamente divertido y te endulza la existencia.
Bueno, lo cuento.
El otro día pidió una compañera de trabajo libranza para poder empatar desde el viernes a las 15: 00 hasta el martes y poder hacer pino-puente.
Lógicamente -ay, cada vez menos-, enviaron a otra compañera que cubriese el día.
Me mandaron a una chavalita con la que había trabajado en otros lugares de la casa en otras ocasiones.
Una chica muy delgadita, casi quebradiza, joven, mona y muy agradable.
Bueno, la mañana fue fantástica, trabajo codo a codo, buena conversación y esa sensación... esa sensación... bueno, ya sabéis, en otra circunstancia hubiera ya quedado con ella esa misma tarde.
La segunda, ayer, en un cursillito.
Se me acerca la tía y se me pone a hablar de no sé qué cirugía (yo había estado atendiendo los postquirófanos), y de si se debía de operar, que si después quedaba bien y todas esas cosas que se deben de preguntar a un médico. Yo con evasivas derivándola al médico de familia para que le mandase con un volante al plástico y mostrándole y explicándole en qué consistía la intervención (frente a un ordenador), y noto a la tía muy, muy, próxima.
Tocando.
Tocándome el brazo como cuando te tocan en esas circunstancias que ya sabéis
Al finalizar me pide el móvil y dice que ojalá nos encontremos por el Hospital
La tercera.
Los que estamos contratados vamos de Servicio en Servicio a cubrir vacaciones, bajas, acumulaciones de tareas... y nos vamos cruzando con multitud de personas.
Algunos, por la razón que sea, somos, y lo digo con la mayor humildad, pero seguro de lo que digo, muy apreciados, y cada vez que volvemos por las diversas Unidades nos reencontramos con compañeras, que nos reciben con una gran sonrisa y hasta con algunos besos (no de los protocolarios)

Bien, pues regresé al Servicio ese a devolver material del cursillo, cuando me ven entrar por el pasillo y empiezo a saludar a mis antiguas compañeras. Una de ellas, apartadamente me pregunta con una gran (y bellísima), sonrisa si voy a empezar en un contrato que se inicia el próximo lunes. Le digo que no, que estoy por otros motivos, y su cara cambia.
Seguidamente me coge del brazo y me empieza a contar la situación actual de la Unidad y el mal ambiente reinante.
En ocasiones, casi se le aprecia el brillo en los ojos de aquellos que van a empezar a llorar.
Pero me mira, le sonrío y me devuelve la sonrisa acompañada de una mirada de ternura que es exactamente la misma que se percibe justo antes de besarte con una chica. La misma.
Es decir. En esta semana, estuve mucho más a punto de poder empatarme hasta con tres tías, de las veces en que he estado a punto en los últimos años, quizá lustros.
No planteo nada. No propongo nada. Tenía que venir a contároslo

Me han pasado en tres ocasiones en esta semana tres detalles, i repeat, detalles, con tres tías diferentes.
No estoy nada acostumbrado a que el universo femenino me trate con esa cercanía rayana con la complicidad. Me apeno por ello, pues el poder tener tías cercanas con las que mantener un juego de complicidad es francamente divertido y te endulza la existencia.
Bueno, lo cuento.
El otro día pidió una compañera de trabajo libranza para poder empatar desde el viernes a las 15: 00 hasta el martes y poder hacer pino-puente.
Lógicamente -ay, cada vez menos-, enviaron a otra compañera que cubriese el día.
Me mandaron a una chavalita con la que había trabajado en otros lugares de la casa en otras ocasiones.
Una chica muy delgadita, casi quebradiza, joven, mona y muy agradable.
Bueno, la mañana fue fantástica, trabajo codo a codo, buena conversación y esa sensación... esa sensación... bueno, ya sabéis, en otra circunstancia hubiera ya quedado con ella esa misma tarde.
La segunda, ayer, en un cursillito.
Se me acerca la tía y se me pone a hablar de no sé qué cirugía (yo había estado atendiendo los postquirófanos), y de si se debía de operar, que si después quedaba bien y todas esas cosas que se deben de preguntar a un médico. Yo con evasivas derivándola al médico de familia para que le mandase con un volante al plástico y mostrándole y explicándole en qué consistía la intervención (frente a un ordenador), y noto a la tía muy, muy, próxima.
Tocando.
Tocándome el brazo como cuando te tocan en esas circunstancias que ya sabéis

Al finalizar me pide el móvil y dice que ojalá nos encontremos por el Hospital

La tercera.
Los que estamos contratados vamos de Servicio en Servicio a cubrir vacaciones, bajas, acumulaciones de tareas... y nos vamos cruzando con multitud de personas.
Algunos, por la razón que sea, somos, y lo digo con la mayor humildad, pero seguro de lo que digo, muy apreciados, y cada vez que volvemos por las diversas Unidades nos reencontramos con compañeras, que nos reciben con una gran sonrisa y hasta con algunos besos (no de los protocolarios)


Bien, pues regresé al Servicio ese a devolver material del cursillo, cuando me ven entrar por el pasillo y empiezo a saludar a mis antiguas compañeras. Una de ellas, apartadamente me pregunta con una gran (y bellísima), sonrisa si voy a empezar en un contrato que se inicia el próximo lunes. Le digo que no, que estoy por otros motivos, y su cara cambia.
Seguidamente me coge del brazo y me empieza a contar la situación actual de la Unidad y el mal ambiente reinante.
En ocasiones, casi se le aprecia el brillo en los ojos de aquellos que van a empezar a llorar.
Pero me mira, le sonrío y me devuelve la sonrisa acompañada de una mirada de ternura que es exactamente la misma que se percibe justo antes de besarte con una chica. La misma.
Es decir. En esta semana, estuve mucho más a punto de poder empatarme hasta con tres tías, de las veces en que he estado a punto en los últimos años, quizá lustros.
No planteo nada. No propongo nada. Tenía que venir a contároslo


