Fotos de la II Guerra Mundial

Jaime_Ostos

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23 Mar 2006
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Bueno me he animado y pongo este post para compartir y mostrar el material que tiene cada uno, yo soy un friki en todo lo relacionado con esta guerra y un gran coleccionista de fotos asi que espero que os gusten mis aportaciones, un saludo



Primera entrega, con el tiempo iré poniendo mas

Hundimiento del Bluncher en un fiordo de Noruega
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Barco japones Musashi pasandolo bastante mal ante los ataques aliados, posteriormente fue hundido
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Colosion entre el Prinz Eugen y el Leipzig
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Soldados alemanes rendidos a los americanos en los ultimos dias de la guerra
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Rusos capturando alemanes en los alrededores de Stalingrado
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Paracaisdistas alemanes toman un pueblo ante los cadaveres en el suelo de sus enemigos
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Aleman tirando una granada en un bunker de la linea maginot
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Franceses rindiendose a los alemanes
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2 fotos de alemanes rendidos en Stalingrado
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Bombardeo de un aeropuerto
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Liberando Paris
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Aleman se rinde ante un americano en Alemania
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Colaboradores de los alemanes asesinados por los partisanos rusos y despues mostrando su trofeo
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Muy buena la idea, pero las fotos así a pelo no dicen mucho. Estaría bien que fueran acompañadas de un pequeño texto con información tal como la fecha, nombre o localización de la batalla, etc. Más que nada para situarnos en el contexto.
 
Eso edita y ponnos textos que nos sitúen en el contexto en el cual se realzaron las fotografias.
Así el hilo se queda cojo.
 
ahora cuando tenga tiempo edito y os pongo algo relacionado con la foto (si lo se que tampoco soy un lumbreras) pero me parece correcta la idea
 
Prisioneros alemanes
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tropas alemanes defendiendo una posicion
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operacion aerotransportada de tropas del Eje
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operaciones de limpieza en Rusia
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muerte de un civil
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prisioneros alemanes
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partisanos rusos
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otra operacion aerotransportada
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mas partisanos rusos
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Rusos en las ruinas de Leningrado
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americanos rindiendose en la batalla de las ardenas
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soldado aleman en mitad de la batalla
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al ataque!!!!!
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impresionante foto de una trinchera en mitad de la batalla
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donde pongo el ojo pongo la bala
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modo de avanzar de la infanteria en la II guerra mundial
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en retirada
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capturando partisanos sovieticos
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Africa Korps
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Video de la guerra ruso-finlandesa bastante guapo por cierto

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Por cierto no sé que me da que las dos fotos que tienes sobre la guerra de invierno en tu primer post sean de grupos de recreación histórica y no de época(calidad de la foto,uniforme y armamento impoluto,los guantes de cuero que todos llevan,la acitud ante la camara).Paranoias mias.El video ya lo había visto,es un resumen de las tres guerras que libró finlandia del 39 al 45.

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Y siguiendo con los videos de la guerra de invierno y de continuación un video bastante fuerte sobre los horrores de esas guerras contra los soviéticos.

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y un video homenaje al ejercito finés de 1939 a 1945 en tono épico

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Comandante Cobra rebuznó:
Por cierto no sé que me da que las dos fotos que tienes sobre la guerra de invierno en tu primer post sean de grupos de recreación histórica y no de época(calidad de la foto,uniforme y armamento impoluto,los guantes de cuero que todos llevan,la acitud ante la camara).Paranoias mias.El video ya lo había visto,es un resumen de las tres guerras que libró finlandia del 39 al 45.

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pues no te digo que no por que no recuerdo de donde la saque pero puede tambien ser una pose para la época, no era tan raro

por cierto excelentes videos
 
Mensaje del Mariscal C. G. Mannerheim,mando supremo de los filandeses al acabar la guerra:

¡Soldados del glorioso ejército finlandés!

La paz ha sido firmada entre Finlandia y la Rusia Soviética, una paz áspera en la cual la Rusia Soviética ha sido cedida en casi cada campo de batalla sobre el cada uno de vosotros ha vertido su sangre por todo aquello que consideramos sagrado y querido.

