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Y estamos hablando de españolas, ojo. Idos con una británica, fliparéis.
Son DE LARGO más guarras que los tíos. En general. Alguna excepción habrá. Un tío se puede dejar por medio unos pantalones o unas zapatillas, o el abrigo. Una tía se deja veinte pares y el bolso. O diez bolsos. Y la cantidad de trapos y mierdas que tienen crece exponencialmente, con lo que la posibilidad de que esté todo lleno de su mierda aumenta cada día que pasa. He llegado a ver armarios vacíos y todo su contenido repartido por todas las estancias de la casa. Y entrad al baño. Un tío, si es un tío como dios manda, todo lo más se deja por medio un cepillo de dientes o una brocha de afeitar de pelo de tejón punta de plata o quizá también su maquinilla clásica predilecta (nunca una navaja), pero una tía se deja setecientos botes de mierdas para el pelo, veinte de cremas, tres estuches de maquillaje y el turulo del papel del culo, que consumen a razón de tres por semana. Una tía, una normal, vaya, no una guarra, una normal de las de hoy día son lo más guarro en casa que pare madre. Quizá sus abuelas fueran un portento de limpieza, pero ellas no. Es eso o una puta maniática de la limpieza, porque lo que es una cosa normal no lo he conocido yo en mi puta vida.
Y no me paro a seguir enumerando los problemas de vivir con una tía porque del desfile de amigas y maromos no quiero hablar, como tampoco quiero hablar de su tendencia a cotorrear por teléfono 24/7, ver mierda en la tele, romper cosas y no saber arreglarlas y dar por culo para que las arregles tú, que ellas no saben. No saben ni hacerse un huevo frito, ni planchar. Pero comer pollas sí, comer pollas saben desde los catorce.
Irse a vivir con una tía sólo compensa si tienen legiones de amigas solteras con ganas de que te las folles, y digo legiones, porque si tienen una o dos solamente no hace falta vivir con ellas para conseguirlo.
Son DE LARGO más guarras que los tíos. En general. Alguna excepción habrá. Un tío se puede dejar por medio unos pantalones o unas zapatillas, o el abrigo. Una tía se deja veinte pares y el bolso. O diez bolsos. Y la cantidad de trapos y mierdas que tienen crece exponencialmente, con lo que la posibilidad de que esté todo lleno de su mierda aumenta cada día que pasa. He llegado a ver armarios vacíos y todo su contenido repartido por todas las estancias de la casa. Y entrad al baño. Un tío, si es un tío como dios manda, todo lo más se deja por medio un cepillo de dientes o una brocha de afeitar de pelo de tejón punta de plata o quizá también su maquinilla clásica predilecta (nunca una navaja), pero una tía se deja setecientos botes de mierdas para el pelo, veinte de cremas, tres estuches de maquillaje y el turulo del papel del culo, que consumen a razón de tres por semana. Una tía, una normal, vaya, no una guarra, una normal de las de hoy día son lo más guarro en casa que pare madre. Quizá sus abuelas fueran un portento de limpieza, pero ellas no. Es eso o una puta maniática de la limpieza, porque lo que es una cosa normal no lo he conocido yo en mi puta vida.
Y no me paro a seguir enumerando los problemas de vivir con una tía porque del desfile de amigas y maromos no quiero hablar, como tampoco quiero hablar de su tendencia a cotorrear por teléfono 24/7, ver mierda en la tele, romper cosas y no saber arreglarlas y dar por culo para que las arregles tú, que ellas no saben. No saben ni hacerse un huevo frito, ni planchar. Pero comer pollas sí, comer pollas saben desde los catorce.
Irse a vivir con una tía sólo compensa si tienen legiones de amigas solteras con ganas de que te las folles, y digo legiones, porque si tienen una o dos solamente no hace falta vivir con ellas para conseguirlo.