Porno Cultura - Fuente Diario Clarin

P0eta

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29 Feb 2004
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FENOMENOS SOCIALES
Porno cultura

La industria de la pornografía está a punto de alcanzar un status respetable. Mueve miles de millones de dólares en el cine. Ocupa millones de páginas de Internet. Tiene canales de televisión propios. Envía imágenes a miles de celulares. Y hasta es recibida en las galerías de arte. ¿Le ha quitado esta aceptación su capacidad de excitar, de perturbar, de indignar? Para algunos analistas, su consumo es hoy "políticamente correcto". Para otros, la pornografía es una forma de violencia y agresión que complace fantasías de dominación y humillación del otro. Aquí, opiniones de especialistas, testimonios y cifras.


PATRICIA KOLESNICOV.


Nochecita cool en el Malba. Un auditorio de jóvenes modernos, muchos de ellos artistas, se ha reunido a ver películas porno. Ah, pero —esto es lo cool— no cualquier porno: se trata de películas anteriores a los 60, filmadas por personas todavía no atravesadas por siliconas y que practican sexo sin acrobacias. Las películas son mudas pero tocan, en vivo, Fernando Kabusacki y Charly García. Hay sexo explícito pero todos tranquilos: esto es un acto cultural.

Cultural, colectivo y respetable: el catálogo del "buen porno" es amplio. A vuelo de pájaro: la editorial Taschen —célebre por sus libros de imágenes de gran calidad— hizo un estilo de publicar imágenes de fotógrafos del porno. El año pasado sacó The history of men''s magazines (Historia de las revistas de hombres), seis tomos con muchas fotos que la bendición del paso del tiempo ha vuelto inofensivas.

En edición lujosa, como para poner debajo de la mesita ratona, apareció también XXX: 30 Porn Star Portraits (XXX: 30 retratos de estrellas porno), un trabajo del fotógrafo Timothy Greenfield-Sanders, con prólogo del crítico Gore Vidal y textos de Salman Rushdie, Lou Reed y John Malkovich. En el portal Amazon.com lo ofrecen, en combo, con Cómo hacer el amor igual que una estrella porno, una autobiografía de Jenna Jameson, la más grande actriz porno en mucho tiempo y —le tocó la megamultiplicación de la era Internet— una industria en sí misma. Todo por 41 dólares, una ganga.

Con unos 60.000 millones de dólares al año para el cine porno y 260 millones de sitios pornográficos en Internet, con canales de cable propios y la promesa de reproducir imágenes y millones a través de los celulares, la pornografía no es hoy un elemento marginal en la cultura.

¿Le ha quitado esta aceptación su capacidad de excitar, de perturbar, de indignar? En el número de diciembre de la revista Punto de Vista, Beatriz Sarlo dice que "La paradoja de lo pornográfico es que deja de serlo en cuanto deja de ser discurso específicamente dedicado al escándalo y destinado a la prohibición. Hoy todo indica que en el campo de la literatura, la pornografía es políticamente correcta y en el mercado audiovisual, una tendencia graciosa y hogareña". Más precisamente: "No hay lugar para la pornografía, salvo que se le niegue un lugar".

Justamente. Si hoy hay pocas cosas más accesibles —por lo menos, en Occidente— que la imagen de un cuerpo desnudo y teatralmente incitante, la pornografía se ha venido diversificando y no todo su contenido es igualmente "hogareño". Una cosa son las bocas abiertas, las penetraciones, los pechos y penes y anos y oralidades varias de Sex.com —un dominio vendido este año por 14 millones de dólares— y otra las escenas que propone el productor/director Max Hardcore: "Vea lindas chicas sodomizadas de las más sucias maneras" o "Vea chicas salpicadas de semen, demasiado estúpidas para hacer algo mejor". Hardcore ofrece precisamente eso, pornografía "hardcore" (dura). En su sitio web, gratis y a un click, se pueden ver fotos y videos de él mismo orinando en las bocas abiertas —a veces, con aparatos— de varias mujeres. En su cuerpo. En su cara. En sus vaginas. En la enciclopedia virtual "Wikipedia" hay más detalles sobre Max Hardcore. Que sus películas muestran sexo anal seguido de sexo oral. Que introduce su pene en las bocas de las mujeres hasta que vomitan, junta el vómito y al final de la película la actriz aparece cubierta de su propio vómito, saliva y semen. Parecidas, aunque algo más "blandas", son las imágenes de la prisión de Abu Ghraib.

No es tan cool.