Vosotros no queríais la guerra; preferíais la paz, el trabajo y el progreso; pero os forzaron en una lucha en la cual cada uno ha conseguido grandes hechos, hechos que brillarán durante siglos en los anales de historia.

¡Soldados!

He luchado en muchos campos de batalla, pero nunca he visto guerreros como vosotros. Estoy orgulloso de vosotros como si fuerais mis propios hijos; estoy tan orgulloso del hombre del norte como del de los llanos de Ostrobothnia, de los bosques de Carelia, las colinas de Savo, los campos fértiles de Häme y Satakunta, los claros frondosos de Uusimaa y Varsinais-Suomi. Estoy igualmente orgulloso del sacrificio del trabajador de la fábrica y el campesino, desde el más pobre hasta el más rico.

Con alegría y el orgullo mis pensamientos están en deuda con las mujeres del Lotta Svärd, con su espíritu de sacrificio y el trabajo infatigable en miles de tareas, trabajo que ha liberado a miles de hombres para luchar en el frente. Su espíritu noble ha sido inspiración y dado apoyo al ejército, han ganado a fondo nuestra gratitud y respeto.

Un lugar de honor también ha sido ganado por los miles de trabajadores que, a menudo como voluntarios y durante ataques aéreos, han trabajado en sus máquinas para proveer al ejército de provisiones vitales, y tambien para aquellos, que han trabajado resueltamente bajo el fuego para reforzar nuestras posiciones defensivas. De parte de nuestra tierra natal, os agradezco todo.


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Y como sé que te gusta el tema de los Volkstrum

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y una de las HJ cuando ya estaba todo perdido

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Americanos luchando contra los japoneses
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partisanos franceses
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alemanes en el frente oriental
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alemanes rindiendose ante los americanos los ultimos dias de la guerra
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batalla de kursk
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batalla de las ardenas, el final del ejercito aleman occidental
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alemanes desarmando a los franceses
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cohetes fuera!!!
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a las afueras de Stalingrado
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en las puertas de Paris
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americanos cercando en nido del aguila
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enseñando a la volkstrum
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patrulla en un camion oruga
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badeando un rio
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soldados rusos
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un aleman con una pistola ametralladora
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una STG44 con vision nocturna
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campaña de polonia
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los alemanes llegan a budapest
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operaciones de limpieza etnica
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francotirador australiano en Borneo
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los B17 en bombardeo europeo
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un B24 es derribado por la artilleria antiaerea
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2 imagenes mas de la batalla de kursk
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primeros combates en polonia
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infanteria alemana en pleno combate cubriendose
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Batalla en el corredor del Danzing
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conquistando una aldea rusa
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junkers87 "Stukas"
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francotirador aleman
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Batalla de Stalingrado
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francotirador neozelandes en la batalla de Cassino
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prisioneros alemanes en Cherburgo
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trinchera alemana
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despues de la batalla
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fotos en color

Me gustaría contribuir con algunas fotos en color que tomaron los
americanos,entre ellas podéis ver una imagen de la liberación de París
en 1.944.


 
Jaime_Ostos rebuznó:
despues de la batalla
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Ummm ¿soy yo o la víctima de la derecha está desmembrada y tiene la cabeza cortada?
No distingo el cuerpo.....


Aunque ya no me extrañaría, viendo las 2 últimas fotos de los Croatas de Comandante Cobra ya me he quedado de piedra.... :shock: pfff :(
 
Bueno despues de un tiempo volvemos con alguna fotillo, muy buenas aportaciones de todos, gracias :wink:


Alemanes luchando en Rusia en 1941
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Division de francotiradores en Normandia
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Francotirador alemán
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Guerra contra Francia
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Asi se utiliza mi general :P
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Otro francotirador
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rusos en plena batalla
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soldados alemanes atraviesan el rio Bug en Polonia
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soldados alemanes en el frente italiano con un lanzallamas
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frente polaco
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Stalingrado
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Fusilamiento de partisanos
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Dotacion de Spitfire
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alemanes disparando sus Gewehr 43
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Avion Stuka, bombardero en picado que creó el caos tanto en Polonia, Francia y en la primera parte de la batalla con la URSS, llamado tambien las trompetas de Jericó ya que al caer en picado generaba con el viento un pitido que creaba confusion en el enemigo
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Francotirador aleman en Normandia con su Gewehr 43
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Artilleria norteamericana
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batalla en Ucrania
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alemanes defendiendo posiciones en Voronez
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Waffen SS Leibstandarte Adolf Hitler, su guardia personal
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Las Waffen SS defendiendo Normandia
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Franceses de las SS
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Un panzer Tiger
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Otro panzer tiger
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soldado aleman en plena batalla de las ardenas
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maravillosas fotos tio por cierto tendrias alguna de la division 250
 
