Victor I
Freak
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- 24 Ene 2006
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Gaudeaumus igitur iuvenes dum sumus..
Fui un adolescente bello y rabioso como un relámpago. Cada vez que entraba en una discoteca crujían las caderas, se encendían los ópalos de sus miradas y sentía como la elipse de jovencitas que orbitaba en torno a mi se acercaba y me cercaba como si fuera un imán. Ellas, las niñas-mujeres con sus pechos recien florecidos, me adoraban. Era el puto héroe del barrio, el guaperas de la clase, el máximo goleador del equipo. Folle muy poco pero me pajee mucho pensando en todas las oportunidades que estuvieron a punto de coronarme. La belleza, mi rabo y mi estupidez fue un trío poco rentable, pero no me importaba demasiado, era tonto y era feliz disfrutando de esa adoración improductiva y torpe que provocaba.
Notaba sus miradas sedientas, su servilismo, su rendición absoluta ante mi divina presencia. Nada parecia imposible, no habia límites para mi omnipotencia celestial. Habia descencido de los cielos para reinar sobre las mujeres. Ah, pero el tiempo pasa y la belleza se agosta, se difumina y se pierde para no volver. Tempus fugit...antes de que pudiera aprovechar mis últimos retazos de esplendor para cablagar sobre el lomo perfecto de una hermosa y juvenil hembra perdí el favor y las consideraciones de mis antiguas acólitas. Me había vuelto vulgar y tan sólo me esperaba el desden, sus coños pasivos e imposibles y la invisibilidad. Pasaba desapercido, no era nadie, uno de tantos que las pretendia sin esperanza.
Pero sin embargo siempre tuve a los homosexuales de mi parte. Siempre, no me faltaron sus miradas lascivas, sus ansiedad, sus ganas de ser horadados y trepanar, su apetito infinito por mi rabo, su querencia por mi graníticos glúteos y mis torso imperial y ciclópeo. Ellos siempre estuvieron buscandome la espalda y sobándose el paquete al cruzarse conmigo. Siempre levantaron sus pollas para saludarme.
Siempre, hasta hace unos días cuando caminaba feliz y confiado por las calles de Chueca disfrutando de los preparativos de esa celebración que les sirve para declarar su orgullo por chupar pollas. Entonces sucedió. Nada, absolutamente nada. Ni una mirada, ni una provocación, ni una lengua recorriendo sus labios y fijando su mirada en mi desbordada entrepierna. Tenía que pasar y pasó. Les he perdido a ellos tambien.
Es la decadencia absoluta del hombre heterosexual, cuando ni siquiera vale para chulazo de mariquitas locas. Ni para eso he quedado, todo lo perdí al perder la ereción de los gayers. Por eso me dirijo a vosotros, mariquitas del Foro, a todos vosotros, no sólo a Pai y UBP como principales bastiones homosexuales de este sacrosanto lugar, para recuperar esa mirada que pulia y doraba mi ego. Dedicadme algo, cantar mis virtudes, ejercer de poeta enamorados, mandarme mps de amor entregado y chorreantes de esperma. Lo que sea, estoy desesperado. Ayer, en el metro una señora ecuatoriana me preguntó la y al llegar al casa, desnudo y entre convulsiones me hice una paja pensando que la poseía carnalmente.
Fui un adolescente bello y rabioso como un relámpago. Cada vez que entraba en una discoteca crujían las caderas, se encendían los ópalos de sus miradas y sentía como la elipse de jovencitas que orbitaba en torno a mi se acercaba y me cercaba como si fuera un imán. Ellas, las niñas-mujeres con sus pechos recien florecidos, me adoraban. Era el puto héroe del barrio, el guaperas de la clase, el máximo goleador del equipo. Folle muy poco pero me pajee mucho pensando en todas las oportunidades que estuvieron a punto de coronarme. La belleza, mi rabo y mi estupidez fue un trío poco rentable, pero no me importaba demasiado, era tonto y era feliz disfrutando de esa adoración improductiva y torpe que provocaba.
Notaba sus miradas sedientas, su servilismo, su rendición absoluta ante mi divina presencia. Nada parecia imposible, no habia límites para mi omnipotencia celestial. Habia descencido de los cielos para reinar sobre las mujeres. Ah, pero el tiempo pasa y la belleza se agosta, se difumina y se pierde para no volver. Tempus fugit...antes de que pudiera aprovechar mis últimos retazos de esplendor para cablagar sobre el lomo perfecto de una hermosa y juvenil hembra perdí el favor y las consideraciones de mis antiguas acólitas. Me había vuelto vulgar y tan sólo me esperaba el desden, sus coños pasivos e imposibles y la invisibilidad. Pasaba desapercido, no era nadie, uno de tantos que las pretendia sin esperanza.
Pero sin embargo siempre tuve a los homosexuales de mi parte. Siempre, no me faltaron sus miradas lascivas, sus ansiedad, sus ganas de ser horadados y trepanar, su apetito infinito por mi rabo, su querencia por mi graníticos glúteos y mis torso imperial y ciclópeo. Ellos siempre estuvieron buscandome la espalda y sobándose el paquete al cruzarse conmigo. Siempre levantaron sus pollas para saludarme.
Siempre, hasta hace unos días cuando caminaba feliz y confiado por las calles de Chueca disfrutando de los preparativos de esa celebración que les sirve para declarar su orgullo por chupar pollas. Entonces sucedió. Nada, absolutamente nada. Ni una mirada, ni una provocación, ni una lengua recorriendo sus labios y fijando su mirada en mi desbordada entrepierna. Tenía que pasar y pasó. Les he perdido a ellos tambien.
Es la decadencia absoluta del hombre heterosexual, cuando ni siquiera vale para chulazo de mariquitas locas. Ni para eso he quedado, todo lo perdí al perder la ereción de los gayers. Por eso me dirijo a vosotros, mariquitas del Foro, a todos vosotros, no sólo a Pai y UBP como principales bastiones homosexuales de este sacrosanto lugar, para recuperar esa mirada que pulia y doraba mi ego. Dedicadme algo, cantar mis virtudes, ejercer de poeta enamorados, mandarme mps de amor entregado y chorreantes de esperma. Lo que sea, estoy desesperado. Ayer, en el metro una señora ecuatoriana me preguntó la y al llegar al casa, desnudo y entre convulsiones me hice una paja pensando que la poseía carnalmente.