Victor I
Freak
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- 24 Ene 2006
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Cuando me siento frente al monitor, en la soledad de la madrugada, dispuesto a disfrutar de los salutírferos beneficios de una buena y energizante gayola, me colapso, quedo detenido, paralizado, sintiendo una incómoda y ácida sensación en el estómago. ¿A quien le dedico esta noche el fruto de mi polla? ¿A las tetonas amateur? ¿A las adolescestes de labios acogedores y veloces? ¿A los orificios anales desportillados por colosales miembros? No soy capaz de elegir, quisiera tene 8 ojos como las arañas y 8 pollas y 8 manos y prolongar la paja durante 8 horas. Me faltán hectólitros de semen para poder eyacularlos a borbotones en honor a tanta zorra estímulante y lúbrica que excita mis sentidos e inspira mi noches.
Esta diversidad imposible de la oferta me causa un malestar físico y una obturación mental. Al final las pajas me acaban saliendo de mala gana, con la triste e inevitable sensación de haberme perdido algo mejor, de que habia un video de faciales o una mamada amateur que hubiera acentuado aún más esa fiebre crepitante del orgasmo. Cuando tenia 14 años, tenia tambien dos revistas porno y unas pajas milagrosas, paradisiacas y exhuberantes como las playas de Caribe. Me bastaba una tarde para honrar a todas las señoritas que aparecian en las acartonadas fotografias regalándome las flor de su secreto.
Con los polvos pasa igual. Es inaudito estas ansias de follar, de acumular coños como quien guarda en el horreo mazorcas de maiz, constituyendo toda una revolución social jamás vista hasta hoy. Olvidémonos de nuestra generación. Pensemos en el ser humano un segundo despues de abandonar su condición de homínido de erecto caminar y veamos cuales eran sus perspectivas sexuales. Una o ninguna. Vivían en pequeños grupos de apenas unas decenas de individuos donde quiza tocaban a un coño por cabeza. Con suerte, con mucha suerte, esto era lo conocían a lo largo de mi atribulada y menesterosa existencia. Un coño.
Avancemos unos milenios mas, pensemos en los primeros asentamientos neolíticos. Pocas novedades nos esperan. Un coño, nada más. Un misero y desgastado coño, la mayor parte del tiempo ocupado en parir, era todo lo que podian permitirse. Y cuando se constituyeron las primeras ciudades mesopotámicas, igual. Y cuando llegaron las polis griegas y las urbes romanas. Lo mismo de lo mismo. Un coño. Y asi hasta llegar a nuestros dias. Un coño. Un hombre un coño, este era el reparto, este el trato y la máxima cima a la que aspirar.
Este era el mundo y estas las opciones hasta que tras la II Guerra Mundial se establece el estado del bienestar y las jornadas de 8 horas, y el ocio del fin de semana, y el tiempo libre, y los excedentes monetarios para para que podamos dilapidarlos en el ocio depredador y nocturno del sexo urgente del fin de semana. La adolescencia se alarga hasta los treinta y muchos y toda una generación que deberian estar criando hijos antes de los 25 comienza a practicar algo completamente revolucionario en el comportamiento sexual humano: buscar múltiples parejas sexuales.
Para mi este es el germen del problema. Tener ilusiones, esperanzas, perspecticas numéricas antinaturales. Aqui esta la piedra clave de muchas de nuestras desdichas, la multiplicidad de las opciones, las infinitas posibilidades de acumular obscena y avariciosamente una cantidad inmoral de experiencias sexuales. Nos estamos adentrando en una terra incognita jamás conocida por ninguna sociedad humana hasta nuestros dias y nuestra mente reacciona de forma ilógica y disparatada.