Puede decirse que Hardcore cuenta con el consentimiento de las mujeres en tanto los soldados estadounidenses practican tortura sobre prisioneros. "La mayoría de las fotos —reflexionó la estadounidense Susan Sontag, mirando hacia Abu Ghraib— parecen parte de una más extensa confluencia entre tortura y pornografía: una mujer joven arrastrando a un hombre desnudo con una correa es la imagen clásica de la dominatrix. Y cabe preguntarse cuánta de la tortura infligida a los internos de Abu Ghraib está inspirada en el vasto repertorio de imágenes pornográficas disponible en Internet".

El sexo como tortura. ¿Y la tortura como sexo? Claro, se supone —hay todo tipo de controversia y algunos testimonios en contrario— que lo de la pornografía es ficción. La violencia de la imagen no varía: es un clásico en el género la insistencia sobre la veracidad de las situaciones, ¿cambiaría su efectividad si todo fuera ficción, si lo de Hardcore fuera té?

Dos autoras feministas clásicas, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, dicen que no hace falta que sea hardcore para que la pornografía sea criticable: "En la pornografía la violencia misma es sexo. La desigualdad es sexo. Sin jerarquías, la pornografía no funciona. Sin desigualdad, sin violación, sin dominio y sin violencia no puede haber excitación sexual", escribía Mac Kinnon en 1984.

En La pornogarfía les sucede a las mujeres (1993), Dworkin describe: "Nuestros labios vaginales son pintados de púrpura para indicarle al consumidor el foco de atención. Nuestros rectos son destacados para que él sepa dónde empujar. Nuestras bocas son usadas y nuestras gargantas sirven para la penetración profunda. Estoy describiendo un proceso de deshumanización, una manera concreta de convertir a alguien en algo. (...) Decimos que las mujeres son convertidas en objetos. Y este objeto lo desea. Ella es el único objeto que dice ''herime''. Un coche no dice ''rompeme''. Pero ella, este objeto, dice ''herime. Y cuanto más me hieras, más me va a gustar''". Dworkin desarrolla su hipótesis: "Cuando decimos que la pornografía cosifica a las mujeres, estamos hablando sobre la sexualización del insulto, de la humillación; insisto: estamos hablando de la sexualización de la crueldad. (...) La pornografía juega un papel importante en que resulten naturales las manera en que se nos degrada y ataca".

"Los estudios más recientes sobre el estado de producción de las llamadas imágenes pornográficas —escribe el filósofo Ruwen Ogien en Pensar la pornografía, que acaba de editarse en la Argentina— indican que las representaciones de actividades sexuales no simuladas como las que se difunden en video o en Internet ya están ofreciendo subgéneros cada vez más provocadores, llamados ''extremos'' (incesto, escatologías, introducción de objetos de tallas monstruosas, concursos de penetraciones, zoofilia, violaciones)".

El filósofo —que entiende que la pornografía no menoscaba la igualdad de las mujeres sino que hasta resulta promotora de nuevas formas de prácticas sexuales femeninas— da cuenta de algunas propuestas de incluir la pornografía corriente en la categoría "erotismo" y dejarle la palabra "pornografía" a estas expresiones.

¿Acaso sexo y violencia no han ido siempre, al menos simbólicamente, de la mano? En su último libro, Perro callejero, el inglés Martin Amis habla de una ciudad dedicada a la producción de películas porno. Allí su personaje, un actor que ocasionalmente va a participar en una, recibe una lección de la evolución del género. "Esta es la forma dominante hoy: el Jodiar", dice la traducción, marcadamente española. "Jodiar" es la palabra que el traductor creó para "Hatefuck" (coger por odio). ¿Alguien se acuerda de aquello de "hacer el amor"?

"Cada renovación del género —agrega Ogien— suaviza la actitud general con respecto a las producciones precedentes, lo cual permite que algunos digan irónicamente que la pornografía de hoy no es más que el erotismo de mañana".

"Hatefuck y hardcore siempre hubo", dice Leo Vieytes, gerente de Programación de los canales Playboy, Venus, Private y G Channel para América latina, España y Portugal. "Y no es predominante: aunque hay muchas así, el predominante es el estándard heterosexual". De todos modos, "estándard" también hay de dos clases: el europeo —"más inclinado al sexo anal"— y el estadounidense —"el común hetero"—. Para él, lo que marca el presente es la calidad de las producciones, que siguieron al crecimiento económico que significó la difusión del video hogareño primero y de Internet después. "En los 80 era sexo puro; en los 90 empezaron las producciones importantes: una versión de Gladiator para adultos, con la misma ropa y en las mismas locaciones, por ejemplo. Se está dejando de hacer la típica en la que el plomero abre la puerta y hay sexo. Las grandes producciones hoy pueden costar de un millón de dólares para arriba".

