Dedico los fines de semana a cocinar para la semana o a hacer el vago, si ya tengo el congelador lleno. Hoy tocaba lo segundo y, como vengo haciendo últimamente, he ido a una tienda de suministros para artistas (donde también venden a gilipollas sin talento como yo) a malgastar todo lo que llevaba en efectivo.
Suelo ir con los auriculares y pasármelo como un niño con un cheque en blanco dentro de una tienda de chucherías.
Ya van unas cuantas veces en las que me cruzo con clientas que no se cortan un pelo, clavándome los ojos y aprovechando para dedicarme un «hasta luego» cuando me despido del personal de la tienda, con atusamiento de cabellos incluido.
Obviamente es porque piensan que soy un hartista bohemio que vive en un ático y pinta todo el día. Yo también me follaría si así fuera.
Lo cierto es que me paso más tiempo afilando los lápices que pintando.