Aún ahora no soy consciente de lo que ha pasado.
¿Por qué leches tuve que levantarme de la puta cama hoy? No he pasado por una situación más bizarra en toda mi puñetera existencia. Y lo peor de todo es que me siento como una maldita rata.
Está bien. Sé no se están enterando de nada. Intentaré, pues, relatar los hechos de la mejor manera posible para que se mofen a gusto del susodicho y se caguen en toda mi estirpe por haberme comportado como una chica sin corazón, cruel y despiadada. Bien. Procedamos.
Eran las 10.00 de esta mañana. Me encontraba a la sazón en pleno centro de la Gran Ciudad por cuestiones que no vienen al caso. Me acompañaban un par de condiscípulas y mi amado. Bien.
Imagínense la situación. Cuatro personas entran en un centro comercial y se dedican a mirar y a manipular diversos dvds y cds de música para luego, como buenos hijos de puta anti-SGAE, bajarlo todo de la mula.
En esto que yo me escapé un rato a mi parte favorita del recinto. Estaba sola, oculta, entre unas estanterías de la parte menos concurrida de la zona de libros para consultar ciertas dudas sin que ningún dependiente de contrato basura me invitase a dejar de leer el libro en cuestión o que me lo comprase. Ni loca iba a pagar por una mierda de libro de un sitio como aquel. Y como soy una aprovechada y estoy más bien sin blanca, decidí hacerme un poco la loca (es decir, más de lo que acostumbro) y hojear dicho libro a hurtadillas.
Dada la situación del sujeto E. (es decir, yo, Erinia) veamos qué ocurrió.
El caso es que llevaba como unos 15 minutos mirando el libro cuando veo aparecer a lo lejos al ser más repugnante y más jodidamente gilipollas que existe en estos momentos sobre la puta faz de la tierra. Un conocido de mi círculo social al que nadie le tiene mucho respeto. Es un tipo asqueroso, totalmente repulsivo, en el sentido de que hace cosas que provocan en todos los que le conocemos un gran rechazo hacia su persona. Sí me gustaría aclarar que el sujeto I. no es excesivamente feo o gordo, ni tiene ninguna destacable deformación física que pudiese ser considerada como negativa. Va más allá del físico. Es decir, el físico tampoco es que le acompañe del todo, cierto, pero es que su manera de ser es de lo más vacuo y vomitivo que me he encontrado en toda mi vida. Está lleno de serrín por dentro. Lo mires por donde lo mires está científicamente comprobado que es imposible encontrar nada bueno de él. Ni pelándolo, como dice aquel chiste. Sus andares de pato, su sonrisa amarillenta y desigualada, su aliento nauseabundo, su piel acnéica, sus hilarantes ropajes y su pornográfica manera de ver la realidad hacen de I. el ser más... Dios. No puedo seguir, que me da un jamacuco.
En fin. Estaba yo, como decía, mirando el maldito libro - ¿quién me mandaría a levantar de la puta cama? :x - y veía que I. se iba acercando peligrosamente hacia mi territorio, el cual no debe ser invadido a no ser que una servidora así lo desee (como a todo el mundo le ocurre, supongo).
Sudores fríos recorrían entonces mi cuerpo. Las piernas me temblaban. Temía lo peor. Y así fue.
Omito los detalles más escabrosos del bochornoso espectáculo que me hizo pasar delante de todos. Sólo decir que se declaró de una manera tan... tan... No sabría encontrar los adjetivos necesarios. El caso es que una servidora se puso roja como un tomate de la vergüenza ajena que pasó durante unos escasos 5 minutos.
I. no paraba de gritar mi nombre, de decirme cosas... ¡Aaaah! :? Cada vez que lo recuerdo se me hace un nudo en el estómago. Y mi amado, que se encontraba no muy lejos del lugar de los hechos, mirando dvds como dije anteriormente, se quedó con una cara tal que así
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,al igual que las otras dos víboras. Descojonándose y LOLeándose en vez de intentar ayudarme. Ya saben, como Molay con los cerditos: ahuyentándolo con una barra de metal.
Y yo, así
:? :2 :53
Pero lo peor de todo fue cuando el maldito centro comercial estalló en risas cuando el tío, viendo mi cara de desconcierto y rechazo y que no tenía mucho más que hacer, procedió a despedirse de mi persona, atención, de rodillas y besando mi mano izquierda para, seguidamente, darse la vuelta y estamparse contra el suelo tras haber tropezado con un carro de estos que suelen llevar los empleados de estos centros cargados de diversos productos (en este caso de libros).
No sufrió daños físicos, pero la daga que le clavé en su orgullo, por lo que pude apreciar, le dolió mil veces más que el tropezón con el carrito.
