La
guerra del fletán, apodo con el que los periodistas bautizaron
el conflicto diplomático abierto en 1995 entre España y Canadá
por el apresamiento en aguas de Terranova del pesquero vigués Estai, a punto estuvo de convertirse en una trágica realidad.
James K. Bartleman, asesor personal diplomático del entonces primer ministro canadiense Jean Chrétien, acaba de revelar en un libro autobiográfico que
el Ejecutivo de Ottawa llegó a diseñar una intervención armada e incluso ordenó cargar contra los barcos gallegos que faenaban en la zona en una operación que fue abortada con una llamada directa del primer ministro a los capitanes de la flota canadiense.
El principal instigador de esta ofensiva civil y militar fue el por entonces
ministro de Pesca canadiense, Brian Tobin, que lideraba al grupo del Gobierno
partidario del uso de la fuerza, incluso después de que España y la UE aceptasen la mayoría de las exigencias de Ottawa.
BRAVO, EUROPA; BRAVO Y VIVA.
Bartleman, que dedica un capítulo entero de su libro Roller coaster (Montaña rusa) a la guerra del fletán , acusa a
Tobin de haber mantenido conversaciones «medio serias» para desplegar aviones militares CF 18, que habrían sido utilizados para bombardear a los barcos españoles que protegían a los pesqueros ubicados en la zona del conflicto, la mayoría de ellos gallegos, en caso de que interfirieran en el apresamiento de algún otro barco.
La noticia salta a la luz diez años después de iniciado el conflicto y justo en el momento en el que la Justicia canadiense está pendiente de pronunciarse respecto a la indemnización de 800.000 euros que solicita la armadora del Estai por los daños ocasionados al barco durante el apresamiento y los cuatro meses que le impidieron faenar.
El día del asalto final
El que fue asesor personal del primer ministro y posteriormente gobernador de Ontario narra en su libro cómo el Ejecutivo canadiense dio órdenes de capturar un segundo barco español el 15 de marzo de 1995, sólo seis días después del apresamiento del Estai . Canadá llegó a comunicar el arresto a España y advirtió de que sus fragatas tenían órdenes de disparar si las patrulleras españolas intentaban entorpecer la operación.
La vía diplomática española anunció entonces la cesión a las exigencias canadienses para frenar esta acción hostil y firmar un acuerdo. Según Bartleman, el ministro Brian Tobin, a sabiendas del preacuerdo, dio instruciones a la flota civil canadiense para hacer «una última carga contra la flota española». En esa flotilla había un gigantesco rompehielos capaz de infligir daños masivos a los barcos gallegos. Una contraorden personal del primer ministro Chrétien frenó, a última hora, la ofensiva. La guerra del fletán había terminado.