Libros Grandes momentos: Caída de Constantinopla 1453

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Mendel

Aborto de Forero
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23 May 2006
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Editado por Jacques de Molay: He separado estos posts del hilo de biografías porque creo que se merece un hilo propio.


Me inicio en este gran subforo con la triste historia del último emperador de la milenaria Roma: Constantino XI. La historia de la lucha por unos ideales pese a saber que no habia ninguna posiblidad.

EMPERADOR CONSTANTINO XI

"Ya que has optado por la guerra y no puedo persuadirte con juramentos ni con palabras halagüeñas, haz lo que quieras; en cuanto a mí, me refugio en Dios y si está en su voluntad darte esta ciudad, quién podrá oponerse?... Yo, desde este momento, he cerrado las puertas de la ciudad y protegeré a sus habitantes en la medida de lo posible; tú ejerces tu poder oprimiendo pero llegará el día en que el Buen Juez dicte a ambos, a mí y a ti, la justa sentencia." Ducas. Carta de Constantino XI a Mahomet II.

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Constantino nació en el año 1404 después de Jesucristo. Era hijo del gran emperador Manuel II y de Elena. Tenía cinco hermanos, cuyos nombres eran Juan, Andrónico, Teodoro, Demetrio y Tomás.

Juan, el mayor, reinó antes que Constantino en el imperio como Juan VIII. El segundo en edad, Teodoro, heredó de su tío Teodoro I, el despotado de Morea en 1407. En 1421 se casó con la prima del papa Martín V, Cleope Malatesta. Esta, se incorporó a la iglesia griega, en contra de la voluntad de su primo. Murió en 1433, lo que causó un gran dolor a su esposo, el cual fallecería, enfermo de peste, en 1448, algo antes que el emperador.

En cuanto a Andrónico, fue un personaje que no destacó mucho en comparación con sus hermanos. Su obra más notable fue la venta de la ciudad de Tesalónica en 1423 a los venecianos. Posteriormente, se retiraría a un monasterio en Constantinopla, donde terminaría sus días en 1428.

Demetrio, el quinto hermano, era un persona ambiciosa e inquieta. Fue un gran defensor de la Iglesia griega, en contra de las tendencias latinizantes de Juan, a quien acompañó al concilio de Florencia. Se desposó con una dama de la familia grecobúlgara de los Asen. En el año 1442, intentó atacar Constantinopla con ayuda de los soldados turcos, pero no tuvo éxito, ya que el emperador fue auxiliado por Constantino, que fue a socorrerle con refuerzos. Fue perdonado y se le permitió vivir en la ciudad.

Sobre el más pequeño de todos, Tomás, no hay mucho que decir. Fue una persona algo más tímida y paciente. Se casó con Catalina Zaccaría.



La conquista de Grecia:

A partir del año 1427, Constantino intentará, con ayuda de su hermano Juan, el emperador, expulsar a los francos de toda Grecia.

Lo primero que hará será casarse con Magdalena, sobrina de Carlos Tocco, soberano del Epiro y de gran parte de Grecia occidental. La joven, rebautizada con el nombre de Teodora, aportó como dote las tierras de su tío en el Peloponeso. Fallecerá dos años después sin hijos.

Posteriormente, Constantino intercambiará algunas ciudades que tenía en Tracia por Mistra y el despotado, que gobernará respaldado por su hermano Tomás, déspota de Clarenza.

En 1433, ya era dueño del Peloponeso, por lo que comenzó a someter a los demás pequeños reinos por la fuerza. En 1444, con ayuda de Juan Cantacuzeno, su mejor general, se apoderó de Ática, Beocia y Focia. Ahora, prácticamente toda Grecia era suya, excepto algunas ciudades venecianas y Atenas, cuyo duque, Nerio II, se había atrincherado y había pedido ayuda a los turcos.

Desgraciadamente, estos fueron a socorrerlo. El sultán Murad condujo un ejército a Grecia y arrasó el Hexamilión, donde se había refugiado Constantino y Tomás. Tuvieron el tiempo justo de escapar. Luego Murad saqueó Patras y Clarenza, matando a toda la población. Al final, se retiró tras haber recibido promesas de vallasaje y un tributo anual de los déspotas.



Nueva Política:

Los daños sufridos en los territorios griegos fueron gigantescos. Constantino decidió que debía cambiar su política ofensiva a defensiva, así que decidió buscar aliados en cualquier parte. En 1441, se casó con Catalina, hija de Dorino Gattilusi, príncipe de Lesbos. Pero también murió sin hijos al año siguiente.

Posteriormente, intentará conseguir, con ayuda de su fiel secretario y amigo Jorge Frantzés, la mano de una de las hijas del emperador de Trebisonda. Pero no tendrá éxito. Años más tarde, probará suerte con la viuda cristiana del sultán Murad, que había muerto recientemente. Pero tampoco esta vez logrará alcanzar su propósito. La sultana había decido que pasaría el resto de sus días consagrada a las buenas obras en la continencia.

Al final, parece que se casó una de las hijas del rey de Georgia.



La Coronación:

En el año 1448, morirá Juan VIII sin descendientes. Los hermanos del emperador que quedaban vivos eran Constantino, Demetrio y Tomás. Ambos, partirán a Constantinopla al conocer la noticia del fallecimiento de su hermano mayor, en donde reclamarán su derecho al trono. La opinión pública quiso que decidiera la anciana emperatriz madre, Elena. Esta, intercederá a favor del hijo mayor que le quedaba vivo, es decir, Constantino. Tomás y Demetrio reconocieron su derrota y se unieron a la muchedumbre que aclamaba al nuevo emperador. Este, partirá inmediatamente a Mistra, donde, en 1449, será coronado en la catedral de la ciudad. El soberano volvió a la capital el 12 de marzo del mismo año.



El Cisma:

Desde su subida al trono, Constantino intentó acabar con el cisma que separaba a las dos Iglesias. De esta manera, el Papa, Nicolás V, y otras potencias occidentales estarían dispuestos a auxiliar al Imperio. En 1451, envió un embajador, Andrónico Briennio Leontaris, a Venecia, para pedir permiso para reclutar arqueros en la isla de Creta, y posteriormente a Roma. En la urbe le entregó al Papa una carta del emperador, en la que este le invitaba a celebrar un nuevo concilio ecuménico en Constantinopla. Las respuestas de Nicolás fueron simples: O se unían las dos iglesias, o los occidentales tendrían que tomar las medidas necesarias para la salvación de los griegos.