Vieytes dice que el elemento de identificación pega fuerte: "en Latinoamérica se prefieren las películas nacionales, latinas o europeas. Porque los cuerpos y el estilo de película es diferente. La europea es más natural. Y tienen buenas actuaciones".

—¿Actuaciones?

—Las escenas de sexo están muy bien actuadas. Tienen que tener feeling los actores...

Según Vieytes, hay una tendencia creciente a la legitimación del consumo pornográfico y al consumo en pareja. "Empezamos a producir para la mujer y para la pareja. Y sacamos pequeñas lecciones sobre sexo, varias para mujeres heterosexuales y dos para lesbianas. A diferencia de otros canales, nosotros podemos hablar de cómo mejorar el sexo oral y... mostrarlo". La captación de las mujeres produjo otros cambios: "Hicimos películas que tienen que ver con el amor. Y películas hardcore que tienen que ver con parejas".

Según un estudio hecho en Capital y Gran Buenos Aires en octubre pasado, las mujeres heterosexuales preferían contenidos con cuerpos con los que pudieran identificarse. Y su límite son la violencia y la agresión.

En un artículo publicado en la revista tipoGráfica y reproducido por el sitio web El Interpretador (www.elinterpretador.net), el sociólogo Christian Ferrer piensa en las mujeres de la pornografía: "Un tipo especial de belleza es homenajeado, a su manera, por la pornografía. Es la intimidad despatarrada: las contorsiones imposibles; la mirada lujuriosa o impenetrable; la boca en cuarto creciente desplazando a las demás facciones, la voz enfatizada hacia el ronroneo o la procacidad; las piernas disparadas hacia ángulos inverosímiles; la lengua puesta a hablar por sí misma; la actitud de irónica sumisión o de urgencia hormonal; la sonrisa triunfante o perversa; el pecho ceñido con dos garras; la cola desenfundada sin tapujos; las exclamaciones y jadeos que parecen emitidos por un altavoz vúlvico o anal; el cuerpo arrastrado por el piso; en fin, la derrota del pudor. Es la belleza que florece en los burdeles, la que germina primordialmente desde la parte de ''animalitas'' de la condición humana". ¿Por qué son así estas mujeres? Quizás la respuesta la dé el mismo Ferrer más adelante, cuando postula: "''Onania'' podría ser el nombre de su isla de utopía, donde cada hombre puede afirmar fielmente que una actriz pornográfica es la mujer de sus sueños". Y aun: "La imaginación pornográfica ha sido primordialmente un coto de caza masculino y por lo tanto se extrae de ella más un autorretrato que un casting".

Claro que la pornografía no son solamente hombres sobre mujeres sino muchas mujeres en plena actividad sexual con otras mujeres en la pornografía corriente, y varones acostándose con varones en la pornografía gay. En el estudio hecho para los canales "adultos", las lesbianas consultadas dijeron no sentirse identificadas con las de la pantalla. "Desde su mirada, las escenas de sexo entre mujeres habituales en la pornografía no interpretan la sexualidad lésbica". Algunos motivos: para ellas, su sexualidad es muy romántica y no agresiva; hay muchas mujeres que usan el pelo corto y en general no tienen uñas largas ni cuerpos 90-60-90.

Género aparte con público aparte —un 37 por ciento de los varones heterosexuales rechazó la incorporación de contenidos gays en los canales— el porno gay es visto por Bruce La Bruce, uno de sus directores, como resistencia."En cierto aspecto —dijo en una entrevista— creo que el porno es el último bastión del radicalismo gay. El movimiento gay se volvió tan conformista —casamiento, materialismo, estatus, movilidad social— que resulta aburrido y poco inspirador. Y el porno todavía le da un escalofrío de peligro y aun de criminalidad. El movimiento gay está tratando de desvincularse de sus elementos más extremos para ser aceptable para las masas. Por supuesto, esto no funcionará, como se comprobó en la reacción contra el matrimonio gay en las últimas elecciones en Estados Unidos. Así que el porno es mi manera de recordar que es nuestro carácter de outsiders lo que nos da poder. Me gusta pensar en los homosexuales como parte de la vanguardia y el porno es un lugar donde la energía homosexual todavía se puede manifestar (incluso cuando el 90 por ciento del porno homosexual apesta)".