Si me estás leyendo, I., perdóname, pero es que me das y das asco a todos.
C'est fini.
¿Por qué leches tuve que levantarme de la puta cama hoy? No he pasado por una situación más bizarra en toda mi puñetera existencia. Y lo peor de todo es que me siento como una maldita rata.
Está bien. Sé no se están enterando de nada. Intentaré, pues, relatar los hechos de la mejor manera posible para que se mofen a gusto del susodicho y se caguen en toda mi estirpe por haberme comportado como una chica sin corazón, cruel y despiadada. Bien. Procedamos.
Eran las 10.00 de esta mañana. Me encontraba a la sazón en pleno centro de la Gran Ciudad por cuestiones que no vienen al caso. Me acompañaban un par de condiscípulas y mi amado. Bien.
Imagínense la situación. Cuatro personas entran en un centro comercial y se dedican a mirar y a manipular diversos dvds y cds de música para luego, como buenos hijos de puta anti-SGAE, bajarlo todo de la mula.
En esto que yo me escapé un rato a mi parte favorita del recinto. Estaba sola, oculta, entre unas estanterías de la parte menos concurrida de la zona de libros para consultar ciertas dudas sin que ningún dependiente de contrato basura me invitase a dejar de leer el libro en cuestión o que me lo comprase. Ni loca iba a pagar por una mierda de libro de un sitio como aquel. Y como soy una aprovechada y estoy más bien sin blanca, decidí hacerme un poco la loca (es decir, más de lo que acostumbro) y hojear dicho libro a hurtadillas.
Dada la situación del sujeto E. (es decir, yo, Erinia) veamos qué ocurrió.
El caso es que llevaba como unos 15 minutos mirando el libro cuando veo aparecer a lo lejos al ser más repugnante y más jodidamente gilipollas que existe en estos momentos sobre la puta faz de la tierra. Un conocido de mi círculo social al que nadie le tiene mucho respeto. Es un tipo asqueroso, totalmente repulsivo, en el sentido de que hace cosas que provocan en todos los que le conocemos un gran rechazo hacia su persona. Sí me gustaría aclarar que el sujeto I. no es excesivamente feo o gordo, ni tiene ninguna destacable deformación física que pudiese ser considerada como negativa. Va más allá del físico. Es decir, el físico tampoco es que le acompañe del todo, cierto, pero es que su manera de ser es de lo más vacuo y vomitivo que me he encontrado en toda mi vida. Está lleno de serrín por dentro. Lo mires por donde lo mires está científicamente comprobado que es imposible encontrar nada bueno de él. Ni pelándolo, como dice aquel chiste. Sus andares de pato, su sonrisa amarillenta y desigualada, su aliento nauseabundo, su piel acnéica, sus hilarantes ropajes y su pornográfica manera de ver la realidad hacen de I. el ser más... Dios. No puedo seguir, que me da un jamacuco.
En fin. Estaba yo, como decía, mirando el maldito libro - ¿quién me mandaría a levantar de la puta cama? :x - y veía que I. se iba acercando peligrosamente hacia mi territorio, el cual no debe ser invadido a no ser que una servidora así lo desee (como a todo el mundo le ocurre, supongo).
Sudores fríos recorrían entonces mi cuerpo. Las piernas me temblaban. Temía lo peor. Y así fue.
Omito los detalles más escabrosos del bochornoso espectáculo que me hizo pasar delante de todos. Sólo decir que se declaró de una manera tan... tan... No sabría encontrar los adjetivos necesarios. El caso es que una servidora se puso roja como un tomate de la vergüenza ajena que pasó durante unos escasos 5 minutos.
I. no paraba de gritar mi nombre, de decirme cosas... ¡Aaaah! :? Cada vez que lo recuerdo se me hace un nudo en el estómago. Y mi amado, que se encontraba no muy lejos del lugar de los hechos, mirando dvds como dije anteriormente, se quedó con una cara tal que así


Y yo, así

Pero lo peor de todo fue cuando el maldito centro comercial estalló en risas cuando el tío, viendo mi cara de desconcierto y rechazo y que no tenía mucho más que hacer, procedió a despedirse de mi persona, atención, de rodillas y besando mi mano izquierda para, seguidamente, darse la vuelta y estamparse contra el suelo tras haber tropezado con un carro de estos que suelen llevar los empleados de estos centros cargados de diversos productos (en este caso de libros).
No sufrió daños físicos, pero la daga que le clavé en su orgullo, por lo que pude apreciar, le dolió mil veces más que el tropezón con el carrito.
Si me estás leyendo, I., perdóname, pero es que me das y das asco a todos.
C'est fini.