I. Justicia

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Juvenal

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23 Ago 2004
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Polinices yace fuera de la ciudad, a merced de los perros y los cuervos, privado de las exequias; así lo manda el rey, cuya palabra es Ley...


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Summum ius, summa iniuria (Cicerón)

Si bien con algunas excepciones, como el relativismo moral de algunos sofistas griegos, en la Antigúedad la más extendida formulación de la Justicia la concebía como algo natural: en la conciencia de cada ser humano se hallaba impreso por los dioses un innato y universal sentido de la Justicia. Es lo que se conoce como iusnaturalismo: hay una ley natural válida para todos y que todos conocen.

El cristianismo hace suya el concepto de Derecho Natural: para santo Tomás de Aquino la ley divina es universal, inmutable y evidente. Para los teólogos y escolásticos las leyes humanas que no concuerden con la divina no son tales y por tanto normas injustas que han de ser resistidas.

En el siglo XVII el jurista holandés Hugo Grocio, redefine el iusnaturalismo: es un dictado de la recta razón. No es moco de pavo lo que afirma, ya no es necesario acudir a Dios para saber qué es lo justo sino a la razón, a la inteligencia.

Con todo, el iusnaturalismo adolece de un grave defecto: si hay una ley natural, hay que interpretarla y conocerla. ¿Quién es el encargado de tal labor? ¿Los sacerdotes o los hombres de la Compañía General de Indias que fletan los barcos hacia América? ¿Un señor de Cuenca que pasaba por allí? ¿Todo el mundo?



Ultima ratio regum (divisa grabada en los cañones de Luis XIV)

Los años pasan y llegamos al siglo XIX; tiempos de gas, acero y carbón que elevan torres como la de Gustave Eiffel. Llega el positivismo: La pobreza es un virus, el cerebro es una máquina y no hay más que una ley, la que dictan los hombres (normalmente los que llevan chistera y fuman puros). Es tangible y material, es la ley positiva (y reviste la forma de voluminoso código civil, penal o mercantil).

Con todo, el positivismo adolece de un grave defecto: si para que algo sea justo, basta con que sea una norma legal, pronto, muy pronto, personas de lo más corriente, sin cuernos ni rabo, siguiendo meticulosamente los pasos marcados en la ley, organizarán convoyes al Este sin cuestionar nada o bien redactarán sin pestañear estadillos repletos de burgueses que han de ser reeducados.


La justicia es un cachondeo (Pedro Pacheco)

Decía san Agustín que un estado sin justicia es una banda de ladrones, pero ¿qué es la justicia? ¿Qué es lo justo?
 
pletórico, usted es a m o


Hablando de Derecho natural ..............

Heraclito de Efeso (535-470 A.C.). La naturaleza, regida por un logos se encontraba presente en las leyes dictadas por los hombres.

Archytas de Tarento (400-365 A.C.) hablaba de leyes no escritas, promulgadas por los dioses para fundamentar las leyes del hombre, y cuya violación era causa de desgracias y castigo.

Sófocles (493-406 A.C.) expresa la existencia de estas leyes en Antígona: “ ...que no son de hoy ni de ayer, si no que viven en todos los tiempos y nadie sabe dónde aparecieron...”

Aristóteles (384-322 A.C.) plantea que el contenido esencial de la ley es la justicia, la cual encuentra su expresión en la ley natural y la ley positiva, con la diferencia de que la ley natural es inmutable y aplicable en todas partes; en tanto la ley positiva varía con el tiempo y la cultura, para él la ley natural constituye un verdadero derecho.

Francisco Suárez (1568-1645) afirmaba que la Ley Natural fue grabada por Dios en la conciencia del hombre y es objetiva y absoluta. Su materia básica es la honestidad, que es la misma moralidad.

Tomás Hobbes (1588-1679), al considerar al hombre como intrínsecamente perverso y egoísta, admite que la única forma de detener la guerra es por medio de una Ley Natural basada en la razón y dirigida a proteger derechos tan esenciales como la vida.

Baruch Spinoza (1632-1677) está de acuerdo con Hobbes en la ambición humana que lleva al desastre de la guerra permanente y cuya única solución es pactar colectivamente para crear un Estado fuerte, no solo para mantener la paz sino para garantizar a los súbditos un máximo grado de libertad.