En el mundo lésbico se dio una discusión similar, con la aparición de pornografía lesbiana. Barbara Smith, una autora británica, entiende que "la pornografía para lesbianas preconiza el goce sexual soberano de la mujer. Adopta imágenes estereotipadas, subvirtiéndolas por completo. Tanto en su intención como en su contexto, a veces con un toque de humor. La pornografía para lesbianas nos retrata al menos tal y como somos: fuertes, sexualmente exigentes y realizadas, activas, pasivas". En su libro La herejía lesbiana, Sheila Jeffreys cree que esto es más de lo mismo: "En la nueva erótica las mujeres pueden elegir entre dos papeles: pueden asumir el lugar de los varones y dejarse excitar por la cosificación, la fetichización y la humillación de las mujeres o pueden adoptar los viejos papeles sumisos, igualmente disponibles en esta erótica".

Con su propia entrega anual de premios —los AVN Awards se dan cada enero en Las Vegas— y su importancia económica, el porno se postula como un género con su propio "Star System". La Bruce detalla: "El porno es un género, como el western o el musical. Tiene sus propias convenciones, sus patrones narrativos, su propia lógica. En realidad, el porno es muy parecido al musical en cuanto a su estructura y a su tono. El porno usa la narración como pretexto para tramar escenarios en los cuales los personajes pueden tener sexo unos con otros, de alguna manera balanceada durante la película. Si se reemplazan las escenas de sexo por números musicales, se obtiene un musical".

Ferrer discute el género y a sus actores: "Pese a las innovaciones temáticas y nuevos recursos técnicos, el género sigue fiel al inicio de la historia del cine: un primer plano exclusivo y casi estático. Es el esplendor de la monotonía". Y además: "La actriz porno —dice— es un esperpento de la estrella de cine, lo que restaría de ella en caso de atravesar una galería de espejos deformantes".

Sin oscurecer por ahora el panorama del cine porno, otra oferta se ha instalado en la red: la "camarita", a través da cual cualquiera puede transformar su cuerpo en mercancía sin salir de casa. El asunto causó algún escozor a fines de diciembre, cuando se conoció el caso de Justin Berry, un adolescente que a los 13 años empezó a buscar amigos en la red con su "webcam" y terminó cobrando por desnudarse, ducharse, masturbarse e incluso por tener relaciones sexuales para un público de más de 1.500 personas que le pagaron durante cinco años cientos de miles de dólares.

No es raro ni siempre es tan autogestivo: hay cientos de páginas que ofrecen ser espectador de espectáculos en vivo por, por ejemplo, 30 euros al mes. Aunque no hay cómo entrar sin pagar, algunos sitios —todo debe ser real— aseguran que se trata de "verdaderos amateurs". La webcam da un paso adelante en el camino del cibersexo: se puede interactuar. Un sitio ofrece "Webcam amateur con chicas muy golfas; míralas y pide lo que quieras", por 2 euros diarios. En su afán por la verosimilitud, el sitio amateursendirecto.com no vacila en mostrar la cruda realidad: "Videochat con Amateurs Latinas dispuestas a todo, amas de casa, estudiantes sin recursos". La página oficial de Jenna Jameson tiene muchas opciones: el chat individual con la chica que se elija cuesta 6 dólares el minuto.

"Crudo. Grosero", ofrecía un sitio. "Sucio", susurran varios, como incitación. Masiva y a un click, la pornografía sigue siendo polémica. Decía Karla, uno de los personajes de Perro Callejero, el libro de Martin Amis: "Pasará algún tiempo aún, pero la pornografía está en auge. La industria, ahora, no hace más que insistir en lo respetable que es. Cada vez que un actor o una actriz porno abre un supermercado, la industria se hace lenguas de lo respetable que es".


COLABORO: MATIAS REPAR.
 
FENOMENOS SOCIALES
Porno cultura

La industria de la pornografía está a punto de alcanzar un status respetable. Mueve miles de millones de dólares en el cine. Ocupa millones de páginas de Internet. Tiene canales de televisión propios. Envía imágenes a miles de celulares. Y hasta es recibida en las galerías de arte. ¿Le ha quitado esta aceptación su capacidad de excitar, de perturbar, de indignar? Para algunos analistas, su consumo es hoy "políticamente correcto". Para otros, la pornografía es una forma de violencia y agresión que complace fantasías de dominación y humillación del otro. Aquí, opiniones de especialistas, testimonios y cifras.


PATRICIA KOLESNICOV.


Nochecita cool en el Malba. Un auditorio de jóvenes modernos, muchos de ellos artistas, se ha reunido a ver películas porno. Ah, pero —esto es lo cool— no cualquier porno: se trata de películas anteriores a los 60, filmadas por personas todavía no atravesadas por siliconas y que practican sexo sin acrobacias. Las películas son mudas pero tocan, en vivo, Fernando Kabusacki y Charly García. Hay sexo explícito pero todos tranquilos: esto es un acto cultural.