Bueno pues alguna fotillo de la division azul

cementerio en Rusia divisionario
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español enseñandole a un aleman la insignia
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en la aldea de Sserwogo en el lago Ilmen
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batalla de Krasny Bor
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caido de la division azul
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despedida a la division
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Lago Ilmen
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cuartel general de la division
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la bandera de la division
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en la trinchera
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arrimando el hombro en Trubitschino
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esteban Infantes condecorando a los divisionarios que destrozaron en la primera avanzadilla de los rusos
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mas fotos de divisionarios
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llegando al campamento de Grafenwöhr
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llegando al frente del Wolchow
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con una MG 34
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motoristas helados en Wolchow
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Muñoz Grandes recibiendo la Cruz de Caballero
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parada en Francia
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patrulla de reconocimiento en wolchow
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trinchera helada
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zapadores en Leningrado
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Os voy a poner 2 relatos, se te ponen los pelos de punta:

LOS AFRICANISTAS QUE CORTARON DEDOS ENEMIGOS.
Por Eduardo Font

El cáncer que tenía enquistado en su garganta no le impidió a Joaquín Font, mi abuelo –este no es su nombre auténtico, lo he cambiado por censuras familiares-, relatar el contenido de sus pesadillas. Lo hizo ya pasados los 80 años, siempre a petición mía. Desde que dejó los campos nevados de Rusia en 1943 con la División Azul, los malos recuerdos reflejaban datos inconexos, nombres de aldeas apenas recordados –Possad, Sitno, el río Volchow...-, fechas que bailaban en el calendario. Estas imágenes imprecisas del pasado se alternaban con descripciones detalladísimas de un pelotón de soldados entregados a la esquizofrenia del odio, a la matanza sin cuartel, a la tortura, historias terribles de muerte y venganza de unos fantasmas que tintaron la nieve de color sangre y violaron todas las reglas escritas y no escritas de la guerra. Él insistía: “No me hagas hablar de esto. Ya sabes que no me gusta recordar lo que pasó”. Si abría las cicatrices de la memoria, esa noche no dormía.

Hace algo más de un mes, cuatro periodistas del Toledo Blade (un pequeño diario estadounidense) destaparon las tropelías de un sanguinario pelotón de la 101 División Aerotransportada en los arrozales de Vietnam. La lectura de este artículo rescató del olvido aquellas historias que contaba el abuelo: “Legionarios españoles asaltando trincheras enemigas con cuchillos entre los dientes, heridos rematados con saña, interrogatorios donde los dedos de los prisioneros eran amputados para hacerles cantar, compañeros horrorizados, soldados devueltos a las líneas ene-migas con una mano seccionada para que no pudieran volver a disparar...”.

Desde que mi abuelo murió hace unos meses, me he preguntado si su relato se encuentra en un punto indeterminado entre lo vivido y lo soñado. Los protagonistas son un grupo de legionarios fanáticos, 25 ó 30 hombres, curtidos en las sangrientas contiendas de Marruecos y en la Guerra Civil, que decidieron alistarse en la División Española de Voluntarios para combatir a los comunistas en Rusia durante la II Guerra Mundial. De Ceuta salieron 1.682 soldados y 63 oficiales que, por su experiencia en combate, tenían muy poco que ver con el resto de las fuerzas expedicionarias –la mayoría, voluntarios falangistas-.

