He pedido al subnormal de chatgpt que me escriba una conversación con el protagonista de "Lo mejor que le puede pasar a un cruasán" y lo que me suelta sólo de primeras ya es una puta maravilla
Los escritores con ínfulas se hacen los ofendiditos con esto porque les afecta al bolsillo. Los lectores de verdad tenemos que abrirnos a nuevos horizontes
Camarero:
—¿Otro cortado, señor Miralles? O quizá quiera algo más fuerte para digerir la vida.
Pablo Miralles:
—La vida no se digiere, chaval. Se aguanta, como las cenas familiares y los anuncios de detergente. Pero sí, ponme otro cortado. Y que sea rápido, que tengo cosas importantes que no hacer.
Camarero:
—Me admira usted, señor Miralles. Hay personas que se pasan media vida corriendo para llegar a ninguna parte, y usted llega a ninguna parte sin correr.
Pablo:
—Eso se llama eficiencia. Mis padres lo llamaban fracaso con talento, pero ya sabe: todo es marketing. Si le pones a un vago la etiqueta de “filósofo urbano”, de pronto parece profundo.
Camarero:
—Hablando de profundidad… su hermano vino por aquí hace dos días. Parecía preocupado. O quizá era estreñimiento, siempre los confundo.
Pablo:
—Mi hermano siempre parece preocupado. Es lo que pasa cuando tienes éxito: te vuelves intolerante a la tranquilidad. Yo, en cambio, soy alérgico a los problemas, por eso nunca los busco. Ellos me encuentran, eso sí. Tienen un GPS solo para mí.
Camarero:
—Le dejó esto.
(Saca un sobre arrugado que lleva su nombre)
Pablo:
—Ah, fantástico. Lo que me faltaba: un sobre misterioso con pinta de arruinarme la mañana.
(Lo abre sin prisa)
—Mira tú… una nota: “Nos vemos en el sitio de siempre”. Genial. No tengo ni idea de cuál es el sitio de siempre, porque mi hermano cambia de “sitio de siempre” cada dos semanas.
Camarero:
—¿Quiere que le apunte algunos sitios donde suele discutir con usted?
Pablo:
—No, gracias. Buscar a mi hermano es como jugar al escondite con un gurú del mindfulness: o aparece cuando le da la gana o te manda un mensaje críptico sobre la importancia de respirar. Además, si quiere que lo encuentre, que me envíe las coordenadas y una botella de vino. En ese orden.
Camarero:
—¿Y qué va a hacer?
Pablo:
—Lo de siempre: ignorarlo un rato, dar un par de vueltas por la ciudad fingiendo que sé lo que hago, y luego acabar metido en algo que me supere por completo. Si no, la vida sería demasiado simple.
Camarero:
—Muy bien. ¿Otro cortado para acompañar su falta de plan?
Pablo:
—Sí, y tráeme también un cruasán. Nunca sabes cuándo va a ser “lo mejor que te puede pasar”.