Cultural, colectivo y respetable: el catálogo del "buen porno" es amplio. A vuelo de pájaro: la editorial Taschen —célebre por sus libros de imágenes de gran calidad— hizo un estilo de publicar imágenes de fotógrafos del porno. El año pasado sacó The history of men''s magazines (Historia de las revistas de hombres), seis tomos con muchas fotos que la bendición del paso del tiempo ha vuelto inofensivas.

En edición lujosa, como para poner debajo de la mesita ratona, apareció también XXX: 30 Porn Star Portraits (XXX: 30 retratos de estrellas porno), un trabajo del fotógrafo Timothy Greenfield-Sanders, con prólogo del crítico Gore Vidal y textos de Salman Rushdie, Lou Reed y John Malkovich. En el portal Amazon.com lo ofrecen, en combo, con Cómo hacer el amor igual que una estrella porno, una autobiografía de Jenna Jameson, la más grande actriz porno en mucho tiempo y —le tocó la megamultiplicación de la era Internet— una industria en sí misma. Todo por 41 dólares, una ganga.

Con unos 60.000 millones de dólares al año para el cine porno y 260 millones de sitios pornográficos en Internet, con canales de cable propios y la promesa de reproducir imágenes y millones a través de los celulares, la pornografía no es hoy un elemento marginal en la cultura.

¿Le ha quitado esta aceptación su capacidad de excitar, de perturbar, de indignar? En el número de diciembre de la revista Punto de Vista, Beatriz Sarlo dice que "La paradoja de lo pornográfico es que deja de serlo en cuanto deja de ser discurso específicamente dedicado al escándalo y destinado a la prohibición. Hoy todo indica que en el campo de la literatura, la pornografía es políticamente correcta y en el mercado audiovisual, una tendencia graciosa y hogareña". Más precisamente: "No hay lugar para la pornografía, salvo que se le niegue un lugar".

Justamente. Si hoy hay pocas cosas más accesibles —por lo menos, en Occidente— que la imagen de un cuerpo desnudo y teatralmente incitante, la pornografía se ha venido diversificando y no todo su contenido es igualmente "hogareño". Una cosa son las bocas abiertas, las penetraciones, los pechos y penes y anos y oralidades varias de Sex.com —un dominio vendido este año por 14 millones de dólares— y otra las escenas que propone el productor/director Max Hardcore: "Vea lindas chicas sodomizadas de las más sucias maneras" o "Vea chicas salpicadas de semen, demasiado estúpidas para hacer algo mejor". Hardcore ofrece precisamente eso, pornografía "hardcore" (dura). En su sitio web, gratis y a un click, se pueden ver fotos y videos de él mismo orinando en las bocas abiertas —a veces, con aparatos— de varias mujeres. En su cuerpo. En su cara. En sus vaginas. En la enciclopedia virtual "Wikipedia" hay más detalles sobre Max Hardcore. Que sus películas muestran sexo anal seguido de sexo oral. Que introduce su pene en las bocas de las mujeres hasta que vomitan, junta el vómito y al final de la película la actriz aparece cubierta de su propio vómito, saliva y semen. Parecidas, aunque algo más "blandas", son las imágenes de la prisión de Abu Ghraib.

No es tan cool.

Puede decirse que Hardcore cuenta con el consentimiento de las mujeres en tanto los soldados estadounidenses practican tortura sobre prisioneros. "La mayoría de las fotos —reflexionó la estadounidense Susan Sontag, mirando hacia Abu Ghraib— parecen parte de una más extensa confluencia entre tortura y pornografía: una mujer joven arrastrando a un hombre desnudo con una correa es la imagen clásica de la dominatrix. Y cabe preguntarse cuánta de la tortura infligida a los internos de Abu Ghraib está inspirada en el vasto repertorio de imágenes pornográficas disponible en Internet".

El sexo como tortura. ¿Y la tortura como sexo? Claro, se supone —hay todo tipo de controversia y algunos testimonios en contrario— que lo de la pornografía es ficción. La violencia de la imagen no varía: es un clásico en el género la insistencia sobre la veracidad de las situaciones, ¿cambiaría su efectividad si todo fuera ficción, si lo de Hardcore fuera té?

Dos autoras feministas clásicas, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, dicen que no hace falta que sea hardcore para que la pornografía sea criticable: "En la pornografía la violencia misma es sexo. La desigualdad es sexo. Sin jerarquías, la pornografía no funciona. Sin desigualdad, sin violación, sin dominio y sin violencia no puede haber excitación sexual", escribía Mac Kinnon en 1984.