En aquellos momentos, el nuevo sultán otomano, Mohamet II, acababa de de terminar con una revuelta en Anatolia. Cuando el orden fue restablecido, viajó al Bósforo, donde comenzó las obras de un castillo en la costa opuesta de la fortaleza de Anadolu Hisar. Las quejas de Constantino no tuvieron ningún efecto.

Quedó acabado a finales de agosto de 1452, y se llamó Rumili Hisar. Estaba claro que el siguiente paso sería poner sitio a la ciudad.

Ante esto, el emperador no tuvo más remedio que escribir al Papa y comunicarle que aceptaba la unión de las Iglesias. El cardenal Isidoro partió a Constantinopla con una escolta considerable, como legado de Nicolás en el concilio que se celebraría en la ciudad. Después de varios días de quejas de los antiunionistas, los latinos se impusieron y se celebró una liturgia en Santa Sofía en la que se leyeron los decretos de la Unión de Florencia. Pero, como dice el señor Steven Runciman: “los griegos pagaron el precio exigido por la ayuda occidental y quedaron defraudados.



Preparativos para el asedio:

El ejército turco estaba formado según los historiadores contemporáneos por entre 80.000 y 160.000 hombres (Ducas habla exageradamente de 400.000), mientras que los defensores serían aproximadamente 5.000 griegos, cifras que nos dan la pauta de lo desigual de los ejércitos enfrentados, desigualdad que solamente estaba salvada por las murallas de Constantinopla, barrera realmente muy difícil de vencer.

Los turcos otomanos, además de la ventaja numérica, contaban con un parque de artillería como no se había visto jamás sobre la tierra en tiempos anteriores, y que incluía un poderoso cañón construido por un misterioso personaje, con lo que el ejército de Mahomet II veía multiplicarse las posibilidades de triunfo, ante la posibilidad de quebrar las formidables murallas del siglo V con el fuego de cañones del siglo XV.

Los bizantinos, por el contrario, contaban con lanzas, flechas y catapultas, y unos pequeños cañones para los cuales ni siquiera contaban con proyectiles suficientes.

Además, unos 400 barcos de todo tipo formaban una impresionante flota turca, contra unos 26 o 28 buques de guerra de los defensores que estaban en el Cuerno de Oro y se preparaban a defender la ciudad amparados por la famosa cadena de hierro extendida de costa a costa, y esto era fundamental porque impedía que los varios kilómetros de muralla junto a la costa del Cuerno de Oro fueran atacados por Mahomet, y así liberaban a muchos defensores que eran útiles en otras partes de la batalla.

Sin embargo, los turcos tenían a su favor la construcción de la fortaleza de Bogazkesen (Paso angosto), hoy denominado Rumeli Hisar, sobre la ribera europea del Bósforo, que dominaba el paso y prevenía al sultán de cualquier ayuda naval que los bizantinos pudieran recibir, además de disparar desde allí con los cañones que no daban descanso a los líderes de la defensa.

Los protectores de la ciudad contaban con la inestimable ayuda de Giovanni Giustiniani Longo, valeroso combatiente genovés que había llegado en los primeros días de Abril en dos galeras con unos 700 compatriotas que venían de Génova, Quíos y Rodas para colaborar en la defensa de la ciudad, de la cual su República había aprovechado durante los últimos dos siglos una enormidad de recursos en desmedro del imperio, con lo cual esta presencia tenía todo el valor de un resarcimiento para los genoveses.

Fue una pena que los mezquinos comerciantes genoveses de Gálata se declararan neutrales pro decisión del jefe de la colonia, Angelo Lomellino, prefiriendo ceder ante el sultán y mantener sus beneficios antes que glorificar a la madre de sus negocios; a pesar de ello, muchos ciudadanos de Pera decidieron cruzar el Cuerno de Oro y colaborar con Giustiniani desde antes del ataque, atraídos por la personalidad del gran capitán.

Otros genoveses llegaron también a la ciudad para luchar por ella, como por ejemplo los hermanos Paolo, Troilo y Antonio Bocchiardi que trajeron a sus propios soldados equipados.

También acudieron en ayuda de los defensores más de doscientos arqueros que llegaron con el cardenal Isidoro y el obispo Leonardo de Quíos.

Los principales elementos de la colonia veneciana en Constantinopla, comandados por el jefe de la comunidad, Girolamo Minotto, se ofrecieron para dar ayuda incondicional al emperador, y había entre ellos dos recién llegados, capitanes de navíos, Gabriel Trevisano y Alviso Diedo, que participaron también de los combates ayudando a los bizantinos.

Peré Juliá organizó a los mejores elementos entre los catalanes que residían en la ciudad a los cuales se les unieron varios marineros compatriotas, con lo cual conformaron un fuerte grupo que defendió una porción de las murallas marítimas del Mármara.

Un ingeniero llamado John Grant, posiblemente inglés o escocés, fue muy importante en la defensa con su experiencia en el minado de las murallas.

El emperador Constantino XI contaba con la ayuda de varios miembros de la familia Cantacuzeno, su primo Teófilo y varios nobles bizantinos entre los que se encontraba el megaduque Lucas Notaras que lo apoyaron en todo momento, así como un noble castellano, don Francisco de Toledo, que afirmaba ser sin ninguna duda primo del emperador.

Por último un antiguo aspirante al trono de los otomanos recluido desde su infancia en Constantinopla, el príncipe Orján, se ofreció para participar de la defensa con una pequeña cantidad de soldados leales.

No llegaron refuerzos de Mistra o del resto del Peloponeso porque Mahomet II, tratando de asegurarse la victoria por todos los medios a su alcance, había mandado a Turachán de Tesalia a devastar la región, con lo que los hermanos del emperador no pudieron ayudarlo, porque estaban luchando por sus propias vidas.

Esta medida que pudo tomar Mahomet durante el sitio demuestra la cantidad enorme de recursos de los que podía disponer, recursos que antes pertenecían al imperio de Bizancio, como ser el disponer de ejércitos de los países vasallos, servios, búlgaros, albaneses, etc, que participaban de todas sus acciones bélicas, e incluso gran número de esclavos de estas y otras regiones sometidas.

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Las imponentes murallas construidas por Teodosio en el siglo V, que tuvieron que luchar contra artilleria del siglo XV

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Vista de la Crisoporta, una de las puertas que daban entrada a La Ciudad



El comienzo de las acciones.