Samuel Puffendorf (1632-1677) expresa que la Ley Natural es el reflejo de las dos principales tendencias de la persona: conservar la vida y vivir en sociedad respetando los derechos de los demás.

por cierto, que Puffendor fue el primer profesor universitario que recibió la cátedra de Derecho Natural

John Locke estaba convencido del derecho humano de aplicar por sí mismo las normas del Derecho Natural y de su entrega de este y otros derechos a la sociedad. Lo que se delega es solamente la potestad de aplicar las normas del Derecho Natural. Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) decía que la custodia del Derecho Natural y la garantía de su aplicación reside en el Pueblo, el cual entrega en forma individual todos sus derechos naturales a la comunidad, lo cual no destruye ni la libertad ni la igualdad. Manuel Kant (1724-1808) definía el Derecho Natural como el conjunto de principios universales, absolutos, perfectos e inmutables derivados de la Razón y que rigen la conducta humana bajo el imperativo categórico de “obra de tal manera que la norma de tus actos pueda valer como principio de conducta o legislación universal”


Saludos
 
Es un término difuso, una homonimia y también una sinécdoque.

Podríamos pensar que no existe en la naturaleza, que es una invención(como la línea recta) y la cuestión última que deberíamos examinar antes es si el hombre es una criatura más del planeta o está por encima del resto de la Creación. Creo lo segundo y por ello creo que cada vez que el hombre renuncia a sus inclinaciones naturales por el beneficio de la comunidad -y la justicia es eso, al necesitar una ley previa, tácita o no- está un paso más lejos de ser una bestia y uno más cerca de los dioses. Que viene a ser más o menos lo mismo que dice Freud en el Malestar en la Cultura.


Para no creer en la justicia me ha salido un buen alegato, tengo madera de sofista. Espero que os creáis lo que habéis leído, yo seguiré pensando lo que no es justo lo que no me da gusto.
 
Bueno, es bien dificil plasmar la opinion propia ante semejante coleccion de mentes preclaras, que le dejan a uno a la altura del betún. Sin embargo, es un tema inspirador y que despierta mi interés, asi que intentaré plasmarla de la forma mas sensata posible.

Durante bastante tiempo yo era de la opinión de que todas las normas son convenciones sociales (un contrato social), y que son por ende relativas a la cultura y no objetivas. Sin embargo, si que es cierto que hay actos que son intrínsecamente malos (como quitar la vida a un ser humano, sean cuales sean los beneficios obtenidos a cambio, o causar un perjuicio a otra persona sin mas intención que ésta). Es cierto que hay un muy amplio cambio medio que es "moralmente gris", y cuya concepción moral podría ser relativizable en función de la cultura en que uno vive, pero creo que existen unos muy pocos actos que tienen una cualidad moral objetiva e independiente del sujeto que los valora. Las leyes pueden hacer en un determinado momento necesaria su violación (matar a una persona para evitar la muerte de mil), pero eso no hace bueno el acto, sino conveniente. Yo no se de donde vendrán esas valoraciones instintivas. Algunos los achacan a Dios, pero yo tiendo a pensar que su origen probablemente está en el sistema límbico, ya que en mayor o menor medida una buena parte de los vertebrados superiores manifiestan cierta reticencia a violar casos equivalentes, en lo que aparentaría una especie de proto-moral.

Curiosamente, existe una muy natural tendencia en los hombres a ser egoistas e incluso un poco maliciosos con los semejantes, y yo creo que no es cierto que la sociedad nos haga así, sino que pienso que, al contrario, es la sociedad lo que hace que el trato entre humanos sea aceptable, y no sujeto a simples conflictos de poder entre los individuos, en que el fuerte quita la comida al debil.

La justicia es, en mi opinión, la cualidad que tienen los actos que estan acordes a esa ley natural. Admito que es una definición un tanto pobre y difusa, pero despues de leer los posts anteriores, se siente miedo de quedar mal :)
 
Joder, me habéis hecho recordar esas jodidas clases de derecho natural, hace ya quince años.

:cry: :cry:

Muy interesantes si no eres un descerebrado jovenzuelo de dieciocho años que piensa sólo en follar y en beber.
 
Jacques de Molay rebuznó:
Joder, me habéis hecho recordar esas jodidas clases de derecho natural, hace ya quince años.


Ahora lo llaman Teoría del Derecho :lol:
 
No me voy a extender, porque para eso ya tienen la wikipedia y el google pero si les interesa el tema y quieren más autores pueden echarle un vistazo a las obras de Hans Kelsen, Carl Schmitt, John Rawls, Pietro Barcellona y Robert Nozick, sin olvidarse de la falacia naturalista de Hume.



Pero en estas cuestiones, además de los grandes pensadores, también es interesante conocer las opiniones de la gente corriente.
 
Tantos ríos de tinta y tantos pensadores y filósofos intentando dar con la respuesta cuando ésta es tan clara y cristalina que no admite refutación, siempre la hemos tenido delante de nuestras narices y, de tan obvia, no nos hemos dado cuenta.