En La pornogarfía les sucede a las mujeres (1993), Dworkin describe: "Nuestros labios vaginales son pintados de púrpura para indicarle al consumidor el foco de atención. Nuestros rectos son destacados para que él sepa dónde empujar. Nuestras bocas son usadas y nuestras gargantas sirven para la penetración profunda. Estoy describiendo un proceso de deshumanización, una manera concreta de convertir a alguien en algo. (...) Decimos que las mujeres son convertidas en objetos. Y este objeto lo desea. Ella es el único objeto que dice ''herime''. Un coche no dice ''rompeme''. Pero ella, este objeto, dice ''herime. Y cuanto más me hieras, más me va a gustar''". Dworkin desarrolla su hipótesis: "Cuando decimos que la pornografía cosifica a las mujeres, estamos hablando sobre la sexualización del insulto, de la humillación; insisto: estamos hablando de la sexualización de la crueldad. (...) La pornografía juega un papel importante en que resulten naturales las manera en que se nos degrada y ataca".

"Los estudios más recientes sobre el estado de producción de las llamadas imágenes pornográficas —escribe el filósofo Ruwen Ogien en Pensar la pornografía, que acaba de editarse en la Argentina— indican que las representaciones de actividades sexuales no simuladas como las que se difunden en video o en Internet ya están ofreciendo subgéneros cada vez más provocadores, llamados ''extremos'' (incesto, escatologías, introducción de objetos de tallas monstruosas, concursos de penetraciones, zoofilia, violaciones)".

El filósofo —que entiende que la pornografía no menoscaba la igualdad de las mujeres sino que hasta resulta promotora de nuevas formas de prácticas sexuales femeninas— da cuenta de algunas propuestas de incluir la pornografía corriente en la categoría "erotismo" y dejarle la palabra "pornografía" a estas expresiones.

¿Acaso sexo y violencia no han ido siempre, al menos simbólicamente, de la mano? En su último libro, Perro callejero, el inglés Martin Amis habla de una ciudad dedicada a la producción de películas porno. Allí su personaje, un actor que ocasionalmente va a participar en una, recibe una lección de la evolución del género. "Esta es la forma dominante hoy: el Jodiar", dice la traducción, marcadamente española. "Jodiar" es la palabra que el traductor creó para "Hatefuck" (coger por odio). ¿Alguien se acuerda de aquello de "hacer el amor"?

"Cada renovación del género —agrega Ogien— suaviza la actitud general con respecto a las producciones precedentes, lo cual permite que algunos digan irónicamente que la pornografía de hoy no es más que el erotismo de mañana".

"Hatefuck y hardcore siempre hubo", dice Leo Vieytes, gerente de Programación de los canales Playboy, Venus, Private y G Channel para América latina, España y Portugal. "Y no es predominante: aunque hay muchas así, el predominante es el estándard heterosexual". De todos modos, "estándard" también hay de dos clases: el europeo —"más inclinado al sexo anal"— y el estadounidense —"el común hetero"—. Para él, lo que marca el presente es la calidad de las producciones, que siguieron al crecimiento económico que significó la difusión del video hogareño primero y de Internet después. "En los 80 era sexo puro; en los 90 empezaron las producciones importantes: una versión de Gladiator para adultos, con la misma ropa y en las mismas locaciones, por ejemplo. Se está dejando de hacer la típica en la que el plomero abre la puerta y hay sexo. Las grandes producciones hoy pueden costar de un millón de dólares para arriba".

Vieytes dice que el elemento de identificación pega fuerte: "en Latinoamérica se prefieren las películas nacionales, latinas o europeas. Porque los cuerpos y el estilo de película es diferente. La europea es más natural. Y tienen buenas actuaciones".

—¿Actuaciones?

—Las escenas de sexo están muy bien actuadas. Tienen que tener feeling los actores...

Según Vieytes, hay una tendencia creciente a la legitimación del consumo pornográfico y al consumo en pareja. "Empezamos a producir para la mujer y para la pareja. Y sacamos pequeñas lecciones sobre sexo, varias para mujeres heterosexuales y dos para lesbianas. A diferencia de otros canales, nosotros podemos hablar de cómo mejorar el sexo oral y... mostrarlo". La captación de las mujeres produjo otros cambios: "Hicimos películas que tienen que ver con el amor. Y películas hardcore que tienen que ver con parejas".

Según un estudio hecho en Capital y Gran Buenos Aires en octubre pasado, las mujeres heterosexuales preferían contenidos con cuerpos con los que pudieran identificarse. Y su límite son la violencia y la agresión.

