6 millones de euros es mi precio.
Por ese dinero por supuesto que renunciaría a la falible, efímera y engañosa compañía de otro ser humano por "ideal" que fuera para mí.
El motivo es muy simple: no estoy hablando de vivir sin trabajar el resto de mi vida: estoy hablando de darle por culo al mundo, de demostrar que se puede vivir en la más absoluta laxitud física y mental y además con mayor poder adquisitivo que la media.
Sería maravilloso pasar por encima de los endebles dogmas de fe del ciudadano medio con un arrollador tanque construido de ocio concentrado, crapulez y libre albedrio.
Se acabó el trabajar, se acabaron las férreas directrices morales que nos inyectan en el cerebro por medio de los mortíferos rayos catódicos y es que, cuando se tiene suficiente dinero, tu piel se vuelve una sartén de teflón y la moral una tortilla francesa.
No sería vivir sin trabajar, entendedme, sería proclamar un mensaje breve y conciso a las hormiguitas vestidas de personas que nos encontramos todos los días por la calle: no he de esforzarme para conseguir los míseros réditos, las lastimosas recompensas a las que aspiras en la vida.
La compañía de una mujer, de esa persona que parece diseñada para ti, es una experiencia a la que no soy ajeno y, habiendo estado allí, he de decir que al final no es más que otro ser humano en el que en una determinada época de tu vida elegiste proyectar tus desvelos pero tu media naranja no deja de ser tan tangible como un fantasma con anorexia...no está mal pero no justifica toda una vida.
Hacer lo que quieras, darle con ese modus vivendi a los españolitos medios en la cara, como, cuando y donde quieras...eso sí provoca el escalofrío en la espalda que justifica el haber nacido en este valle de miserias.
Invertiría en orgullo, compraría el orgullo de los más necesitados económicamente para demostrar que incluso eso es susceptible de comprarse y venderse, que lo que engrasa todo en el mundo son las necesidades y la codicia y que el dinero es el mejor lubricante.
Ir a una disco con dos guardaespaldas, arrojar unas docenas de billetes de 100 euros y contemplar la manera en que la gente se pega por papeles sin valor...ahhh eso la delectación suprema: recordarle al ser humano su mezquindad a cada paso.
Tirar un billete de 500 al suelo a una choni y cuando se agache a recogerlo darle una patada en el culo y observar la manera en que, lejos de enfadarse, te obsequia con su mejor sonrisa para ver si le tiras otro.
También hay que viajar mucho por el mundo y, una vez en lugares distantes, invertir en anécdotas con los amigotes:uno de los pocos valores que, lejos de devaluarse, aumenta y aumenta su valor con los años, ya que cada vez que recuerdas algo tu mente lo infla y recreas la experiencia en los salones de tu mente de forma cada vez más y más exagerada.
Invertid vuestro dinero en anécdotas, hamijos, al fin y al cabo es lo que hacéis cuando os echáis novia.