Largo ha sido el camino que me ha traído hasta ti. Y aquí estoy. ¿Cansada? Quizá, pero no, al menos, de vivir. Pues, aunque tan largo ha sido el camino como mi propia vida, el cansancio no ha hecho mella en mí. Pero, ¿qué te voy a contar que no sepas ya?. Oh! ¿Tenemos tiempo?. El último presente, supongo. Un bonito detalle por tu parte, sin duda. Me gusta tu reloj...
...Siempre quise tener uno de niña. Recuerdo que mi abuelo tenía uno así. Recuerdo largas horas en el salón de su casa, bañado por el sol del atardecer, contemplándolo sin tregua, y la voz de mi abuelo, que llevaba con la cabeza bien alta su nombre visigodo y su impertinente y delicioso aire republicano, diciéndome: "No pierdas el tiempo, moreneta". Pero yo lo perdía, mirando el reloj, dándole vueltas una y otra vez, insaciable.
Ah! El tiempo. Jamás lo comprendí. Lo esperas, llega, pasa... lo recuerdas, lo ansías, lo detestas... Un gran invento de nuestros ancestros. Lo se, lo se, eso ya no importa, y no me digas que corre, o que no lo tenemos... se que tú no crees en él más que yo, salvo, tal vez, en algunos momentos, instantes que perduran por siempre, imágenes que revolotean en nuestra ya cansada memoria...
¿Mis recuerdos? Tantos... incluso de aquellos lugares, gentes y momentos que tan sólo existieron en mi más que revolucionada imaginación. Pero no es eso lo que nos ocupa. Recuerdo paseos invernales de la mano de mi padre, que era el hombre más atractivo de la tierra a mis infantiles ojos. Recuerdo a mi madre, siempre cantarina y risueña, eternamente joven, quien me enseñó a vivir y a forjar un fuerte carácter. Recuerdo mi casa, mis muñecas... los veranos en los que crecía mi hermano pequeño, el olor de la goma de borrar y los lapiceros, el sabor de las galletas de mi abuela, la dulzura con la que me hablaba mi profesora. Si... una infancia hermosa, así la recuerdo.
Pero recuerdo... recuerdo un día especial. Una tarde de estío, una voz por megafonía, hastiada y repetitiva, el estruendo de los trenes, el vaivén de los pasajeros. Y un rostro que vi por primera vez, unos ojos francos, ávidos, inteligentes. Una mal dibujada sonrisa, un gesto de dureza cargado de infame seriedad. Y unas manos grandes y hermosas que tuvieron a bien convertirse en mi refugio, en mi hogar, en mi amor y mi pasión. Si, sería capaz de repetir palabra por palabra lo que de mis labios surgió esa tarde
¿Tarde dices? ¿Se nos hace tarde? Oh, vamos! Hemos esperado tanto!. Dale otra vuelta a tu reloj, nadie nos mira. La oscuridad del momento nos brinda la ocasión de ser discretas. Pues la discreción, amiga mía, así como el silencio, enaltece nuestra persona. Pero basta de sentencias, ya nadie las escuchará y caerán en el olvido.
...Sí... he olvidado demasiadas cosas. Nunca fui compañera de malos recuerdos, de rencores ni venganzas. Vi sufrir demasiado a quienes con semejantes sentimientos cargaron toda su vida. Y jamás lo entendí, pues nada hay más fácil que borrar las huellas, por profundas que sean, del dolor causado por quien mal te quiere. También aprendí que las lágrimas son mejores aliadas que las palabras para calmar, con su dolorosa quemazón, las heridas de un corazón desahuciado.
No sonrías de esa manera, o ¿acaso te divierten mis ancianas divagaciones? Entiendo... Hemos dejado la partida olvidada. Pero ya adivino tu próximo movimiento. ¿De ahí tu sonrisa? Déjame adivinar. Alfil Negro a Rey Blanco. Si.
Jaque Mate.