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Dios Vengativo
Guest
Hoy he tenido un sueño sórdido. Ésta es la palabra. Me he despertado con un sentimiento doble. Por una parte he sentido repugnancia por el sueño, por otra me he maravillado de su extraordinaria estructura, de su tema. Aquí va:
La estructura en espejo del sueño me parece extraordinaria. Todo aparece doblado. Yo me corto el cuello a mí mismo. Dentro del propio sueño, sueño que despierto y que cuento el sueño a mi familia. Ahora, con vosotros amigos de putalocura, sigo espejando esta siniestra historia y os digo, como a mi familia en el sueño, que he tenido un sueño sórdido. ¡Magnífico, magnífico!
¿Alguien me interpreta el sueño? Esto es carne de psicoanálisis. Freud habría estado encantado. ¡Ayudadme a entender qué profundos pensamientos de mi subconsciente se esconden detrás de esta historia!
ACTO 1
Estoy en la cocina. Solo. Luz tenue. La cocina tiene forma rectangular y es bastante grande. Las baldosas son claras. Frente a mí, tumbado boca arriba en la dirección del ancho de la cocina, estoy... yo. Yo estoy frente a mí. Tiene que ser una especie de clon, pensé en el sueño. Aunque mi cara está oculta bajo un plástico, no me cabe ninguna duda de que es la mía. Se trata de un conocimiento primario, de una intuición, que en los sueños son el único tipo de conocimiento existente. El silencio y la soledad son absolutos. Yo estoy vivo, y permanezco agachado frente a mí mismo, a un yo desdoblado, o a una copia, a un segundo yo.
(Ahora empieza lo brutal).
Con el mismo cuchillo con que en mi casa se corta normalmente el pan empiezo, desde lo lejos, a cortale el cuello a mi cadáver que yace en el suelo. Juro que no sé decir cuántas veces se lo llegué a cortar. Una y otra vez, desde la nuez hasta abajo y vuelta a comenzar, como en un bucle. Los tejidos se volvían a coser nada más alcanzaba el cuchillo la baldosa. Yo, sin embargo, en ningún momento me pregunté por qué era que tenía que cortarlo tantas veces. Tampoco me llegué a preguntar, a secas, por qué era que tenía que cortarlo. Digamos que era mi fatum en el sueño, la razón de mi existencia era cortar el cuello de mi doble tumbado en el suelo. El ángulo de ataque y la fuerza que aplicaba al cuchillo se dejaban ver en la velocidad con que desgarraba la carne del cuello. En el mango podía incluso sentir las durezas del interior del cuello, como la columna. Me sorprendió, esto lo recuerdo, que no brotara la sangre. Razoné que quizá se debía a que ya estaba coagulada.
Durante todo el tiempo que paso segando ese cuello, mi cuello, mi imaginación rechaza una y otra vez con repugnancia la posibilidad de aprehender la cabeza y sacarla de aquel plástico. La sola idea me produce un terror, un pavor indescriptible.
En un momento dado la cabeza quedó definitivamente liberada del cuerpo, y yo, con ayuda del cuchillo, dándole golpes, empecé a girarla y girarla buscando la cara hasta que, en una última vuelta del bulto cubierto de plástico, la sombra transparentada de un gesto terrorífico me miró.
ACTO 2
Estoy sentado con mi familia en la cocina a la hora de comer, y cuento mi sueño. Lo describo, atención, con la palabra "sórdido". Digo: he tenido un sueño sórdido. Sórdido es la mejor palabra para describirlo. Mientras lo cuento añado algo de ficción para hacerlo aún más sórdido y más sorprendente. Digo -sabiendo que miento- que llegué a levantar mi cabeza y a ponérmela a la altura de la mía, de manera que los dos nos miramos a los ojos.
...
La estructura en espejo del sueño me parece extraordinaria. Todo aparece doblado. Yo me corto el cuello a mí mismo. Dentro del propio sueño, sueño que despierto y que cuento el sueño a mi familia. Ahora, con vosotros amigos de putalocura, sigo espejando esta siniestra historia y os digo, como a mi familia en el sueño, que he tenido un sueño sórdido. ¡Magnífico, magnífico!
¿Alguien me interpreta el sueño? Esto es carne de psicoanálisis. Freud habría estado encantado. ¡Ayudadme a entender qué profundos pensamientos de mi subconsciente se esconden detrás de esta historia!