El 2 de Abril de 1.453 los primeros destacamentos turcos llegaban cerca de la ciudad, que ya estaba preparada, abastecida al máximo posible, protegido el Cuerno de Oro con la famosa cadena que el genovés Bartolomeo Soligo había colocado por orden del emperador, destruidos los puentes sobre el foso que bordea la ciudad, y con las murallas en perfecto estado, ya que habían sido reconstruidas de la mejor manera posible, e inspeccionadas por el mismo Giustiniani.

Al llegar los primeros turcos ese día se producen algunos enfrentamientos porque el emperador ordena varias salidas del ejército bizantino, pero cuando los enemigos demostraron ser una cantidad inmensa, los destacamentos volvieron a encerrarse dentro de las murallas.

El 5 de Abril llegan los cuerpos principales del ejército turco, comandados por el mismísimo sultán, que al día siguiente se ubica en su tienda de campaña, cerca del río Lycus, a unos quinientos metros de las murallas y protegida por los destacamentos preferidos de Mahomet, los jenízaros.

Los defensores no eran los suficientes para resguardar las murallas del exterior y del interior, con lo cual el emperador ordenó a las tropas ubicarse protegiendo las murallas exteriores, con muy pocos efectivos en las interiores, los que se dedicaban a lanzar proyectiles defendiendo a sus compañeros.

Que la moral de los defensores era alta al comienzo de las acciones lo demuestra el hecho de que algunos destacamentos de los defensores hayan seguido haciendo varias salidas fuera del recinto de la ciudad para agredir a los turcos sorprendidos, pero luego de que se demostró que semejante táctica no llevaba a nada por la enorme superioridad numérica de los sitiadores y se hacía peligrosa por la pérdida del elemento sorpresa se dejaron de hacer.

El 6 de Abril, según lo mandaba la ley islámica, Mahomet envía mediante sus embajadores un ultimátum a Constantino, el que es rechazado de plano.

El 7 de Abril de 1453 comienzan las agresiones, con un bombardeo que Mahomet II ordena efectuar ante la Quinta Puerta Militar, también mencionada a veces como Pempton, y conocida popularmente como Puerta Militar de San Romano, ubicada a poco menos de doscientos metros al norte del río Lycus (no confundir con la Puerta Civil de San Romano, al sur del río <ver mapa>), conformando en la llanura del mismo un sector de las defensas denominado Mesoteichion que era considerado el punto mas débil en la muralla terrestre, porque no estaba sobre un cerro o altura, sino sobre el plano valle del río, y en la cual estaban al principio apostadas las principales tropas bizantinas, que recibieron el refuerzo inmediato (al darse cuenta el emperador de que Mahomet había preferido el ataque por ese sector) de los genoveses de Giustiniani que en principio ocupaban el sector del Miriandron, casi llegando a las Baquernas, sobre la Puerta Carisia o de Adrianópolis.

El 9 de Abril los barcos turcos comandados por Balta Oghe acometieron la empresa de traspasar la gran cadena y extender la lucha al Cuerno de Oro, pero se vieron rechazados por la flota que defendía la ciudad.

Tal vez ese mismo día el sultán dio la orden de derribar a cañonazos varias fortificaciones exteriores a las murallas, y a todos los prisioneros los hizo empalar delante de los defensores de la ciudad, para que vieran el castigo que les estaba reservado; la indignación del emperador y sus tropas por este acto de barbarie no hizo otra cosa que darle más fuerzas para proseguir la lucha.

El 12 de Abril comenzó el cañoneo de forma regular sobre las murallas y a partir de allí ya no se detendría, provocando aquí y allá enormes boquetes en la muralla exterior defendida por el ejército del emperador; por eso todas las noches los ciudadanos bizantinos, mujeres y niños incluidos, salían por las puertas de la muralla interior y cavaban la tierra entre las murallas, llenando con ella sacos y grandes barriles de madera que colocaban hasta cubrir cada hueco para comenzar al día siguiente con la muralla al menos en parte restablecida.

Ese mismo día una flota turca acababa de llegar del Mar Negro y Balta Oghe decidió volver a intentar sobrepasar la cadena, pero nuevamente fue rechazado, merced a que los barcos cristianos eran de mucho mayor envergadura y sus tripulantes verdaderos expertos en estas cuestiones; pronto la presión incontenible del joven e inexperto sultán haría un pésimo efecto sobre el valiente líder de la flota turca.

Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador.Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador.

El 20 de Abril un buque imperial de transporte cargado de alimentos comandado por Flatanelas llega a Constantinopla escoltado por tres navíos genoveses y luego de varias horas de escaramuzas y a veces encarnizada lucha atravesaron el bloqueo de las numerosas naves turcas, que eran sin embargo inferiores en tamaño, y cruzaron hacia el Cuerno de Oro para poder descargar tranquilamente sus provisiones; en medio de la lucha Balta Oghe hizo lo imposible para parar a los enormes barcos que lo superaban en tamaño, pero a pesar de su arrojo y valentía perdió muchos barcos y cientos de hombres en la batalla y no pudo conseguir su objetivo, ante la atenta mirada de un enfurecido sultán que lo insultaba desde la costa; los soldados del emperador y el pueblo entero de Constantinopla asomado a las colinas de la ciudad veía la batalla como podía y pudo disfrutar de un triunfo memorable; Balta Oghe, que había perdido la visión de un ojo en el combate, pudo salvar su vida gracias a que sus compañeros de armas ponderaron su valor, pero fue despojado de todos sus bienes y deshonrado por el injusto sultán, tomando su lugar un preferido de Mahomet, Hamza Bey.

El 21 de Abril, sin embargo, sin que decaiga su ánimo, el sultán, que disponía de enormes recursos, ordenó la construcción de un camino de madera de plataforma rodante a espaldas del barrio genovés de Pera, entre el Bósforo y el Cuerno de Oro, mientras sus cañones bombardeaban a la flota cristiana para que no se acercase.

El día 24 de Abril, sin dar respiro a los defensores de la ciudad, el incansable Mahomet consigue uno de los triunfos más grandes del sitio, pasando los barcos hacia el Cuerno de Oro mediante ese camino especial de madera de 12 Km de extensión, construido vertiginosamente del lado de Pera por ingenieros italianos, y que recorría por detrás de las murallas del barrio genovés de Gálata desde la costa del Bósforo hasta la costa del Cuerno de Oro evitando de esta manera la cadena en la que los bizantinos habían puesto grandes esperanzas, y provocando una nueva caída de la moral de los defensores de la ciudad, ya que por esa vía se trasladaron unos 70 navíos, que ahora eran más del doble que los defensores en ese lugar, y atrapaban a estos entre dos fuegos.