Este pequeño pelotón africanista, al que pertenecía mi abuelo, fue incluido en el regimiento 269 y participó en las principales operaciones de ataque y defensa de las tropas españolas en el frente ruso. Según decía, se trataba de un grupo de elite, “extremista, que iba por libre”. Al representar el conjunto más veterano y homogéneo, fue colocado en la vanguardia de los contraataques más feroces cerca del río Volchov. Por su desprecio hacia la muerte, las patillas que les cercaban el rostro, los largos cuchillos que usaban para degollar al enemigo, eran temidos por sus propios compañeros de armas, por su jefe García Rebull e incluso por los soldados alemanes, camaradas de armas en su lucha contra un enemigo común. “Llevábamos el cinturón del Tercio, no aquella hebilla alemana en la que se leía la leyenda Gott mit uns –Dios con nosotros-. En las guerreras portábamos los escudos de la Legión. Eso les molestaba, incumplía las reglas sobre cómo llevar el uniforme de la Wehrmacht, pero nadie tenía valor para castigarnos por ello”, recordaba.

En su pesadilla siempre aparecía una fecha -27 de diciembre de 1941- y un lugar: “La posición intermedia”, un reducto español que defendía el sector entre Lubkowo y Udarnik sumergido tras las líneas soviéticas. El coronel Esparza ordenó cubrir aquella elevación a una sección a las órdenes del alférez Rubio Moscoso. “Todos los españoles fueron asesinados de una forma brutal”, contaba Joaquín Font. “30 ó 40 muertos desparramados, desnudos, machacados contra la nieve”. Busco aquel episodio en un libro titulado La división española de Hitler. Habla de atrocidades cometidas por los dos bandos. Los autores, Gerald Kleinfield y Lewis Tambs, comienzan por el Ejército rojo: “Cuando la patrulla española coronó la cresta, sonaron gritos de rabia y angustia. Los rusos habían hecho su tarea. Los españoles murieron clavados al suelo con picos de los que utilizaban los soviéticos para romper el hielo. Uno de los picos brillaba en el centro de la frente de un guripa”.

La descripción del relato es exacta. Mi abuelo no omitió ni muertos ni nieve. Casi 60 años después, aún sentía la expresión de espanto de su amigo Ramón “con un machete metido en la boca, muy abierta, porque habían clavado su nuca a la tierra endurecida por el frío. Los cadáveres estaban rematados y congelados a casi 40 grados bajo cero”.

La respuesta no se hizo esperar. “Nos llamaron, conociendo nuestra experiencia en las guerras de África con la Legión y lo que allí habíamos aprendido, para realizar un contraataque rápido apoyados por el resto del regimiento 269”, dice una de las notas que pude tomar de su relato. Salieron de sus trincheras a vengar el asesinato de sus camaradas sonriendo de una manera feroz, con gritos de “¡Arriba España!” y “¡Viva la Legión!”. Pero se les fue la mano. Mi abuelo habló de más de mil muertos rusos en aquella operación de castigo. Él mismo se sorprendió diciendo: “Al primer prisionero ruso le voy a comer las entrañas”.

Cuando atravesaron el campo de batalla en sombras se acercaron a la Vieja Capilla, sacaron los cuchillos y las bayonetas y se lanzaron a un combate cuerpo a cuerpo. Él lo recordaba así: “Nos metimos en sus trincheras y los sacamos a bayonetazos. Después corrieron sobre la nieve gritando “Vojna kaputt” [la guerra se acabó] y los abatimos a placer. Primero uno, luego otro. Sin prisioneros. Sin supervivientes. Y nosotros a lo nuestro. Muchos muertos, deformados por los culatazos, eran una mezcla de hueso y carne. En sus bolsillos llevaban los objetos que habían robado a los españoles”.

Para corroborar el relato, leo en el mismo libro: “Los rusos fueron desalojados de las colinas en las que se habían atrincherado. La acción duró menos de 12 horas. Según recuento de los cadáveres, las pérdidas rusas ascendieron a 1.080 muertos. Sin prisioneros; los españoles: tres oficiales muertos y cuatro heridos”. La historia encaja. Un grupo de 25 ó 30 hombres dedicados a no dejar un sólo ruso con vida, sin ninguna piedad con los heridos, rematando a cuchillo, tajando miembros a todo el que se moviera. Este relato no tiene nada que ver con la División Azul. Sólo aquellos hombres fueron los responsables de este horror. “Tras la batalla, alguno se dedicó a cortar los dedos de sus víctimas y a enseñarlo a los compañeros en las trincheras españolas a los como si fueran un botín de guerra”. Y el abuelo mostraba las palmas de sus manos igual que lo hacían sus compañeros, como si aún llevara los dedos seccionados en su interior. “Después, la mayoría de nosotros, cegados por el horror y cansados, respirábamos con dificultad, mirábamos al suelo y callábamos”.

