Un aspecto que siempre me ha fascinado de las mujeres es que se sienten atraídas por los hombres que mejor las explotan (y no me refiero vaginalmente, que también). Contra peor las tratas y más uso despectivo haces de ellas más cachondas se ponen. También se sienten atraídas por un hombre según el número de mujeres que se ha ido follando, si es de los que cambian cada dos por tres de pareja más les atrae. La razón podría ser la vanidad, conseguir amarrar a un tío que es un veleta significa que ellas lo valen, pero creo que se trata más bien de una directriz genética de ámbito práctico.
¿Cuál es la manera más rápida para un gen de expandirse dentro de una población? La respuesta es un hombre. Una mujer puede tener un hijo cada nueve meses, un hombre con una polla de acero y gatillo rápido podría tener un hijo cada cinco minutos. Por supuesto no puede ser un hombre cualquiera tiene que ser un autentico Don Juan, un conquistador nato para el que una mujer a la que ya se halla follado ya no valga ni para limpiarse la polla. Contra más atado se sienta un hombre a la mujer a la que se tira, mayor tiempo transcurrirá antes de que se tire a otra. Así los que usan a las mujeres como clínex tienen más posibilidades de incrementar sus genes dentro de la población que los que son fieles, ya que reparten más su esperma. La estrategia más válida para un gen de macho es la directriz: fóllate todo lo que se menee pero no te quedes demasiado tiempo con ninguna.
¿Y cuál es la directriz más eficiente para un gen dentro de una mujer? La respuesta en parte es follar cuanto más mejor, pero… el número de descendientes de una mujer es muy limitado comparado con el de un hombre y esta estrategia es muy pobre. La respuesta correcta es que la directriz más eficaz en el gen de una mujer para incrementar su número en el acervo genético es: tener un hijo que sea un cabrón y que este sea el que se encargue de repartir el gen a diestro y siniestro. Las mujeres se sienten atraídas por los hombres que son unos cerdos para poder tener a su vez un hijo que sea un cerdo y beneficiarse de su envidiable eficiencia para la propagación genética.
En resumen, un gen que quiera esparcirse como el fuego tiene que ir a parar a un hombre y convertirle en un cerdo. En el caso del hombre ya está en casa, en el caso de la mujer obliga a esta a sentirse atraída por un cerdo y así tener un hijo igualito que su padre, solo que este llevará el gen de la hembra y lo esparcirá por el mundo.
Podríamos decir que los hombres “buenos”, alias pringaos, desde un punto de vista genético son pan para hoy y hambre para mañana, son atentos y cuidan de la hembra y las crías pero apenas esparcen sus genes y sus hijos apenas esparcirán sus genes. En cambio un cerdo, dejará sola a la hembra con su progenie pero esparce sus genes en un amplio espectro, y por lo tanto sus hijos (y también hijos de la madre y portadores de sus genes) también esparcirán los genes de forma más amplia. ¿Así que cual es la estrategia acertada?
La estrategia acertada para la hembra es tener un hijo con el cerdo, pero que le ayude a cuidarlo el bueno (alias pringao con razón). Y cuantas veces no pasa eso… por supuesto no es pensamiento consciente, digamos que los genes que “invitan” al huésped a seguir una estrategia más acertada son los más comunes debido a su propia eficiencia. Después de todo somos seres programados, hacemos lo que nos gusta y no hacemos lo que no nos gusta. ¿Y quien dice que debe gustarnos y que no? En parte la cultura, pero sobre todo, nuestros genes (aunque recientemente eso está cambiando a favor de la cultura).
Se podría decir que el gran perjudicado es el prinago, pero no del todo, algunos de los hijos de la hembra si serán suyos. A los genes huésped de una hembra les conviene que haya cierto número de pringaos que ayuden en la cría y también cierto número de cerdos que permitan una expansión rápida de su presencia.
¿Y a los genes huésped de un hombre cuando les conviene criar a un cerdo o criar a un pringao? Depende de los recursos del macho, si el macho posee recursos en abundancia: tiene la pasta de Ronaldinho o la jeta de Brad Pitt, a los genes les conviene la estrategia cerdo, si tiene solo la jeta de Ronaldinho, la estrategia pringao. O lo que es lo mismo, si es un macho con dificultades para conseguir hembras tendrá que ser bueno para convencer a alguna de que se deje follar, si es un macho imán de hembras la estrategia bueno es un desperdicio de tiempo y esfuerzo (y dinero) y la estrategia cerdo será la opción más acertada. Un macho bueno-pringao es un macho no lo suficientemente atractivo para ser un cerdo. Lo cual me lleva a pensar que de hecho, los hombres también poseemos dos velocidades: pringao y cerdo. Un cerdo se folla todo lo que se le pone a tiro, que es mucho, y un pringao, todo lo que se deja convencer, que es más bien poco (su mujer y poco más, lo que le retiene en casa). Una mujer en velocidad puta busca un pringao que le ayude a cuidar a su progenie, y una en velocidad cerda busca un cerdo con el que tener su propio propagador en masa.
Al final los modelos de comportamiento humano se rigen por la selección natural y tienden a los esquemas evolutivamente estables. Somos como somos porque es eficiente ser de esa forma y los que no lo eran fueron engullidos por nosotros hace mucho tiempo. Se podría decir que lo gilipollas, cabrones, zorras, guarras que podemos llegar a ser está predefinido matemáticamente como el punto de equilibrio de una balanza en cuyo centro está la reproducción y en sus extremos hombres y mujeres.
El peligro del presente es que la cultura se ha hecho más fuerte que los genes. Y lo que la cultura dicta es una adolescencia sexual perenne de cerdos y cerdas estériles.
No todo lo que dictan los genes es bueno para nosotros como seres individuales y no todo lo que dicta nuestra cultura es bueno para nuestros genes. En un corto espacio de tiempo podría parecer que es la cultura quien gana la partida, pero la selección natural es una carrera de fondo y los genes siempre ganan. Las culturas que no sean genéticamente viables serán borradas del mapa por las que si lo son.
Cuando era niño me gustaba hacer torres con piezas de dominó, existía un punto en el que la estructura comenzaba a tambalearse, pero mi vanidad me impulsaba a seguir apilando piezas. El final siempre era el mismo, mi preciosa torre, tan alta, tan hermosa, se derrumbaba, y la causa de ese derrumbe era precisamente lo alta y hermosa que era, demasiado. Con la sociedad occidental ocurre lo mismo, es demasiado alta, demasiado orgullosa y se ha alejado demasiado de la base del hombre (los genes) hacía su cúspide (la cultura), tanto que amenaza con ser insostenible y derrumbarse sobre sí misma.
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