Esto obligaba a los infortunados defensores de la ciudad a cuidarse de varios kilómetros más de la muralla marítima que daba al Cuerno de Oro, y a la flota exigua que defendía dicha porción de mar a entreverarse con una flota tres veces superior en número, aunque no en envergadura ni experiencia, y muy especialmente a multiplicar las acciones, con lo que el cansancio se hizo pronto mucho más evidente.

El golpe de efecto de esta acción fue desastroso para la moral de los defensores, el emperador se hallaba angustiado por la falta de hombres y la necesidad de proteger ahora tantos kilómetros de murallas que antes no era necesario custodiar, lo que le restaría fuerzas para defender el punto que obsesivamente Mahomet quería franquear: el Mesoteichion.

La nula colaboración de la colonia genovesa de Gálata también fue determinante para que los turcos pudieran permanecer en el Cuerno de Oro, ya que de haberse contado con sus formidables barcos que estaban anclados en su puerto este importante brazo de mar no hubiera sido conquistado, y con su colaboración seguramente el camino terrestre de los barcos difícilmente hubiera podido ser construido; pero a esta altura la colonia solo pensaba en su salvación, manteniendo una neutralidad sospechosa tanto para bizantinos como para los turcos, convirtiéndose el lugar en un nido de espías de ambos bandos.

El 28 de Abril un plan de los venecianos propuesto por Giacomo Coco para incendiar los barcos turcos fracasó estrepitosamente; los turcos, avisados del plan, que se había demorado inexplicablemente cuatro días, destruyeron varias embarcaciones cristianas, Coco murió en la batalla y los soldados otomanos capturaron a varios marineros que fueron decapitados a la vista de los pobladores de Constantinopla a manera de escarmiento; contagiados de la crueldad del sultán, los bizantinos tomaron a varios cientos de turcos prisioneros y los degollaron a la vista de los soldados enemigos; ya no habría vuelta atrás en la escala de agresiones.

Los cañones mientras tanto bombardeaban las murallas y las llenaban de huecos que luego los fervientes protectores de la ciudad trataban de cubrir para evitar que quedaran opciones de paso a los turcos hacia dentro, y esto ocurría todos los días y a toda hora.

De igual forma se producían permanentes incendios por los bombardeos que sufría la ciudad cuando Mahomet mandaba a sus cañones que sobrepasaran la muralla y bombardearan el interior, y los defensores corrían allí donde se los necesitara para sofocar cada uno de ellos, y despejar las calles de escombros.

Asimismo cobraron mayor importancia los zapadores del ejército invasor, formados específicamente por serbios expertos en cavar minas, que horadaban bajo las murallas intentando lograr hacer túneles que los comunicaran con el interior, y que hasta dentro de unos días no serían descubiertos.

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Una de las enormer piezas de artilleria otomanas

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Situación estratégica de las tropas al inicio del asedio
 
El fatídico mes de Mayo.

Ya en los primeros días de Mayo los allegados al emperador le indicaron que debería huir de la ciudad, porque, afirmaban, seguramente sería más útil desde la Morea contraatacando junto a sus hermanos y juntando fuerzas rebeldes en los Balcanes, que encerrado entre estas murallas donde el peligro de la muerte lo acechaba día a día, pero Constantino no quiso oír hablar de ello, resignándose a su suerte junto a los pobladores de Constantinopla.

En esos días también el gran cañón de los turcos se hallaba dañado, por lo que el bombardeo disminuyó un poco, y tampoco Mahomet trató de intentar un asalto sin contar con el inestimable apoyo de su artillería completa, y es así que Constantinopla vivió una semana sin demasiadas novedades.

El 3 de Mayo zarpó un barco imperial disfrazado con bandera turca para ver si podía localizar a la escuadra que había sido pedida a los venecianos, y en la cual se basaban las grandes esperanzas del soberano.

El 6 de mayo el gran cañón volvió a la actividad y con él un intenso bombardeo que mejoraba incluso la efectividad día a día, y que ya se hacía insufrible para el ejército de Constantino, que soportaba estoico al pie de las murallas.

El 7 de Mayo, al atardecer, los turcos volvieron a atacar las murallas en el sector del Mesoteichion, fueron varias horas de violenta lucha en la cual se destacaron los soldados bizantinos que abatieron a muchos turcos estando únicamente defendidos por una arruinada muralla exterior y parapetos improvisados.

El 9 de Mayo los venecianos que comandaban la flota en el Cuerno de Oro, ante la sombría perspectiva que les esperaba en ese brazo de mar, decidieron anclar su flota y trasladar a sus marineros a defender el sector de murallas de las Blaquernas, que había sufrido graves daños debido al cañoneo; esta decisión fue muy mal tomada por la tripulación, pero se avinieron a obedecer.

El 12 de mayo por la tarde el sultán mandó a sus tropas a una feroz embestida hacia el sector de las Blaquernas, pero fueron derrotados no sin dificultades.

El 13 de Mayo llega la tripulación de las naves venecianas a ocupar sus puestos en las murallas de las Blaquernas y a reparar los daños, y esa misma noche los turcos vuelven a atacar, pero luego de encarnizados combates son rechazados nuevamente, con lo cual el sultán comienza a darse cuenta de que en el único lugar en el que tiene ciertas posibilidades es el Mesoteichion.

Sin embargo, la preocupación por tener dos sectores de murallas afectados (Mesoteichion y Blaquernas) y por haber abandonado prácticamente la lucha en el Cuerno de Oro hacía que el ánimo del emperador y de sus colaboradores se ensombreciera cada vez más.

El 14 de Mayo Mahomet resuelve insistir en su posición y trasladar más baterías de cañones al sector de las Blaquernas, decidido a debilitar cada vez más esa parte de la muralla; los días 15 y 16 de Mayo el bombardeo a ese barrio fue infernal, pero sin embargo el mismo sultán pudo comprobar que no había sido lo suficientemente efectivo, con lo cual ahora decidió por fin llevar los cañones frente al Mesoteichion; desde el 17 de mayo, entonces, el sector del Mesoteichion recibe un terrible bombardeo prácticamente ininterrumpido, que causa averías mucho más graves todavía y obliga a trabajar día y noche con más energía a las partidas de ciudadanos que reparaban los deterioros de las murallas.

