Otro año más cerca de los achaques de tos cancerosa, de caderas rotas, de pastillas e inyecciones que te perpetúan en esta pocilga de mundo, otro año más cerca de comer papillas empotrado en una cama que te ulcera el culo, que te llaga miserablemente todas tus articulaciones. Más cerca estás, Torbe, de los ataques al corazón, de las apoplejías, de las hemiplejías producidas por infartos cerebrales, de embolias que te dejen (más) lelo, de tensión alta en tus arterias, en tu elevado índice de azúcar en la sangre que te supondrá la muerte instantánea en el caso de ingerir un simple caramelo. Más cerca están los días en los que tu hígado dirá basta, tus riñones se pondrán en huelga y te obsequiarán con una bonita infección de orina, tu piel estará tan ajada que un scotch-brite parecerá un fular de seda a su lado, tus músculos tan cansados que te dolerán incluso cuando descansas, tus dedos artríticos no podrán ni agarrar la puta manzana que te debes tomar para que tu podrido intestino evacue convenientemente por tu ya incontrolado esfínter, y menos aún podrán empuñar el arma que sin duda dispararías en tu demencial sien no si antes vaciar el cargador en los pechos de los que te cantan irónicamente aquello de “y que cumplas muchos más”. Felicidades Torbe, están más cerca los días en los que desearás no haber nacido, estás más cerca de la liberación que es la muerte.