Odio entre vecinos. Casos.

En la finca en que vivo actualmente, desde julio de 2018, de sólo seis puertas, tuve una buena bienvenida al poco de llegar.

Os cuento: parte de los buzones típicos una vez traspasada la puerta de entrada (y ahí empezó lo raro, ningún vecino tiene puestos sus nombres, vivan uno o cuatro en cada piso; simplemente, el número de puerta, como en cinta de esparadrapo, muy cutre a la vez que mosqueante), y ahí no abren ni al cartero. En la puerta de entrada sí que hay un buzón, afortunadamente para el de Correos y demás mierda publicitaria. En el rellano de entrada no hay cámara de seguridad.

Pues bien, llego un día del curro y veo que en dicho buzón exterior, en la que por la pinta ya había entrado una invitación de boda de un amigo, estaba abierta de par en par, como de recochineo, como dejada ahí a propósito; eso se hizo desde dentro, lo tengo claro. Después, empiezo a comprobar que me empezaba a faltar correspondencia bancaria y de algún sitio más. No sé por qué, mi banco se empeñaba a enviarme mensualmente los movimientos de mis cuentas y tarjetas. Vale. Le digo a mi banco que nada de correo físico, sólo online. Y a las demás, les digo lo mismo (factura de luz y gas, por ejemplo).

No hace falta decir que el secreto de las comunicaciones (de cualquier tipo) es un derecho fundamental recogido en la Constitución, y que la sustracción/apertura de correspondencia ajena es un delito grave.

¿Denuncié los hechos? No, evidentemente, porque no tenía pruebas, y porque sabía lo que iba a pasar: auto de sobreseimiento provisional porque, aun siendo delito, no hay autor conocido; en la jerga se llama auto de SP2, que se fabrican a miles en todos los Juzgados de España; raramente se reabren esos procedimientos. Casi lo hago por el mero hecho de coger el auto, hacer las copias que quisiera, y pegarlo a mi buzón. Ése auto puede servir para que, por ejemplo, si tienes asegurada alguna cosa y te la roban (ojo, no si simplemente te lo sustraen, que las aseguradoras tienen más cara que espalda). Por ejemplo, si estás tomándote un café en una terraza, te vas y al momento te das cuenta de que te lo has olvidado en la mesa, no importa que seas velocista olímpico, que cuando vuelves el móvil no estará, y nadie habrá visto nada. Esto último no me ha pasado, pero por experiencia laboral sí, y a bastante gente.

El caso es que sospecho firmemente de un gilipollas que vive arriba (que por cierto, tiene domiciliada una S. L. en su piso), con dos hijos: una adolescente de colegio de pijos (porque son una familia de putos pijos, con dos coches de alta gama), y hijo menor, cuyo nombre me sé a fuerza de oír gritarle constantemente a sus padres; ese hijo tendrá el tan traído trastorno de hiperactividad, o es directamente gilipollas y necesita unas cuantas hostias. El tío además es presidente de la comunidad, y la mujer -antipática como pocas- veo que lo mismo recibe revistas cristianas que correspondencia de ropa de súpermarca, como Gucci, etc.

He vivido en un montón de pisos de alquiler por toda España, incluyendo uno mío, y ha habido vecinos impresentables, con actitudes chulescas y raras, pero no a la altura de donde ahora vivo.

Sé que el hilo va sobre odio entre vecinos. Pero lo que no alcanzo a comprender es ése ánimo delictivo en cuanto llegué.
 
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