stavroguin 11
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La prima de riesgo se dispara a más de mil en tierras del Peloponeso, la bolsa se desembarranca, la Troika tiembla ante un posible impago... ¿Cuál es la preocupación estrella por estos inmundos parajes? Diez ministros, ninguna mujer. Pues vale. Los soplapollas socialistas se rasgan las vestiduras, también los podemitas (algo menos). Incluso los fachas que callaron como putas cuando el primer gobierno de Rajoy se cargó la paridad (11-3, creo recordar), tienen que opinar al respecto.
Miro la jeta del nuevo ministro griego de economía y me invade un cierto mal rollo. Independientemente de lo que he leído de su biografía, creo que no me gustaría encontrármelo como defensa si yo fuese delantero, como competidor de recursos en una tribu primitiva, como rival para pretender a una zorra, como contendiente de una riña multitudinaria en una taberna de las que frecuento...dejo vagar la mente en libre asociación de ideas y su imagen me trae reminiscencias de Bruce Willis, de un SS custodiando presos, de un francotirador serbio después de meter una bala en el cerebro de un bebé bosnio...
Por qué está todo el mundo hablando de Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas griego | Verne EL PAÍS
Justo lo que necesitan los griegos supongo. Me imagino a los negociadores del FMI con la diarrea a punto de caramelo solo con que su mirada sugiera que no les va a salir de las gónadas pagar la deuda.
Ahora podemos imaginar la misma situación si la negociadora griega fuese digamos que Leyre Pajín o Elena Valenciano, con los miembros de la Troika descojonándose de sus propuestas y la zorrupia empoderada haciendo pucheros y buscando aliados para llamarles machistas.
Nadie llama a otro racista por decir que los nadadores o tenistas blancos son por lo general mucho mejores que los negros, ni supremacista negro por afirmar que las posibilidades de un blanco en la final olímpica de los 100 metros lisos son anecdóticas. Pero afirmar que en momentos tensos, difíciles, estresantes, en los que las mamapollas suelen inhibirse y esconderse detrás de alguien, es mucho mejor recurrir a seres con bolsas colgantes en la entrepierna y altos niveles de testosterona heredados por selección natural de los tiempos de la caza del mamut y de la defensa contra el tigre de dientes de sable, es, por lo visto, profundamente machista.
Ya sé que existieron Golda Meir y Margaret Thatcher, y que tenemos que soportar a la Merkel, pero no caigamos en el error de confundir norma con excepciones.
Lo que para muchos es un paso atrás, a otros nos parece un avance. Una vuelta a los felices tiempos en los que las decisiones las tomaban las personas capacitadas para ello, y como mucho se les dejaba a las mujeres el Ministerio de Cultura o de Asuntos Sociales para que jugasen un poco (recordemos que Felipe González durante 14 años en el poder no pasó de poner muy de tarde en tarde a petardas como Rosa Conde o Matilde Fernández). Ello no significa que las mujeres deban ser excluidas del ámbito de la alta política. De ninguna manera. Seguro que en los edificios de los ministerios griegos existen muchos suelos por fregar.
Miro la jeta del nuevo ministro griego de economía y me invade un cierto mal rollo. Independientemente de lo que he leído de su biografía, creo que no me gustaría encontrármelo como defensa si yo fuese delantero, como competidor de recursos en una tribu primitiva, como rival para pretender a una zorra, como contendiente de una riña multitudinaria en una taberna de las que frecuento...dejo vagar la mente en libre asociación de ideas y su imagen me trae reminiscencias de Bruce Willis, de un SS custodiando presos, de un francotirador serbio después de meter una bala en el cerebro de un bebé bosnio...
Por qué está todo el mundo hablando de Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas griego | Verne EL PAÍS
Justo lo que necesitan los griegos supongo. Me imagino a los negociadores del FMI con la diarrea a punto de caramelo solo con que su mirada sugiera que no les va a salir de las gónadas pagar la deuda.
Ahora podemos imaginar la misma situación si la negociadora griega fuese digamos que Leyre Pajín o Elena Valenciano, con los miembros de la Troika descojonándose de sus propuestas y la zorrupia empoderada haciendo pucheros y buscando aliados para llamarles machistas.
Nadie llama a otro racista por decir que los nadadores o tenistas blancos son por lo general mucho mejores que los negros, ni supremacista negro por afirmar que las posibilidades de un blanco en la final olímpica de los 100 metros lisos son anecdóticas. Pero afirmar que en momentos tensos, difíciles, estresantes, en los que las mamapollas suelen inhibirse y esconderse detrás de alguien, es mucho mejor recurrir a seres con bolsas colgantes en la entrepierna y altos niveles de testosterona heredados por selección natural de los tiempos de la caza del mamut y de la defensa contra el tigre de dientes de sable, es, por lo visto, profundamente machista.
Ya sé que existieron Golda Meir y Margaret Thatcher, y que tenemos que soportar a la Merkel, pero no caigamos en el error de confundir norma con excepciones.
Lo que para muchos es un paso atrás, a otros nos parece un avance. Una vuelta a los felices tiempos en los que las decisiones las tomaban las personas capacitadas para ello, y como mucho se les dejaba a las mujeres el Ministerio de Cultura o de Asuntos Sociales para que jugasen un poco (recordemos que Felipe González durante 14 años en el poder no pasó de poner muy de tarde en tarde a petardas como Rosa Conde o Matilde Fernández). Ello no significa que las mujeres deban ser excluidas del ámbito de la alta política. De ninguna manera. Seguro que en los edificios de los ministerios griegos existen muchos suelos por fregar.