Otro de los supervivientes de aquella acción, el joven divisionario Carlos María Ydígoras –tenía 17 años-, dejó su visión del campo de batalla plasmada en su libro Algunos no hemos muerto: “Debía asustar vernos contemplar la bayoneta, acariciarla como si se tratase de una reliquia... Lo que ocurrió cuando nos abalanzamos sobre los rusos entra dentro de los ámbitos del delirio... Los que se rendían, los que aún luchaban o intentaban huir, eran abatidos igualmente de una manera salvaje”.

En otro párrafo, había horrorizado de uno de los soldados del grupo de africanistas, de como se ensañó con los muertos: “Arrastrando un fusil a modo de bastón, uno de ellos se acercó a un cadáver y, como presa de un repentino ataque de locura, levantó el arma. La bayoneta se quedó cimbreando sobre el vientre del muerto. Después le golpeó, le pisoteó el rostro... Se agachó y, como quien recoge una margarita, tomó otra arma rusa, llegó a otro muerto y repitió la operación. Y así hasta una docena de veces”. De nuevo, similar pesadilla, el mismo relato que contaba Joaquín Font en sus últimos años de vida.

Aunque resultó el combate más sangriento, el grupo volvió a actuar con la misma furia en otras escaramuzas, sobre todo contra los partisanos. “Podíamos capturar 15 ó 20 guerrilleros de una vez. Para que no volvieran a disparar, algunos compañeros míos les cortaban una mano y así se aseguraban de que no volvieran a combatir”. En febrero de 1943, cuando ocupaban posiciones frente a Leningrado, y disminuidos por las bajas de la compañía, se encontraron de nuevo en el contraataque español contra los asaltantes soviéticos en la sangrienta batalla de Krasni Bor. La historia, la venganza, la saña contra los soldados rusos borrachos de vodka dista poco de la anterior. Las cifras: 3.000 españoles muertos y más de 8.000 soviéticos.

Llamo a la Hermandad de la División Azul para localizar a alguno de los 30 participantes de aquella sangría –debe estar en torno a 85 años-. Me dicen que no fue una venganza, sino una acción defensiva. Y no conocen a nadie. Hablo con un superviviente de la División. Me dice que no lo saque de contexto. “Son cosas de la guerra y de ese pelotón. No tienen nada que ver con el resto de divisionarios”. Es cierto, mi abuelo nunca me dijo que fuera una práctica común al resto de guripas, cuyo comportamiento fue noble en la victoria y en la derrota, con los prisioneros y los civiles, con los vivos y los muertos”.

Da miedo pensar que su relato pueda ser cierto. Que él, una persona que no hizo daño a nadie durante su vida, se implicara en aquella experiencia sangrienta. En cualquier caso, si lo hizo, se llevó el secreto a la tumba.
 
EL DÍA QUE PERDÍ A 1.000 COMPAÑEROS. TESTIMONIO DEL TENIENTE ÁNGEL SALAMANCA.

Parece que el cielo se va a desplomar encima de ti, que se acaba el mundo, que nadie va a quedar vivo. Faltaban pocos minutos para las siete de la mañana del 10 de febrero de 1943 y había comenzado el miércoles negro en Krasny Bor. La artillería rusa inició el castigo sin piedad. Los españoles que estábamos en primera línea corrimos a los búnkeres a cobijarnos de los fogonazos de más de 800 cañones que hacían agujeros tan grandes como plazas de toros. La tierra temblaba y el humo hacía difícil la visibilidad. Estábamos escondidos como ratas en el búnker, a 2,5 metros de profundidad. Todo era ruido, fuego, gritos, lodo, nieve y sangre. El termómetro no subía de los 25º bajo cero. Pese al frío, se sudaba, pero no se comía, ni se bebía, ni se fumaba, ni se daban los buenos días.