-¿Y qué ley es ésa?
-Lo sabéis muy bien, es ley de naturaleza que el lobo devore al cordero.



Tucídides (ca. 460-396 a.C.)
«Diálogo de Melos»
Historia de la Guerra del Peloponeso, V 86-116, traducción de J. J. Torres,
Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1991



Durante la «paz de Nicias» (421-416 a.C.), que separa las dos fases más importantes de la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), los enviados de Atenas exige a los habitantes de la pequeña isla de Melos que renuncien a su neutralidad, se integren a la alianza hegemonizada por Atenas y paguen el tributo que esto supone. Tucídides confronta en un diálogo las razones de los melios para defender su neutralidad y libertad, y el argumento del derecho del más fuerte que proclaman los atenienses.

Atenienses: «(...) Se trata más bien de alcanzar lo posible de acuerdo con lo que unos y otros verdaderamente sentimos, porque vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan».

Melios: «Según nuestra manera de ver las cosas al menos lo útil (es necesario, en efecto, moverse en esos términos, puesto que vosotros habéis establecido que se hable de lo conveniente dejando aparte de este modo las razones de derecho), lo útil, decimos, exige que nosotros no acabemos con lo que es un bien común, sino que aquel que en cualquier ocasión se encuentre en peligro pueda contar con la asistencia de unos razonables derechos y obtenga provecho de ellos si con sus argumentos logra un cierto convencimiento de su auditorio, aunque sea dentro de unos límites estrictos. Y esto no es menos ventajoso para vosotros, tanto más cuanto que en vuestra caída constituiríais un ejemplo para los demás por la magnitud de las represalias».

Atenienses: «(...) Ahora lo que queremos demostraros es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio y que os haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad, porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de utilidad para ambas partes».

Melios: «¿Y cómo puede resultar útil para nosotros convertirnos en esclavos, del mismo modo que para vosotros lo es ejercer el dominio?».

Atenienses: «Porque vosotros, en vez de sufrir los males más terribles, seríais súbditos nuestros y nosotros, al no destruiros, saldríamos ganando».

Melios: «¿De modo que no aceptaríais que, permaneciendo neutrales, fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados de ninguno de los dos bandos?».

Atenienses: «No, porque vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que están bajo nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro odio se interpretaría como una prueba de nuestra fuerza».

Melios: «¿Tal es la idea que vuestros súbditos se forman de lo razonable, que ponen en un mismo plano a los pueblos que no tienen ningún lazo con vosotros y a todos aquellos que en su mayoría son colonos vuestros y de los que algunos han sido reducidos tras una sublevación?».

Atenienses: «Es que piensan que ni a los unos ni a los otros les faltan razones de derecho; pero que unos se mantienen libres gracias a su fuerza y que nosotros no vamos contra ellos por miedo. Así que, amén de acrecentar nuestro imperio, por el hecho de ser conquistados nos proporcionaríais seguridad, especialmente en vista de que vosotros, siendo isleños, y más débiles que otros, no habríais logrado manteneros libres frente a los señores del mar».

Melios: «¿Y no apreciáis seguridad en aquello que os propusimos? (...) Vamos a ver, todos aquellos pueblos que actualmente no son aliados de ninguno de los dos bandos, ¿cómo no los convertiréis en enemigos cuando dirijan su mirada a lo que está pasando y se pongan a pensar que un día también marcharéis contra ellos? ¿Y con ese comportamiento, qué otra cosa haréis sino reforzar a vuestros enemigos actuales e incitar a convertirse en enemigos bien a su pesar a los que ni siquiera tenían intención de serlo?».

Atenienses: «No lo vemos así, puesto que no consideramos más peligrosos para nosotros a todos esos pueblos de cualquier parte del continente que, por la libertad de que gozan, se tomarán mucho tiempo antes de ponerse guardia contra nosotros, sino a los isleños que en cualquier parte no se someten a nuestro imperio, como es vuestro caso, y a los que ahora mismo ya están exasperados por el peso ineludible de este imperio. Esos son, en efecto, los que, dejándose arrastrar por la irracionalidad, podrían ponerse a sí mismos, y a nosotros con ellos, en un peligro manifiesto».

Melios: «Pues, si vosotros corréis un tan gran peligro para no ser desposeídos de vuestro imperio, y también lo afrontan aquellos que ya son esclavos a fin de liberarse, para nosotros que todavía somos libres sería ciertamente una gran vileza y cobardía no recurrir a cualquier medio antes que soportar la esclavitud».

