¿Y qué hubiese sido de la humanidad sin la bendita turra?
Pues que nos habríamos extinguido, ya que el guapo aburre a la hembra a la larga y a la corta, y el contrahecho, muy necesitadísimo, ha ejercitado alma, inteligencias, sentimientos, humor, y unas habilidades eróticas sin comparación para pastar y ramonear sobre el tan anhelado coño, dejando a su dueña admirada del furor a mayores de bien hallada y mejor corrida. O sea, que diserto acerca de un desparramar genialidad, y porque no le quedaron más cojones al desafortunado que, o destacar entre aparentes gigantes que no raspan el cielo ni de lejos, o morir harto de paja en su insignificancia ante ese capricho con senos, muslos y campiña florida entrambos destos últimos.
¿Genios atractivos y afortunados en el amor? Pocos, o no hay.
Observemos listos y prestos las biografías dellos, las cuales avalan esta docta tesis, puesto que la sabia naturaleza, buscando el equilibrio según siempre profesa, do quita da y do da pone, luego lo mismo que al estupendo entontece, al espantallo espabila.
Discrepo así, y con perdón, con el ánimo del alegre senado nuestro, y también porque ya Ovidio; sacando a colación a este as de amantes como grande argumento de autoridad; en aquellos entonces y dentro de su fabuloso, Arte de amar, ya alababa a la turra como herramienta indispensable en la ciencia de espatarrar a una paisana, amén de, ¡la promesa!, si bien él mismo archihéroe follador llegó a decir algo como, tú prométele lo que sea, que de cumplir, bah, siempre hay tiempo.
Concluyendo pues, la turra alegre e inteligente, artes, poesías, ciencias, filosofías, esoterismos o exoterismos varios, chistes y dichos estudiados mas muy bien acomodados, ajustados a la prudencia del momento, transmutan al esperpento en lo que cualquier sevillana maciza calificaría de, 'ay, qué grasssiossso', o una reseca castellana asimismo lozana pero de húmedo tajo de, 'mira tú, qué majo que es'. Y por el decir, se llega al pensar, y por el pensar, a las obras, y en la obra buena además de virtuosa como lo es un polvo querido, consentido y bien echao, ahí mismo los coros de los ángeles celestiales se regocijan complacidos en la gloria de Dios nuestro señor.
Y ojo, que se habla de turrar, de poderío psíquico, no de pesaos cuya haraposa sapiencia no tiene donde caerse muerta, que solo conocen de su puto coche, cuánto corren y trepan, o los garrafones de agua que ocupan el pantano de su miserable pueblo, la charca más enormísima del mundo mundial. Como tampoco se habla del pedorrerío al uso y de moda, es decir, de las gilipollas de turno siempre en boca del vulgo, y sí de, La Muhé, en Andalucía, La Moza, en Castilla, así como de cualquier jabata como Dios manda donde fuere y en los tiempos que discurrieren.
Tras cientos de miles de documentales tragados, ¿no se ha comprendido al bicho berreando, clamando, persiguiendo a la bicha sin denuedo ni descanso, o lo cual significa, turrando? El macho de la mantis, inclusive, sagaz aguarda a que la asesina religiosa deguste de unos petalillos para hincársela según el caballero ingenioso que es. Etc.
Luego, ¡turra sí!, siempre, pero turra de la buena. Es que hasta el mismo Nietzsche planteaba si había otra cosa en el matrimonio aparte de un poder conversar juntos hasta el fin de los tiempos.
Por consiguiente, nada encachondece tanto a una tía como que le coman la oreja, antes, mientras y después de la sodomía.
Gracias.