En un artículo publicado en la revista tipoGráfica y reproducido por el sitio web El Interpretador (www.elinterpretador.net), el sociólogo Christian Ferrer piensa en las mujeres de la pornografía: "Un tipo especial de belleza es homenajeado, a su manera, por la pornografía. Es la intimidad despatarrada: las contorsiones imposibles; la mirada lujuriosa o impenetrable; la boca en cuarto creciente desplazando a las demás facciones, la voz enfatizada hacia el ronroneo o la procacidad; las piernas disparadas hacia ángulos inverosímiles; la lengua puesta a hablar por sí misma; la actitud de irónica sumisión o de urgencia hormonal; la sonrisa triunfante o perversa; el pecho ceñido con dos garras; la cola desenfundada sin tapujos; las exclamaciones y jadeos que parecen emitidos por un altavoz vúlvico o anal; el cuerpo arrastrado por el piso; en fin, la derrota del pudor. Es la belleza que florece en los burdeles, la que germina primordialmente desde la parte de ''animalitas'' de la condición humana". ¿Por qué son así estas mujeres? Quizás la respuesta la dé el mismo Ferrer más adelante, cuando postula: "''Onania'' podría ser el nombre de su isla de utopía, donde cada hombre puede afirmar fielmente que una actriz pornográfica es la mujer de sus sueños". Y aun: "La imaginación pornográfica ha sido primordialmente un coto de caza masculino y por lo tanto se extrae de ella más un autorretrato que un casting".

Claro que la pornografía no son solamente hombres sobre mujeres sino muchas mujeres en plena actividad sexual con otras mujeres en la pornografía corriente, y varones acostándose con varones en la pornografía gay. En el estudio hecho para los canales "adultos", las lesbianas consultadas dijeron no sentirse identificadas con las de la pantalla. "Desde su mirada, las escenas de sexo entre mujeres habituales en la pornografía no interpretan la sexualidad lésbica". Algunos motivos: para ellas, su sexualidad es muy romántica y no agresiva; hay muchas mujeres que usan el pelo corto y en general no tienen uñas largas ni cuerpos 90-60-90.

Género aparte con público aparte —un 37 por ciento de los varones heterosexuales rechazó la incorporación de contenidos gays en los canales— el porno gay es visto por Bruce La Bruce, uno de sus directores, como resistencia."En cierto aspecto —dijo en una entrevista— creo que el porno es el último bastión del radicalismo gay. El movimiento gay se volvió tan conformista —casamiento, materialismo, estatus, movilidad social— que resulta aburrido y poco inspirador. Y el porno todavía le da un escalofrío de peligro y aun de criminalidad. El movimiento gay está tratando de desvincularse de sus elementos más extremos para ser aceptable para las masas. Por supuesto, esto no funcionará, como se comprobó en la reacción contra el matrimonio gay en las últimas elecciones en Estados Unidos. Así que el porno es mi manera de recordar que es nuestro carácter de outsiders lo que nos da poder. Me gusta pensar en los homosexuales como parte de la vanguardia y el porno es un lugar donde la energía homosexual todavía se puede manifestar (incluso cuando el 90 por ciento del porno homosexual apesta)".

En el mundo lésbico se dio una discusión similar, con la aparición de pornografía lesbiana. Barbara Smith, una autora británica, entiende que "la pornografía para lesbianas preconiza el goce sexual soberano de la mujer. Adopta imágenes estereotipadas, subvirtiéndolas por completo. Tanto en su intención como en su contexto, a veces con un toque de humor. La pornografía para lesbianas nos retrata al menos tal y como somos: fuertes, sexualmente exigentes y realizadas, activas, pasivas". En su libro La herejía lesbiana, Sheila Jeffreys cree que esto es más de lo mismo: "En la nueva erótica las mujeres pueden elegir entre dos papeles: pueden asumir el lugar de los varones y dejarse excitar por la cosificación, la fetichización y la humillación de las mujeres o pueden adoptar los viejos papeles sumisos, igualmente disponibles en esta erótica".

Con su propia entrega anual de premios —los AVN Awards se dan cada enero en Las Vegas— y su importancia económica, el porno se postula como un género con su propio "Star System". La Bruce detalla: "El porno es un género, como el western o el musical. Tiene sus propias convenciones, sus patrones narrativos, su propia lógica. En realidad, el porno es muy parecido al musical en cuanto a su estructura y a su tono. El porno usa la narración como pretexto para tramar escenarios en los cuales los personajes pueden tener sexo unos con otros, de alguna manera balanceada durante la película. Si se reemplazan las escenas de sexo por números musicales, se obtiene un musical".

