Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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Siglo XXI: la era más ociosa que ha conocido la humanidad. Con tanto tiempo libre, mucha gente ha dejado atrás la supervivencia y, aburridos, intentan buscar sentido a su vida. Y es que el ser humano es mucho más digno en una situación de supervivencia que en una vida corrupta y mal enfocada.
Con todo esto, hay una enorme tendencia, cada vez mayor de gente, que piensa que el sentido de la vida en buscar esa cosa mágica y que nadie conoce llamada felicidad. Mujeres en su mayoría, claro.
Con ilustrarlo con este par de imágenes, creo que todos situaremos al tipo de mujer al que me refiero. Sí, a esa que siempre está con frases, falsas razones y autoengaños para fingir que se es feliz, o con la esperanza de que todas esas sonrisas hagan de catalizador para que por arte de magia aparezca la felicidad. Os puedo decir con toda seguridad que las que andan con estas mierdas son las más deprimidas de todas; porque la depresión sí que existe, amigos.
Antes de que naciese Cristo, en oriente ya buscaban un sentido a la vida, y mucho más sabiamente que los occidentales concluyeron que lo más parecido a la felicidad era un estado neutro donde existan las mínimas oscilaciones entre euforia y apatía. La idea que se tiene hoy de felicidad es un estado de euforia permanente, y a poco que se piense, esto es una gilipollez mayúscula que no tiene sentido alguno a nivel social o incluso antropológico. Si a lo que aspira esta gente es a un mundo de idiotas eufóricos moviéndose por el mundo con una sonrisa tatuada en la boca y mirando por el bien de la armonía, la conciliación y la ausencia de conflictos, para la raza humana sería una involución radical, poco a poco volveríamos a ser primates para, privados de nuestra tecnología, ser aniquilados en un suspiro por un mundo tremendamente hostil que se descojona de nuestra felicidad soñada.
Entonces ¿Qué es lo que necesita el mundo en vez de idiotas felices? ¿Cuál es la más noble de las aspiraciones humanas?
Una vida entregada a intereses dignos. Ni sociales -en el mal sentido de la palabra, competición estúpida con tu círculo de gente-, ni materiales -en el mal sentido, también-. El tipo de gente que siempre ha hecho girar al mundo, gente infeliz orgullosa de serlo, que no hubiera cambiado nunca su proyecto por ningún paraíso prometido o terrenal.
El grueso de la población de otras épocas tenía preocupaciones mucho más vitales y dignas en mente como para andar pensando en ser feliz, mientras que los más afortunados de la burguesía eran lo que podían dedicarse a cuestiones intelectuales. Ahora que todos somos burgueses, que nos hemos emancipado de la supervivencia, que vivimos cómodos, y que todo hombre en el primer mundo puede elegir ser lo que quiera, tenemos a una caterva de subnormales pegando frases en facebook sobre sonrisas, ejercitando todos los músculos faciales existentes para encontrar la mueca exacta con la que aparentar en las fotos su dicha.
Una de las grandes tareas que tenemos nosotros, iluminados, conocedores de esta situación, es la de luchar en nuestro día a día contra todas estas actitudes. Habrá que empezar planteándolo de forma pacífica, pero no descartemos el uso de la violencia en cualquiera de sus formas. Y es que la violencia, amigos, es una fuerza necesaria, esencial, inspiradora.
Con todo esto, hay una enorme tendencia, cada vez mayor de gente, que piensa que el sentido de la vida en buscar esa cosa mágica y que nadie conoce llamada felicidad. Mujeres en su mayoría, claro.
Con ilustrarlo con este par de imágenes, creo que todos situaremos al tipo de mujer al que me refiero. Sí, a esa que siempre está con frases, falsas razones y autoengaños para fingir que se es feliz, o con la esperanza de que todas esas sonrisas hagan de catalizador para que por arte de magia aparezca la felicidad. Os puedo decir con toda seguridad que las que andan con estas mierdas son las más deprimidas de todas; porque la depresión sí que existe, amigos.
Antes de que naciese Cristo, en oriente ya buscaban un sentido a la vida, y mucho más sabiamente que los occidentales concluyeron que lo más parecido a la felicidad era un estado neutro donde existan las mínimas oscilaciones entre euforia y apatía. La idea que se tiene hoy de felicidad es un estado de euforia permanente, y a poco que se piense, esto es una gilipollez mayúscula que no tiene sentido alguno a nivel social o incluso antropológico. Si a lo que aspira esta gente es a un mundo de idiotas eufóricos moviéndose por el mundo con una sonrisa tatuada en la boca y mirando por el bien de la armonía, la conciliación y la ausencia de conflictos, para la raza humana sería una involución radical, poco a poco volveríamos a ser primates para, privados de nuestra tecnología, ser aniquilados en un suspiro por un mundo tremendamente hostil que se descojona de nuestra felicidad soñada.
Entonces ¿Qué es lo que necesita el mundo en vez de idiotas felices? ¿Cuál es la más noble de las aspiraciones humanas?
Una vida entregada a intereses dignos. Ni sociales -en el mal sentido de la palabra, competición estúpida con tu círculo de gente-, ni materiales -en el mal sentido, también-. El tipo de gente que siempre ha hecho girar al mundo, gente infeliz orgullosa de serlo, que no hubiera cambiado nunca su proyecto por ningún paraíso prometido o terrenal.
El grueso de la población de otras épocas tenía preocupaciones mucho más vitales y dignas en mente como para andar pensando en ser feliz, mientras que los más afortunados de la burguesía eran lo que podían dedicarse a cuestiones intelectuales. Ahora que todos somos burgueses, que nos hemos emancipado de la supervivencia, que vivimos cómodos, y que todo hombre en el primer mundo puede elegir ser lo que quiera, tenemos a una caterva de subnormales pegando frases en facebook sobre sonrisas, ejercitando todos los músculos faciales existentes para encontrar la mueca exacta con la que aparentar en las fotos su dicha.
Una de las grandes tareas que tenemos nosotros, iluminados, conocedores de esta situación, es la de luchar en nuestro día a día contra todas estas actitudes. Habrá que empezar planteándolo de forma pacífica, pero no descartemos el uso de la violencia en cualquiera de sus formas. Y es que la violencia, amigos, es una fuerza necesaria, esencial, inspiradora.