Con 21 años de pura chiripa me vi en cierto hospital clínico universitario de provincias, el padre de un conocido se moría de viejo y con miles de achaques, cada dos semanas tenía que volver al hospital, si no era por úlceras de presión era por otra cosa. La cosa es que cuando te encaman, tienes que compartir habitación con otro paciente. Este otro era un señor que le había pegado con pasión a la botella y estaba ya en fase terminal, no sé más porque nadie va pidiendo el historial de nadie y lo poco que uno sabe para escribir estas lineas me lo dijo su hija menor, a la cual me zumbé, o mejor dicho me zumbó. Era la única que cuidaba al padre; las otras dos hermana estaban fuertemente encabronadas con el susodicho, hasta el punto de no acudir en sus últimas horas. La chavala estaba como un cencerro, de esas culonas de grandes muslos y cintura inexplicablemente de avispa, pechos enormes flácidos y caídos hasta casi el ombligo y con bastantes marcas de estrías. Al padre no le quedaba mucho, tanto que primero murió el padre de ese conocido y a los cuatro días el suyo. La cosa es que tras escasa conversación de besugos acabó con mi número de móvil apuntado en su agenda. El bombardeo de sms fue infernal y lo mejor es que se podía hablar de cualquier cosa con ella. Incluso cuando la temática derivaba a tórridos mensajes, ella misma llamaba por teléfono para hablar más -y escribir menos-. En pocas semanas tras la pérdida del mujeriego de su padre, ya quedamos en persona. Café en bares apartados de donde residía, ya que temía que me vieran con ella... y a su casa. Vivía en un piso perfecto para quien tiene por cabeza una caja de petardos, gente con una vida inestable y un perro como culmen de la compañía (un Yorkshire terrier). Hace poco que era vigilante de seguridad y se sentía orgullosa con su nueva y flamante "galleta" (la chapa esa identificativa). Antes comenté que yo no me la zumbé, ella me zumbó, y es así; podría decir que fue la mujer que mejor me folló. Se montaba encima y cabalgaba como el viento encima de uno, no correrse era imposible. Además, era bastante estrecha vaginalmente. Ella lo hacía todo. La mamaba, cabalgaba, prefería siempre sin goma. Hasta daba el salivazo. Lo que le pidieras daba. Y todo ello casi me atormentó. En dos meses llegamos al extremo que casi la temática era encerrarme en su apartamento para follar sin parar y salir solo para comprar en Mercadona. También fui viendo que esa cabeza estaba peor que nunca, pude ver que tenía secuelas en los brazos de otros amores. Cicatrices de cortes de algún idiota que la reventó a palos, etc. La cosa duró unos meses más hasta que supe que debía acabar. Ella buscaba no solo a quien follarse, sino mucho más, estabilidad, que la comprendieran, que la quisieran. Ese rol no era para mi. Dejamos de vernos, borramos números, etc. Fue rápido.
En conclusión, afirmo que me echó los mejores polvos de mi mísera vida, no tengo queja alguna de esa mujer, ella tenía 34 años y con aspecto de tener más, puede que por el tabaco.
Las que vinieron después eran zoquetes sexuales, ni follaban, ni dejaban follar. Dispensadores de problemas, faltas de toda experiencia y que se movían menos en la cama que una cortina.