Claro. Debido a procesos de selección estéticos con criterios inmutables las chicas con apple ass terminan de una manera u otra jugando a volley. NO es que el ejercicio sea capaz de moldear el cuerpo y esas chavalas se metan en pretemporadas de everyday is a squat day para multiplicar su potencia de salto, no, eso sería INCONCEBIBLE.
Por cierto, lo de considerar el póquer como un deporte es patético y sólo se entiende en el contexto de un mundo podrido y decadente como el nuestro. Es el fiel reflejo de nuestra sociedad, un espejo sin desviaciones que nos devuelve la imagen nítida de cómo somos realmente.
-Es democrático al extremo. Pueden jugar hombres, mujeres, viejos, jóvenes, altos, bajitos, gordos, delgados, mudos, discapacitados... todos parten de las mismas condiciones. No hay separación de categorías ni se necesitan unas aptitudes iniciales.
-No premia el esfuerzo. El peor jugador de una mesa puede ganar una mano al mejor si tiene más suerte y mejores cartas.
-Despenaliza el fracaso. La presencia del azar justifica la derrota. Además, si en casi todos los deportes hay un vencedor y un vencido, en la mesa final de póquer los perdedores son clara mayoría, hasta el punto que hay premios económicos para todos en función de la proximidad al éxito.
-Es inmoral. Acepta el engaño como una parte del juego y permite actitudes destinadas a desconcentrar al rival. No respeta la jerarquía. Un crío de 18 años puede abusar de un señor de 67, o a la inversa. No entiende de nobleza. Alguien con muchas fichas puede ir descaradamente a por alguien que tiene muy pocas con la única intención de pelarlo como a una rata. Todo está aceptado y no tiene castigo.
-Desacomplejadamente materialista. La gloria está en función de los dineros. No admite consideraciones estéticas a la forma de jugar porque simplemente juega mejor quien más gana.
-Es un juego asocial. Se puede jugar cómodamente desde casa en soledad e incluso en el póquer presencial no hace falta comunicarse. Puedes pasarte horas jugando al lado de una persona sin dirigirle la palabra. Hay jugadores que literalmente se meten en una burbuja con cascos en las orejas, gorra y gafas de sol.
-Es engañoso. Cualquier persona se puede hacer pasar por un experto jugador de póquer con la actitud adecuada. Ideal para farsantes. Ningún signo externo determina las cualidades de un jugador para el juego, al contrario de lo que ocurre con el básquet, el rugby o el culturismo.
-Es inmediato. No da ninguna importancia al pasado ni al futuro. Sólo cuenta el presente. Una sola mano puede ser más beneficiosa que las 10 anteriores perdidas. Más aún, haber ganado los dos torneos anteriores no te da ninguna ventaja de cara al siguiente.
-Es aparente. Jugar a póquer mola. Ser jugador de póquer te define y si lo conviertes en tu actividad principal todavía más. Es un estilo de vida atractivo. Dota a tu personalidad de una serie de valores añadidos como la masculinidad, el cosmopolitismo, la astucia, la peligrosidad, el riesgo. Un premio sustancioso cuando en realidad te dedicas a viajar de casino en casino combinando cartas de colores durante horas y horas.
-Es nocivo. Ignora premeditadamente sus peligros con la promesa del éxito y la pasta fácil. Si alguien se queda atrás, si alguien cae en la ludopatía o se arruína, lo escupe. Carga toda la culpa sobre en individuo, a pesar de que toda su estructura está montada para atraer a perdedores en busca de éxito rápido. Nunca asume su parte de responsabilidad. Juega con los sentimientos, las necesidades y las flaquezas de la gente. Es implacable.