El 16 de Mayo la flota turca trató de superar la gran cadena sin poder lograrlo, volviendo a sus ubicaciones anteriores.

El mismo día los bizantinos descubrieron que las murallas de Blaquernas, a la altura de la puerta Caligaria, estaban siendo minadas por los zapadores serbios expertos en hacer excavaciones al servicio del sultán.

Un notable de la ciudad, el megaduque Lucas Notaras, que ya había actuado sabiamente defendiendo las murallas marítimas y colaborando con la flota veneciana en los primeros días del sitio, pidió la colaboración del ingeniero John Grant, el cual se ocupó de dirigir la contramina y voló el túnel de los serbios con todos adentro; siguieron Notaras y Grant en los días siguientes destruyendo las minas de los serbios, a veces las inundaban, a veces las quemaban, las volaban e incluso las llenaban de humo para hacer huir al enemigo.

El 18 de mayo una torre móvil de madera fue levantada por los turcos por sobre las murallas del Mesoteichion; esa verdadera fortificación sobre ruedas, que estaba recubierta de pieles y provista de escalas, tenía la misión de defender a los soldados que trataban de llenar el foso de tierra y escombros; sin dudas el plan era lograr aplanar un terraplén sobre la fosa para trasladar la torre hacia las murallas y facilitar el asalto; sin embargo, esa noche los bizantinos enviaron un contingente que consiguió trasladar barriles de pólvora hacia la torre y hacerla explotar; idéntica suerte corrieron otras torres construidas por los otomanos en distintos lugares de las murallas.

El 21 de Mayo nuevamente la flota de Hamza Bey trató de doblegar a la gran cadena, pero esta vez fue un movimiento espectacular al son de las trompetas y los tambores, y con la participación de una enorme cantidad de barcos que recorrieron la cadena de un lado a otro; la ciudad estaba realmente alarmada, pero nuevamente los barcos, luego de ver que no podían ingresar al Cuerno de Oro, se desalentaron y volvieron a sus puestos originales; con este hecho podemos darnos cuenta de la enorme arbitrariedad cometida por el sultán contra su almirante Balta Oghe, ya que después de su destitución la flota otomana tuvo un pobre papel en la lucha.

El 23 de Mayo los mineros de Notaras y Grant capturaron a muchos zapadores que intentaban hacer progresar una mina en el sector de las Blaquernas, y entre ellos se hallaba un oficial otomano que luego de sufrir varias torturas confesó todos y cada uno de los lugares donde estaban trabajando bajo las murallas; los bizantinos desarticularon todos esos lugares; algunos realmente peligrosos se ocultaban bajo las torretas armadas por los soldados otomanos para asaltar las murallas; fue una enorme victoria de los bizantinos, que eliminaban la constante preocupación por esta forma de ataque.

También ese 23 de Mayo Constantino recibió una embajada de Mahomet II comandada por Ismail, príncipe de Sinope; se les perdonaría la vida a todos si se rendían, pero el emperador se negó a negociar la ciudad, aunque ante la insistencia de Ismail, que tenía amigos entre los griegos y les recomendaba de buena fe su rendición, envió a su vez a un ignoto personaje para negociar con el sultán; era muy probable que esta persona no volviera con vida, conociendo a Mahomet, pero sin embargo fue bien tratado y volvió con la propuesta de una paz comprada en la suma anual de cien mil besantes, algo que era absolutamente imposible de cumplir por parte del emperador, el cual sin pensarlo dos veces respondió en estos términos: "El hecho de darte la ciudad no me compete ni a mí ni a ninguno de sus habitantes; pues todos vamos a morir por una decisión común, por nuestra propia voluntad, y no escatimaremos nuestras vidas"

Ese mismo día llegó el barco imperial que había zarpado para localizar a la supuesta escuadra veneciana de rescate volvía atravesando la cadena que se abrió para dejarlo pasar; traía muy malas noticias: ninguna flota veneciana había sido avistada en ninguno de los muchos lugares en los que habían estado; dicen que volvieron para servir al emperador hasta la muerte, y que éste se echó a llorar visiblemente emocionado por este hermoso gesto y por la enorme decepción que le producía la falta de comprensión de las potencias occidentales.

El 24 de Mayo corrió la voz por toda la ciudad sobre la segura falta de refuerzos de occidente; ahora todos sabían que estaban solos en la lucha y que dependían únicamente de sus propias fuerzas, que ya estaban al límite del agotamiento total; se multiplicaron las procesiones aún bajo el granizo de las tormentas que azotaron ese día, y la Fe se mantuvo lo más alto que se pudo teniendo en cuenta el difícil momento que se vivía.

Los bizantinos recordaron con terror la antigua profecía que aseguraba que la ciudad jamás caería mientras la luna, el símbolo de la antigua Bizancio, estuviera en cuarto creciente; en este fatídico día en el cual todos se acababan de enterar de la segura falta de ayuda se producía el plenilunio, y al día siguiente comenzaría el cuarto menguante: cuando los ánimos están bajo circunstancias tan conmovedoras, estas predicciones son especialmente recordadas; por este presagio y por las concluyentes noticias del día muchos soldados sabían que estaban viviendo las últimas horas de su imperio.

El 25 de Mayo hubo en el cielo un extraño resplandor, seguido de extrañas luminosidades, lo que conmovió profundamente los espíritus de los griegos y de los turcos: todos interpretaron como una mala señal o un aviso extraordinario ese prodigio que se producía en tan dramático momento, y tanto el emperador como el sultán se preocuparon por interpretar esa señal como algo favorable, lo que seguramente Constantino no pudo lograr pese a su enorme deseo de hacerlo.

Los notables más cercanos al emperador le rogaron nuevamente que tratara de marcharse y que iniciara una revuelta desde afuera de la ciudad, pero fue imposible persuadirlo, porque Constantino ya había aceptado su destino y sabía que lucharía hasta la muerte dentro de esas murallas, y probablemente muy dentro de su alma tuviera todavía la esperanza de que Cristo y la Virgen acudieran en su auxilio a último momento.