Atenienses: «No, si deliberáis con prudencia; pues no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación respecto a vuestra salvación, a fin de que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros» (...).

Melios: «También nosotros, ,sabedlo bien, consideramos difícil luchar contra vuestro poderío y contra la fortuna, si ésta no ha de repartirse por igual. No obstante, en lo tocante a la fortuna, confiamos en que no seremos peor tratados por la divinidad, pues somos hombres piadosos que nos enfrentamos a un enemigo injusto, y, en lo concierne a la inferioridad de nuestras fuerzas, contamos con que estará a nuestro lado la alianza de los lacedemonios, que se verá obligada a acudir en nuestra ayuda, si no por otra razón, a causa de la afinidad de raza y por el sentimiento del honor. En modo alguno es, pues, nuestra confianza tan irracional como afirmáis» (...).

Atenienses: «(...) Estamos observando que, a pesar de haber afirmado que íbais a deliberar sobre vuestra salvación, en todo este largo debate no habéis dado ni una sola razón con la que los hombres puedan contar para creer que van a salvarse; por el contrario, vuestros fuertes apoyos están en las esperanzas y en el futuro, y los recursos a vuestra disposición son muy escasos para que podáis sobrevivir frente a las fuerzas que ya están alineadas contra vosotros. Evidenciaréis, pues, la enorme irracionalidad de vuestra actitud, si, una vez que nos hayáis despedido, no tomáis una decisión que muestre una mayor sensatez que la de ahora. No vayáis a tomar la senda de aquel sentimiento del honor que, en situaciones de manifiesto peligro con el honor en juego, las más de las veces lleva a los hombres a la ruina. Porque a muchos que todavía preveían adónde iban a parar, el llamado sentido del honor, con la fuerza de su nombre seductor, les ha arrastrado consigo, de modo que, vencidos por esa palabra, han ido de hecho a precipitarse por voluntad propia en desgracias irremediables, y se han granjeado además un deshonor que, por ser consecuencia de la insensatez, es más vergonzoso que si fuera efecto de la suerte. De esto vosotros debéis guardaros si tomáis el buen camino. No consideréis indecoroso doblegaros ante la ciudad más poderosa cuando os hace la moderada propuesta de convertiros en aliados suyos, pagando el tributo pero conservando vuestras tierras, ni dejar de porfiar por tomar el peor partido cuando se os da la oportunidad de elegir entre la guerra y la seguridad. Porque aquellos que no ceden ante los iguales, que se comportan razonablemente con los más fuertes y que se muestran moderados con los más débiles son los que tienen mayores posibilidades de éxito. Reflexionad, pues, cuando nos hayamos retirado, y no dejéis de tener presente que estáis decidiendo sobre vuestra patria, y que de esta única decisión sobre esta única patria que tenéis, según sea acertada o no, dependerá que sea posible mantenerla en pie».

Entonces los atenienses se retiraron del debate; y los melios, tras estar deliberando entre ellos, como su decisión estaba en consonancia con su postura anterior y en desacuerdo con los atenienses, respondieron lo siguiente: «Atenienses, ni nuestras opiniones son distintas a las que sosteníamos al principio, ni en un instante vamos a privar de su libertad a una ciudad que está habitada desde hace setecientos años, sino que, confiando en la fortuna otorgada por la divinidad que hasta ahora la ha mantenido a salvo y en la ayuda de los hombres, y en particular de los lacedemonios, intentaremos salvarla. Nuestra propuesta es ser amigos vuestros, sin enemistarnos con ninguno de los dos bloques, y que vosotros os retiréis de nuestra tierra después de concluir un tratado que resulte satisfactorio para ambas partes».

Esto es cuanto respondieron los melios; y los atenienses, dando ya por terminadas las negociaciones, hicieron la siguiente declaración: «Verdaderamente, a juzgar por estas decisiones, sois, a nuestro parecer, los únicos que tenéis por más cierto el futuro que los que estáis viendo y que, con los ojos del deseo, contempláis como si ya estuviera ocurriendo lo que todavía no se ve. En fin, cuanto mayor sea la confianza con que os abandonéis a los lacedemonios, a la fortuna y a las esperanzas, tanto mayor será vuestra caída» (...).

Los atenienses mataron a todos los melios adultos que apresaron y redujeron a la esclavitud a niños y mujeres. Y ellos mismos, con el posterior envío de quinientos colonos, poblaron el lugar.
 
Jacques de Molay rebuznó:
Muy interesantes si no eres un descerebrado jovenzuelo de dieciocho años que piensa sólo en follar y en beber.
a que edad se deja de pensar en eso?
porque estoy en la treintena y sigo en las mismas... :oops:
 
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