Manolito
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- 13 Ene 2005
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Seamos honestos, la política en si no es importante para nadie que no sean los propios políticos. Vivimos -supongo que desde siempre- sujetos a la admiración, aceptación, desprecio de un grupo de personas que, en la mayoría de los casos, no dejan de ser hijos de puta. Incompetentes con suerte de haber nacido en un entorno favorable.
Siempre ha habido gremios, normalmente la gente hereda o siente predilección por el trabajo desempeñado por sus padres, abuelos, etc, y ahí nos encontramos con la contradicción: los políticos están para servir al pueblo y gestionar los recursos públicos de la mejor manera posible, pero en realidad son, en muchos casos, miembros de clanes familiares directamente relacionados con el mundo de la política o "ascendidos" a las más altas esferas del poder gracias a la posición económica de privilegio que han conseguido en las anteriores generaciones de su familia.
Esto hace que los políticos como tal hayan perdido la noción, muchos de ellos, de su quehacer público convirtiéndolo en un trabajo cualquiera pero alejado de los principios que en su génesis tuvieron. Se han convertido en polemistas, miembros de la oposición a la oposición profesionales.
Sus discursos no tienen la misión de explicar al pueblo las normas que crean o la forma de gestionar la riqueza común, sino la de cumplir un objetivo comercial marcado por un gabinete de imagen experto en "diles lo que quieren oir" o en el "pan y circo perpetuos".
Todo esto favorecido por una tesitura económico-mundial que no necesita de grandes pensadores para manejar la macroeconomía de un país -total si siguen las normas del banco mundial y demás organismos de poder no tienen mucho margen de maniobra ni improvisación- osea que el flujo monetario va a ser prácticamente el mismo esté quien esté en el poder y el nivel de vida medio no va a sufrir variaciones importantes según el color del partido gobernante.
Todo esto unido a la apatía del pueblo permite tener una nómina de supervedettes dedicadas a salir en televisión discutiendo problemas alejadísimos del día a día con otras supervedettes que viven en el mismo mundo que las primeras.
Estamos jodidos.
Siempre ha habido gremios, normalmente la gente hereda o siente predilección por el trabajo desempeñado por sus padres, abuelos, etc, y ahí nos encontramos con la contradicción: los políticos están para servir al pueblo y gestionar los recursos públicos de la mejor manera posible, pero en realidad son, en muchos casos, miembros de clanes familiares directamente relacionados con el mundo de la política o "ascendidos" a las más altas esferas del poder gracias a la posición económica de privilegio que han conseguido en las anteriores generaciones de su familia.
Esto hace que los políticos como tal hayan perdido la noción, muchos de ellos, de su quehacer público convirtiéndolo en un trabajo cualquiera pero alejado de los principios que en su génesis tuvieron. Se han convertido en polemistas, miembros de la oposición a la oposición profesionales.
Sus discursos no tienen la misión de explicar al pueblo las normas que crean o la forma de gestionar la riqueza común, sino la de cumplir un objetivo comercial marcado por un gabinete de imagen experto en "diles lo que quieren oir" o en el "pan y circo perpetuos".
Todo esto favorecido por una tesitura económico-mundial que no necesita de grandes pensadores para manejar la macroeconomía de un país -total si siguen las normas del banco mundial y demás organismos de poder no tienen mucho margen de maniobra ni improvisación- osea que el flujo monetario va a ser prácticamente el mismo esté quien esté en el poder y el nivel de vida medio no va a sufrir variaciones importantes según el color del partido gobernante.
Todo esto unido a la apatía del pueblo permite tener una nómina de supervedettes dedicadas a salir en televisión discutiendo problemas alejadísimos del día a día con otras supervedettes que viven en el mismo mundo que las primeras.
Estamos jodidos.