La situación en esos días era de desasosiego, ansiedad y preocupación en los dos bandos: los bizantinos no podían creer que hubiesen aguantado tanto, estaban exhaustos, sus murallas se venían abajo en varios puntos, estaban solos, abandonados por occidente, y se encomendaban a Cristo y la Virgen; asimismo la antigua profecía de la luna en el cuarto menguante les ensombrecía el ánimo aún más; los otomanos estaban desilusionados, no podían creer que pese a sus esfuerzos no hubieran podido hasta ahora hacer entrar un solo soldado en la ciudad, la flota no les daba satisfacciones, sus zapadores eran descubiertos y muertos en todos lados, las enormes torres de madera eran incendiadas, no podían construir caminos o puentes sobre el foso, y cada asalto había sido rechazado invariablemente; la única satisfacción de los turcos habían sido sus cañones, que habían debilitado bastante a las murallas, especialmente en el sector del Mesoteichion, el cual era ahora la única esperanza posible para Mahomet.

El 26 de Mayo Mahomet llamó a su plana mayor; su ánimo no era el mejor; sin embargo, salvo el visir Chalil, que en general había sido un partidario de dejar tranquilos a los griegos, todos sus oficiales y estrategas lo alentaron para que siga con el sitio, hasta que, conmovido, Mahomet ordenó que se iniciasen los preparativos para un asalto para el cual movilizaría a todas sus fuerzas.

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Camino construido por ingenieros italianos que facilitó el traslado de los barcos de la flota turca hacia el Cuerno de Oro



El ataque final.

El 28 de Mayo los bizantinos ya estaban informados de que en la madrugada del día 29 Mahomet II lanzaría un violento ataque contra la ciudad, uno de esos asaltos despiadados y decididos que estaban destinados a vencer o morir en el intento, y cundió el pánico en los defensores, hubo llantos en el Palacio, lamentos que expresaban la intuición de estar viviendo la verdadera última hora de la ciudad cristiana, lágrimas de tristeza y de dolor por lo que podría significar el día de mañana, lloros por la posible muerte del cristianismo y del helenismo en su propio reducto más preciado.

Los defensores participaron de los oficios en Santa Sofía junto con todos los pobladores, griegos y latinos, concientes de que podía esa ser la última misa que escucharan en ese tan apreciado sitio para los cristianos, y por un día sus divergencias fueron dejadas de lado.

El 29 de Mayo, aparentemente mucho antes de que despuntara el sol, Mahomet lanzó su primer ataque a las murallas de la ciudad con miles y miles de soldados provenientes de distintos países, serbios, búlgaros, italianos, alemanes, también turcos irregulares, los que formaban un ejército muy colorido y poco uniforme de mercenarios que luchaban solamente por la paga y su parte en el saqueo, que eran en general inconstantes y se desanimaban cuando no conseguían rápidamente el objetivo, como todos los combatientes a sueldo; hostigados por los mismos jenízaros, que no los dejaban escapar, se abalanzaron con todas sus fuerzas en varios puntos de las murallas, pero muy especialmente en el sector arruinado del Mesoteichion, y permanentemente intentaron pasar por sobre los soldados de la ciudad; los defensores, enormemente cansados, algunos mal heridos o lastimados, no escatimaron esfuerzos y rechazaron a los turcos, aunque con enormes dificultades, pero finalmente se impusieron ante una fuerza muy desorganizada, y produjeron cientos de bajas en el enemigo.

Probablemente poco le habrá importado a Mahomet este traspié, ya que su idea era cansar a los defensores de la Puerta Militar de San Romano, y desgastarlos progresivamente, evitando que reciban refuerzos atacando en todos los demás puntos, tanto en la muralla de la costa como en la terrestre.

A los pocos minutos, sin dar descanso a los defensores, el sultán lanzó un segundo asalto, aterrador por su inusitada violencia y por la cantidad de soldados que participaban, esta vez procedentes del temible cuerpo de ejército de los anatolios, soldados regulares turcos de religión islámica que deseaban ser los primeros en entrar en la ciudad; disciplinadamente se lanzaron al ataque, pero aunque eran muchos y estaban muy bien armados fueron contenidos una y otra vez, permanentemente rechazados por los valientes defensores que aún cansados seguían peleando bravamente; el avance de los anatolios fue finalmente contenido apenas un poco antes del amanecer, pero en el momento en que se disponían a retirarse un terrible cañonazo les abrió un enorme boquete que los reanimó a tratar de entrar, aunque finamente los bizantinos acabaron con las vidas de todos los soldados temerarios que entraron por ahí, dando por terminado este segundo ataque; a pesar de la victoria, los defensores de la ciudad se vieron en una situación cada vez más comprometida porque habían perdido varios hombres y cada hombre que resguardaba la metrópoli valía por quince soldados turcos, habida cuenta de la diferencia numérica de los dos ejércitos.

Cansados y hastiados de pelear, los protectores de la ciudad sin embargo no bajaron los brazos en ningún momento, y cada vez que era necesario trataban de reparar los enormes huecos que la artillería turca provocaba en las murallas, multiplicándose en el esfuerzo.

Sin embargo, en el día mas largo de la Historia para los bizantinos, había tiempo todavía para un embate más; los defensores solamente debían contener este ataque sin medir sus esfuerzos y la moral turca iba a desmoronarse tal vez para siempre.

Pero Mahomet II, a pesar de su gran desilusión al ser rechazados sus apreciados anatolios tenía una carta reservada para este último instante, y como buen estratega que era la utilizó en el momento justo, para evitar que los defensores tuvieran siquiera una oportunidad de vencer: eran los jenízaros, ese cuerpo de élite que los sultanes fueron formando a través de varias generaciones con niños cristianos que arrebataban a sus padres en los territorios conquistados y a los que daban especial formación militar educándolos en el Islam... ironía del destino iba a ser la conquista de la ciudad cristiana por parte de sus propios hijos reformados.

Los jenízaros, que estaban descansados, excelentemente entrenados y muy bien pertrechados, pronto marcaron la diferencia, en un asalto feroz por la violencia y la audacia de los atacantes.

No es difícil imaginarlos avanzar a paso redoblado, codo a codo, con decisión y coraje, a pesar de los proyectiles que los hacían caer uno a uno, siendo inmediatamente reemplazados los heridos con otro integrante que tomaba su lugar; avanzaron sin desesperación, ordenados, confiados en su victoria final, y ese orden y confianza los hicieron llegar pronto al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los bizantinos y los genoveses de la Quinta Puerta Militar, donde la moral de los defensores todavía estaba muy alta a pesar del cansancio, y donde se producían encarnizadas batallas singulares.