Ferrer discute el género y a sus actores: "Pese a las innovaciones temáticas y nuevos recursos técnicos, el género sigue fiel al inicio de la historia del cine: un primer plano exclusivo y casi estático. Es el esplendor de la monotonía". Y además: "La actriz porno —dice— es un esperpento de la estrella de cine, lo que restaría de ella en caso de atravesar una galería de espejos deformantes".

Sin oscurecer por ahora el panorama del cine porno, otra oferta se ha instalado en la red: la "camarita", a través da cual cualquiera puede transformar su cuerpo en mercancía sin salir de casa. El asunto causó algún escozor a fines de diciembre, cuando se conoció el caso de Justin Berry, un adolescente que a los 13 años empezó a buscar amigos en la red con su "webcam" y terminó cobrando por desnudarse, ducharse, masturbarse e incluso por tener relaciones sexuales para un público de más de 1.500 personas que le pagaron durante cinco años cientos de miles de dólares.

No es raro ni siempre es tan autogestivo: hay cientos de páginas que ofrecen ser espectador de espectáculos en vivo por, por ejemplo, 30 euros al mes. Aunque no hay cómo entrar sin pagar, algunos sitios —todo debe ser real— aseguran que se trata de "verdaderos amateurs". La webcam da un paso adelante en el camino del cibersexo: se puede interactuar. Un sitio ofrece "Webcam amateur con chicas muy golfas; míralas y pide lo que quieras", por 2 euros diarios. En su afán por la verosimilitud, el sitio amateursendirecto.com no vacila en mostrar la cruda realidad: "Videochat con Amateurs Latinas dispuestas a todo, amas de casa, estudiantes sin recursos". La página oficial de Jenna Jameson tiene muchas opciones: el chat individual con la chica que se elija cuesta 6 dólares el minuto.

"Crudo. Grosero", ofrecía un sitio. "Sucio", susurran varios, como incitación. Masiva y a un click, la pornografía sigue siendo polémica. Decía Karla, uno de los personajes de Perro Callejero, el libro de Martin Amis: "Pasará algún tiempo aún, pero la pornografía está en auge. La industria, ahora, no hace más que insistir en lo respetable que es. Cada vez que un actor o una actriz porno abre un supermercado, la industria se hace lenguas de lo respetable que es".


COLABORO: MATIAS REPAR.
 
como se enrollan los argentinos.... uf que ladrillo
 
como se enrollan los argentinos.... uf que ladrillo
 
Quien lo lea entero que lo diga que se merece un premio, yo ni he empezado.
 
Quien lo lea entero que lo diga que se merece un premio, yo ni he empezado.
 
Cuando quiero de durar mas, trato de recordar este articulo filosofal sobre el porno.

Disculpen el pedazo de articulo, me parecio bueno postearles ese enfoque aqui.

A mi forma de ser ya no deberia ser tan analizado, en Dinamarca de los 70 ya hacian esos cuestionamientos.

Aqui en Argentina recien se comenzo a ver una tanga por TV en una publicidad de Televisores ( ITACHI - que bien se te ve ) en el año 1983 justo cuando empezaba la democracia y todo el mundo estaba horrorizado de aquel culo en pantalla. 23 años despues ya es cualquier cosa gracias a Dios.

Saludos a todos.
 
no hagais ruido...

thebissleep.jpg
 
CyRaNo rebuznó:
Cuando quiero de durar mas, trato de recordar este articulo filosofal sobre el porno.

Disculpen el pedazo de articulo, me parecio bueno postearles ese enfoque aqui.

A mi forma de ser ya no deberia ser tan analizado, en Dinamarca de los 70 ya hacian esos cuestionamientos.

Aqui en Argentina recien se comenzo a ver una tanga por TV en una publicidad de Televisores ( ITACHI - que bien se te ve ) en el año 1983 justo cuando empezaba la democracia y todo el mundo estaba horrorizado de aquel culo en pantalla. 23 años despues ya es cualquier cosa gracias a Dios.

Saludos a todos.
Es curioso que el primer tanga en tv se viera el año en que naci yo. Seré el mesias?
 
A ver si cojo vacaciones y me lo leo.
 
Mu güeno.

La visión feminista de la pornografía no deja de asombrarme, cada vez ganan más terreno. Terminarán venciendo (sin convencer), supongo, pero espero ya no estar en este mundo para comprobarlo (si no es así me moriré igual, pero de aburrimiento, un mundo sin porno no me interesa nada).
 
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