Este foro es la mejor muestra del punto de degradación y miseria al que nos lleva esta conducta espúrea de la prosmicuidad sexual. Toda una caterva de miserables traumatizados por no poder satisfacer unas expectativas absolutamente delirantes. Follamos demasiado, queremos rebasar límites con los hace apenas unas décadas apenas se podía soñar. No hemos nacidos para ser Tenorios, tampoco Casanovas. El universo sexual de la masa debe de ser el matrimonio y tal vez alguna amante ocasional. Plantearse proezas eróticas y tratar de concretarlas es atentar contra nosotros mismos, contra nuestros antepasados y contra el orden natural de nuestra mente y nuestra sexualidad. Seamos realistas: no hemos nacido para follar.
Esta diversidad imposible de la oferta me causa un malestar físico y una obturación mental. Al final las pajas me acaban saliendo de mala gana, con la triste e inevitable sensación de haberme perdido algo mejor, de que habia un video de faciales o una mamada amateur que hubiera acentuado aún más esa fiebre crepitante del orgasmo. Cuando tenia 14 años, tenia tambien dos revistas porno y unas pajas milagrosas, paradisiacas y exhuberantes como las playas de Caribe. Me bastaba una tarde para honrar a todas las señoritas que aparecian en las acartonadas fotografias regalándome las flor de su secreto.
Con los polvos pasa igual. Es inaudito estas ansias de follar, de acumular coños como quien guarda en el horreo mazorcas de maiz, constituyendo toda una revolución social jamás vista hasta hoy. Olvidémonos de nuestra generación. Pensemos en el ser humano un segundo despues de abandonar su condición de homínido de erecto caminar y veamos cuales eran sus perspectivas sexuales. Una o ninguna. Vivían en pequeños grupos de apenas unas decenas de individuos donde quiza tocaban a un coño por cabeza. Con suerte, con mucha suerte, esto era lo conocían a lo largo de mi atribulada y menesterosa existencia. Un coño.
Avancemos unos milenios mas, pensemos en los primeros asentamientos neolíticos. Pocas novedades nos esperan. Un coño, nada más. Un misero y desgastado coño, la mayor parte del tiempo ocupado en parir, era todo lo que podian permitirse. Y cuando se constituyeron las primeras ciudades mesopotámicas, igual. Y cuando llegaron las polis griegas y las urbes romanas. Lo mismo de lo mismo. Un coño. Y asi hasta llegar a nuestros dias. Un coño. Un hombre un coño, este era el reparto, este el trato y la máxima cima a la que aspirar.
Este era el mundo y estas las opciones hasta que tras la II Guerra Mundial se establece el estado del bienestar y las jornadas de 8 horas, y el ocio del fin de semana, y el tiempo libre, y los excedentes monetarios para para que podamos dilapidarlos en el ocio depredador y nocturno del sexo urgente del fin de semana. La adolescencia se alarga hasta los treinta y muchos y toda una generación que deberian estar criando hijos antes de los 25 comienza a practicar algo completamente revolucionario en el comportamiento sexual humano: buscar múltiples parejas sexuales.
Para mi este es el germen del problema. Tener ilusiones, esperanzas, perspecticas numéricas antinaturales. Aqui esta la piedra clave de muchas de nuestras desdichas, la multiplicidad de las opciones, las infinitas posibilidades de acumular obscena y avariciosamente una cantidad inmoral de experiencias sexuales. Nos estamos adentrando en una terra incognita jamás conocida por ninguna sociedad humana hasta nuestros dias y nuestra mente reacciona de forma ilógica y disparatada.
Este foro es la mejor muestra del punto de degradación y miseria al que nos lleva esta conducta espúrea de la prosmicuidad sexual. Toda una caterva de miserables traumatizados por no poder satisfacer unas expectativas absolutamente delirantes. Follamos demasiado, queremos rebasar límites con los hace apenas unas décadas apenas se podía soñar. No hemos nacidos para ser Tenorios, tampoco Casanovas. El universo sexual de la masa debe de ser el matrimonio y tal vez alguna amante ocasional. Plantearse proezas eróticas y tratar de concretarlas es atentar contra nosotros mismos, contra nuestros antepasados y contra el orden natural de nuestra mente y nuestra sexualidad. Seamos realistas: no hemos nacido para follar.