Muchos oficiales, en labores de vigilancia, fueron alcanzados con los primeros bombazos. Fue ésta una de las claves de la batalla. Se decía que nunca caía un obús o un mortero donde ya había caído otro. Mentira. Caían por cientos, unos encima de otros, y al explotar esparcían metal ca-liente en todas direcciones. Cada una de las 800 bocas vomitaba fuego cada 10 segundos, el tiempo necesario para cargar y disparar. Enseguida se sumaron los famosos organillos de Stalin, camiones con plataformas de artillería que disparaban consecutivamente, provocando un ruido atroz, como si fuesen órganos. Tanto poderío militar para el sector tan reducido por el que se peleaba era una barbaridad.

La División Azul estaba desplegada en el norte del pueblo de Krasny Bor, en un frente de 20 kilómetros de largo al sur del sitiado Leningrado. Desde 1941 los alemanes habían cercado la ciudad y, en su intento definitivo por acabar con el sitio, los soviéticos habían elegido Krasny Bor. Estábamos, pues, en el eje de su ataque. Mi unidad, unos 5.000 hombres –aproximadamente un tercio de los efectivos españoles- se encontraba allí.

Yo estaba incorporado como sargento a la Quinta Compañía del II Batallón del Regimiento 262, a las órdenes del capitán Teodoro Palacios, quien me destinó a la segunda sección, al mando del alférez Céspedes. A mi cargo tenía un pelotón reducido de 35 hombres. Venía de una larga experiencia en combate en primera línea adquirida en los frentes de Aragón, Madrid y Cataluña durante la Guerra Civil desde agosto de 1936, cuanto tenía 17 años. Me enrolé en la División Azul en verano de 1942, en Logroño.

Cuando empezaron las hostilidades aquella mañana del 10 de febrero, en realidad hacía ya días que sabíamos que algo gordo se cocía en las filas rusas. En las trincheras, Radio Macuto informa con mucha antelación. Un ucraniano que se pasó al bando español en la noche del 9 de febrero fue la señal inequívoca de que el ataque era inminente: llevaba ropa interior nueva, una costumbre local antes de la batalla para morir limpios y puros si caían abatidos en combate. Entendimos rápidamente que en pocas horas empezaría el baile. Había tensión, pero no miedo.

El fuego de artillería duró más de dos horas, en las que produjo la mitad de las bajas del día. Al cesar la artillería, comenzaron las pasadas de la aviación enemiga, que hostigaron especialmente a nuestra Quinta Compañía; sólo en el pelotón bajo mi mando hubo una decena de bajas, entre muertos y heridos, en las tres primeras horas. Otras compañías fueron literalmente trituradas.

Pese a que el avance terrestre del Ejército Rojo se produjo por cuatro líneas de penetración con una división en cada una -44.000 hombres en total-, se toparon con serias dificultades. El calor de la artillería había dejado el acceso a nuestras nevadas posiciones como un completo barrizal por donde los carros de combate KV-1 y T-34 quedaron atascados y los esquiadores, empantanados.

Pero más importante fue que no esperaban nuestra respuesta. Creían que tras el bombardeo estaríamos todos muertos. Y lo que hicimos fue salir a nuestros puestos, emplazar las máquinas y recibirlos a fuego limpio. Las órdenes del capitán Palacios eran claras: “¡Resistir y resistir!”.

Aunque la infantería rusa llegaba por oleadas, lo hacía muy desordenada y pudimos repeler los primeros ataques. Había que resistir hasta morir. Pero iban acumulándose las bajas; entre ellas la del alférez Céspedes. Si había heridos, se les evacuaba. Si había cadáveres, se apartaban para no pisarlos y se seguía disparando. El espectáculo era dantesco. Para coger una pistola y pegarse un tiro.

A media mañana, los rusos habían perforado el frente por tres sitios, pero los capitanes Campos, Oroquieta, Aramburu y Palacios resistían a duras penas con seis compañías muy debilitadas. La Luftwaffe no hacía acto de presencia, y la División SS Volkspolizei, situada en la media distancia, no podía auxiliar, pues debía aguantar para hacer frente a una previsible embestida rusa.