Pronto los defensores se vieron comprometidos seriamente, aunque lucharon hombre a hombre y aunque tiraron escala tras escala al suelo, estas volvían a levantarse, cada jenízaro que derribaban y moría o era malherido era reemplazado en seguida por otro de similares características y esto ya estaba fastidiando a los cansados soldados de las murallas, y en cierto momento el terror invadió a todos ellos: Giovanni Giustiniani, el valiente defensor genovés, el que daba las órdenes claras y precisas para la defensa, fue herido por un jenízaro.

No se sabe a ciencia cierta cómo fue herido Giustiniani, pero sí se sabe que estaba grave y que inmediatamente ordenó a sus más cercanos colaboradores que lo trasladaran para ser atendido.

Constantino, avisado inmediatamente del hecho, fue hacia él y lo quiso convencer de no alejarse del lugar, le habló de la importancia de mantenerse como sea en el campo de batalla, pero el genovés habría intuido la gravedad del asunto y lamentablemente se mantuvo firme en su deseo de retirarse para ser atendido.

Cuando el resto de los soldados genoveses vieron que se llevaban a su capitán pasó lo que era de esperar: se desmoralizaron y desertaron de sus puestos en la muralla siguiendo el camino de su capitán, justo en el preciso momento en que arreciaban las fuerzas de los jenízaros en el lugar.

Sin la mayoría de los soldados genoveses, solamente los bizantinos quedaron para combatir a un enemigo peligroso, pero aún así lo estaban haciendo valientemente, aunque a costa de ingentes esfuerzos.

Probablemente en ese instante, cuando ya había amanecido, los soldados todos, griegos y turcos, en medio del fragor del combate, vieron ondear la bandera de la media luna en una de las torres en el sector de las Blaquernas.

Los gritos de los turcos eran de victoria, y muchos griegos probablemente ya pensaban tal vez en cómo escapar de aquel infierno para proteger a sus familias.

Constantino, seguramente luego de alentar a sus soldados y prometer su vuelta, montó a caballo inmediatamente y fue a todo galope junto a su primo Teófilo, Juan Dálmata y Francisco de Toledo en compañía seguramente de unos cuantos soldados fieles hacia ese sector a ver qué estaba pasando, ya que eso podía significar el principio del fin.



La importancia de una pequeña puerta.

Había una estrecha abertura en el lado norte de la muralla terrestre de la ciudad, una simple entrada pequeña ubicada en el barrio de las Blaquernas, una poterna antigua que se había utilizado durante muchos años como puerta de escape de emergencia, y que durante mucho tiempo permaneció tapiada, aparentemente porque un adivino hacía varios siglos pronosticó que por allí entrarían quienes tomarían definitivamente la ciudad.

Por esa puerta cercana al palacio de Blaquernas, que una vez "descubierta" por los defensores fue abierta, los griegos lanzaron algunos sorpresivos ataques hacia el exterior, pero luego desistieron de volver a hacerlo porque los turcos eran innumerables y esos ataques ya no surtían efecto una vez que se perdió el efecto sorpresa.

Pasaron varios días durante los cuales la Kerkoporta no fue usada por los bizantinos y estando en pleno ataque los jenízaros, cuando los turcos arreciaban en esa mortífera oleada del tercer asalto del 29 de Mayo de 1453, probablemente detrás de los grupos de soldados griegos que habrían efectuado una salida sorpresiva entraron varios soldados otomanos.

El contingente pequeño de turcos que habría entrado a la ciudad parece haberse dirigido hacia la torre más cercana y haber izado en ella la bandera turca, para desconcierto total de los defensores de la Puerta Militar de San Romano, donde se encontraba luchando el emperador, que veían el triste espectáculo de su bandera retirada y reemplazada por la medialuna del Islam, y para satisfacción de los turcos que todavía luchaban fuera de la ciudad por entrar.

No se sabe si el emperador con sus soldados dio fin a la permanencia del enemigo en ese sector o si ya la situación estaba controlada cuando llegó por los soldados venecianos y griegos comandados por los hermanos Bocchiardi (encargados de ese tramo de la muralla); debe haber sido así, de otra forma no se explica que hubiera regresado presurosamente al Mesoteichion, sector al que había abandonado en un mal momento pero por un motivo fundamental, habiendo encontrado al volver el lamentable espectáculo de sus soldados masacrados en el sector entre muros y a los jenízaros dueños de la situación.

Cualquier defensor de la ciudad que hubiese visto la bandera de la media luna sobre las torres más cercanas al palacio del emperador y mucho más sin la presencia de éste y de sus lugartenientes, habría pensando que ya era inútil su tarea, para comenzar la huída dejando el camino libre al ejército sitiador así en medio de su desordenada retirada quedaron expuestos ante la arremetida de los jenízaros.

Es muy probable que los mismos soldados del sector entre muros hayan abierto algunas de las puertas menores de la muralla interior para salvarse de la masacre de la que estaban siendo víctimas, y que por allí grandes oleadas del ejército turco hayan entrado definitivamente a la ciudad.

Cuando llega Constantino al Mesoteichion, junto a su primo Teófilo, el español Francisco de Toledo y Juan Dálmata, y ven el espantoso espectáculo de la derrota inminente, se ponen de pie e inician la última carga de los romanos, una carga que los lleva a la muerte y a la inmortalidad al mismo tiempo...

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Santa Sofía



Los combates dentro de la ciudad.

Los combates en las calles fueron efectuados barrio a barrio, algunos ofrecieron gran resistencia pero otros no por la falta de hombres y armas, que estaban concentrados en las murallas; hubo gran confusión y muchos huían desesperados, por lo que el ejército turco ocupó la ciudad rápidamente, abriendo puerta tras puerta en las murallas para que más y más turcos penetraran en la ciudad y solamente unos pocos habitantes de Constantinopla, especialmente los italianos que sabían bien donde estaban los barcos de sus compatriotas lograron salvarse huyendo en las naves venecianas.

Murieron muchos valientes soldados atrapados entre dos fuegos, muchos intentaron huir y no pudieron, otros fueron capturados y muertos al instante, otros tuvieron la "suerte" de ser capturados, pero sus vidas fueron un infierno hasta que pudieron comprar su libertad o huir definitivamente.

La mayoría de los combatientes extranjeros, venecianos, genoveses, catalanes, fueron ejecutados al instante, mientras que los griegos más notables fueron perdonados al principio.

De todas maneras en pocas horas los turcos ya eran dueños de la situación en la nueva ciudad, ahora bajo el dominio otomano.

