Hace trece años empecé un máster en una universidad ultracatólica, en la que me forzaron a hacer trabajo social.
Total, que te daban la posibilidad a escoger entre ir a acompañar viejunos, hacer teatro y malabares con huérfanos y/o delincuentes juveniles, pasar la noche en hospitales con adictos a drogas duras que entraron a rehabilitación, etc etc.
En fín, que escogí ir de campamento con trisómicos ADULTOS y otros seres de similares características. Lo hice por la aparente comodidad (era sólo ir un finde cada tres meses) y porque pensé que siendo forero me sentiría como en casa. ERROR.
En el programa al que me uní, al llegar le asignan a cada voluntario 2-3 velociraptores, de los cuales el voluntario (yo) es totalmente responsable desde la salida hasta la vuelta. A mi me tocaron sólo dos, un downie en sus mid-forties (que era casi completamente independiente, es decir me daba poco trabajo), y un gigantón con retraso severo. No recuerdo el nombre del síndrome del chaval (que en realidad rondaba también los cuarenta), pero se comunicaba con gruñidos, y no tenia forma alguna de saber si tenía hambre, sed, etc. Había que darle de comer, BAÑARLE (que era una hazaña, dados sus más de cien kilos y pasando los 1.90 mts, comparados con mis escasos 1.75m/72kg), vestirle, estar atento a que no le de hostias a nadie, que no meta los dedos en el enchufe, y así un larguísimo etc. No tenía tiempo ni para ir a cagar tranquilo, literalmente. Y por las noches no se podía dormir bien tampoco, porque se escuchaban alaridos y gruñidos todo el tiempo, como en Jurassic Park, y habìa que levantarse a ver si no andaban los reptiles en algo raro. Eso sí, el downie no dio problemas. Lo que sí recuerdo bien es que el trisomico era muy de extremos: De ir a la felicidad absoluta con un gol de Raul, al llanto más desgarrador porque no encontraba sus lápices. Desde la abuela bipolar de mi vecina Paula no vi antes nada así.
Bueno, la memoria no me va tan bien, así que ya contaré algo más, si lo recuerdo. Eso sí, una cosa que nunca olvidaré es el olor intenso y hediondo de la casa rural a donde íbamos con toda la jauría. Parece que los familiares no estaban a por la labor de asear a sus saurios frecuentemente.
El master? No lo terminé, salí de Espéin y mandé a la mierda nuestro sistema educativo.