A mediodía estábamos prácticamente cercados por el flanco izquierdo. Mi sección, sin oficial al mando, era ya un islote con unos pocos supervivientes. Sólo pude atrincherarme y abrir fuego de costado. Primera con un único tubo de mortero, que defendía Joaquín, un cabo de Ponferrada. Cubría su ojo izquierdo con una mano porque le habían pegado un tiro en la cara.

Nos retiramos por la trinchera de evacuación y regresé con dos soldados más para recuperar parte de la munición y alimentos del búnker, y destruir el resto. Tiramos bombas de mano como locos. Al retirarnos al enclave donde resistía Palacios, éste me dijo: “¡Salamanca, desde este momento eres Medalla Militar!”. Acto seguido acudí al sector del puesto de mando. Sólo quedaba operativo un fusil ametrallador, pero causó estragos.

Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos al bulto. Pero hasta un ciego habría hecho blanco.

Toda la potencia de fuego de la máquina, 1.500 disparos por minuto, provocó una carnicería en las filas enemigas y nos mantuvo con vida. No es que nuestro cañón estuviese caliente, es que estaba al rojo vivo. En la refriega, tres veces cayó el soldado que la servía. Cuanto un cuarto soldado me dijo con la mirada: “Sargento, ¿quiere usted que me maten?”, decidí empuñar personalmente la ametralladora. Al cabo, los rusos acertaron con una granada de 120 que cayó ante el cañón. Salí despedido cuatro metros, perdiendo el conocimiento momentáneamente, la cara llena de sangre y metralla y una ceguera casi total por el alumbramiento del fogonazo. Luego, supe que tenía también una herida de bala en la rodilla.

Sin munición, con la mayoría de los supervivientes heridos y los indemnes, agotados, el final estaba próximo. A las tres de la tarde, un soldado entró en el búnker: “De parte del capitán, que salgáis todos, estamos hechos prisioneros”. Los 25 heridos salimos y encontramos a otros 18 hombres con las manos en alto con el capitán Palacios al frente. Nos mandaron formar e hicieron un simulacro de fusilamiento pero sólo se tiraron como fieras sobre nuestros relojes y todo lo que llevábamos.

El trayecto hasta Kolpino, en fila de a tres, fue entre una alfombra de cadáveres. No nos trataron mal gracias a un jefe de escolta mongol que no debió de haber otro mejor en toda la Unión Soviética. Los 30 detenidos de Oroquieta, con los que enlazamos, recibieron toda suerte de golpes. Al llegar a Kolpino, un enloquecido grupo de mujeres rusas trató de atacarnos, pero el mongol las rechazó a culatazos.

Enseguida empezaron los interrogatorios, con las traducciones de un español enrolado en el Ejército soviético. Todo el afán del coronel ruso era saber qué armamento usábamos, hablándonos incluso de un arma secreta de Hitler. “Dice el coronel que habéis causado más de 14.000 bajas, y eso es imposible con ametralladoras y fusiles mauser corrientes”, nos informó el republicano español.

Luego vino un cautiverio en campos de concentración que se alargó hasta 1954. Las estadísticas hablan de 2.252 bajas españolas (1.125 muertos, 91 desaparecidos y 1.036 heridos) en un solo día. Otras 1.000 se sumaron en los días posteriores. Aunque los españoles retrocedimos ese día tres kilómetros, los rusos no avanzaron más. Tras intensos combates, el mando soviético ordenó a sus fuerzas pasar a la defensiva. El frente quedó estabilizado durante un año.

La batalla de Krasny Bor, con una encomiable resistencia de nuestra División –el 10 de febrero se consiguieron tres de las ocho laureadas de la División Azul en la URSS- enterró una gran ofensiva posterior para romper el cerco de Leningrado. Los divisionarios que luchamos allí y estuvimos cautivos hasta 1954 no supimos qué ocurrió hasta el regreso a España, pero teníamos la creencia de que la ofensiva no había llegado más al sur que Krasny Bor.
 
Muy buenos, pero casi mejor que los copiases también al hilo de Historia Militar, que me curré con mi anterior nick Gay tiempo ha.
 
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