Se había consumado uno de los hechos históricos más trascendentales de la humanidad, uno de esos sucesos que no tienen parangón en la historia, por la importancia que tiene en sí mismo y por las consecuencias que acarrearía para el futuro del mundo, uno de esos actos principales que solo se dan en muy rara ocasión, y que ahora ante la aterrorizada mirada de la cristiandad toda se hacía realidad, el inmenso triunfo del Islam turco sobre el cristianismo ortodoxo, y la desaparición definitiva de una civilización única, memorable, romana, helénica y cristiana, que ya no volvería a resurgir nunca más.



La suerte del último emperador.

Constantino estaba luchando valerosamente, se había desprendido de las insignias imperiales y continuaba combatiendo como un soldado común, pero el aliento les faltaba a los soldados que defendían la ciudad: sin la ayuda de los soldados genoveses que habían corrido detrás de Giustiniani, el esfuerzo era absolutamente agotador.

Los jenízaros que habían penetrado por la muralla a la altura de la puerta de San Román gracias al efecto desmoralizador conseguido por el pequeño grupo que entró por la Kerkoporta e izó la bandera en una de las torres cercanas al palacio de Blaquernas, lograron masacrar a los bizantinos atrapados en el sector entre muros, y entonces se vio el último y titánico esfuerzo del emperador tratando de evitar lo inevitable, pues ya la toma de la ciudad se había hecho irremediable, los defensores eran cada vez menos y los soldados otomanos entraban ya por cientos por las puertas de la muralla interior; Constantino murió como un héroe haciendo honor a sus títulos, haciendo honor al prestigio de un imperio que no por haber caído había sido menos grande.

Sin embargo nadie ha podido saber a ciencia cierta cómo murió Constantino, ni dar noticia del verdadero paradero del cuerpo del emperador muerto, con lo cual un halo de oscuro misterio se cierne sobre esta triste historia.

La historia nos cuenta que se sacó las insignias y peleó como un soldado más, algo que nunca ha sido probado de todas maneras.

Dicen que Mahomet preguntó por Constantino, y que se alivió cuando lo dieron por muerto; dicen que el cuerpo de alguno de sus oficiales fue confundido con el del emperador, dicen que enterraron ese cuerpo, y que esa tumba fue venerada por mucho tiempo, dicen...

Es posible que con la muerte de Constantino XI estemos ante la presencia del nacimiento de un nuevo mito, el mito romántico de un luchador inigualable, algo que fue creciendo ante la necesidad del pueblo griego de creer nuevamente en sus héroes, cuando luchaban por sobreponerse del yugo turco.

Aún sin este mítico final, Constantino XI ha sido un hombre admirable, luchador incansable, que se constituyó en un más que meritorio adversario, contando solo con fuerzas exiguas, del mejor pertrechado de los ejércitos de la época, y es esa enorme dimensión que alcanza como hombre y como soldado lo que lo hace una persona descollante dentro de la inmensa historia de la humanidad.

Sin embargo, si hay que destacar algo del emperador, es su decisión de no huir de Constantinopla, de esperar a su adversario y seguir el juego hasta el final, con pocas probabilidades de vencer; esto puede significar dos cosas: la Fe impresionante de este hombre en Dios, que lo haría ser optimista hasta el final, o la entereza de un carácter enormemente decidido a llegar hasta las últimas consecuencias para defender lo que es suyo; tal vez las dos cosas fueran ciertas.
 
Así cayó nuestra última Roma.

Pero algún día llegará que vuelva ser construida.
Que el Imperio se alzará de nuevo y los bárbaros que ahora ocupan la ciudad de Constantino serán rechazados para siempre hacia las estepas de Asia, de donde jamás debieron haber salido.

Y esta vez Roma no caerá, esta vez Roma no será destruida.

Io, Io, Constantinus!
 
Recuerdo de Gibbon que encontraron al emperador entre una pila de cadáveres por sus sandalias con aguilas de oro en las suelas. Alguien lo puede confirmar?
 
Jacques de Molay rebuznó:
Así cayó nuestra última Roma.

Pero algún día llegará que vuelva ser construida.
Que el Imperio se alzará de nuevo y los bárbaros que ahora ocupan la ciudad de Constantino serán rechazados para siempre hacia las estepas de Asia, de donde jamás debieron haber salido.

Y esta vez Roma no caerá, esta vez Roma no será destruida.

Io, Io, Constantinus!

Constantinopla podría haber caido perfectamente en la guerra de Crimea si no hubiese sido por la intervención de ingleses y franceses, temerosos de que el Zar tuviese acceso directo al mediterraneo. Si no hubiese sido por ellos, una segunda Roma habria surgido, coronandose el Zar Nicolar I emperador en Santa Sofia, que volvería a ser de nuevo ortodoxa.

Una razón más para odiar a esos hijos de la Gran Bretaña y afrancesados.


Contestando a Perineo, la leyenda dice que Mahomet II busco incansablemente el cadaver del emperador queriendo darle su merecida sepultura por la heroica defensa de Constantinopla y nunca lo encontro, pero son solo eso, leyendas. Nada hay confirmado y nada se sabe de su tumba.
 
Perineo rebuznó:
Recuerdo de Gibbon que encontraron al emperador entre una pila de cadáveres por sus sandalias con aguilas de oro en las suelas. Alguien lo puede confirmar?

No lo he econtrado en Gibbon. :?
 
Mendel rebuznó:
Constantinopla podría haber caido perfectamente en la guerra de Crimea si no hubiese sido por la intervención de ingleses y franceses, temerosos de que el Zar tuviese acceso directo al mediterraneo. Si no hubiese sido por ellos, una segunda Roma habria surgido, coronandose el Zar Nicolar I emperador en Santa Sofia, que volvería a ser de nuevo ortodoxa.

Una razón más para odiar a esos hijos de la Gran Bretaña y afrancesados.

Hubiera sido un día hermoso para los griegos y los romanos.

Algún día, así lo espero, se recuperará Constantinopla.
Y también Jonia y toda Asia hasta Antioquía y más allá hasta los Santos Lugares. Y aquello que fue griego y romano volverá a serlo.

Por esta Cruzada yo vendería todos mis bienes terrenales e iría a combatir y a morir a Outremer.
 
Tengo fe de que algún dia Constantinopla volvera a estar en manos de los griegos. el señor Vlad Tepes resurgirá, y empalará ha esos barbaros cuadrupedos.

Turquia no es europa!
 
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