cuellopavo
Frikazo
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Esto hilo se me ocurrió por este tema
Somos concebidos; nacemos; crecemos; vamos a la escuela; recibimos formación, ideas, estructura mental; seguimos una ruta que alguien nos predeterminó; buscamos pareja; nos reproducimos; desarrollamos a nuestra descendencia de manera casi idéntica a la que se aplicó con nosotros; envejecemos; morimos.
Pocos, muy pocos de nosotros, tenemos la capacidad de preguntarnos: “¿De qué se trata este tubo llamado “vida”, en el que alguien nos mete sin mayores explicaciones?”
Somos criaturas sensoriales. Pertenecemos a un universo que no conocemos (para nada), pero nuestros escasos sentidosa penas nos permiten ubicarnos en él y sobrevivir.
Creemos que entendemos el universo: una mezcla de percepciones sensoriales, de creencias y religiones, nos dotan de una arrogancia absurda. No tenemos la menor idea de quiénes somos, de lo que se trata este universo.
Simplemente deambulamos, preocupados por la supervivencia del día a día, sin siquiera entender qué significa “día”, ni las implicaciones de fondo del concepto “supervivencia”. Algunos seres más conscientes que nosotros, han desarrollado modelos mucho más probables –no necesariamente ciertos- de lo que es la vida.
Tenemos el caso de los autores de la película Matrix: una excelente hipótesis de nuestra existencia programada por seres superiores a nosotros que nos deja en calidad de marionetas cibernéticas. ¿Por qué no?
Otra excelente teoría, la de la “física cuántica”, destruye por completo nuestra capacidad de percepción del universo, dejándonos en categoría de microseres limitadísimos en cuanto a la interpretación de la realidad. Nada demuestra que la vida no sea así.
¿Qué es el alma? ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué es la vida? ¿Qué somos? ¿Para qué estamos aquí?
Dejemos las religiones para los niños. Somos adultos. Enfrentémonos a estas preguntas.
¿Sabías que...?
Esto NO ES ciencia ficción sino ciencia a secas.
Tras leer al científico Lewis Thomas* en su librito «Las vidas de la célula» me invade un cierto complejo acompañado por una visión más realista de mí mismo.
Resulta que se puede argumentar fundadamente nuestra INexistencia como entidades. No estamos formados, como antes se supuso, por sucesivas versiones mejoradas de nuestras propias partes. Somos compartidos, ocupados y alquilados. En el interior de nuestras células se encuentran las mitocondrias que producen la energía oxidativa para que ellas funcionen, permitiéndonos así continuar nuestra vida cotidiana y, sin embargo, en un sentido estricto, no nos pertenecen.
Las mitocondrias son seres distintos, descendientes de procariotas migratorios, probablemente bacterias primitivas que penetraron en los antepasados de nuestras células y quedaron allí como ocupantes coloniales. Desde entonces se han mantenido independientes, conservando su individualidad y sus costumbres, duplicándose a su manera con sus propios ADN y ARN, diferentes de los nuestros. Esta relación es tan simbiótica que sin ellas seríamos incapaces de mover un músculo o pensar.
Las mitocondrias son «inquilinos» estables y responsables, dignos de confianza. Pero, ¿qué se sabe de esos otros pequeños animales que también viven en mis células regulando su adaptación y balance y manteniéndome como una unidad funcional?
Mis centriolos, cuerpos basales, y probablemente otros varios pequeños elementos de mis células, me son completamente extraños, conteniendo su propia información genética, y sin embargo me son tan esenciales como el pulgón en el hormiguero. Repentinamente, mis células ya no tienen esa ascendencia pura (menos mal que Hitler no llegó a saberlo) que yo imaginaba sino que parecen un complicado sistema ecológico.
Me gusta -me gustaría- pensar que mis inquilinos trabajan en mi favor, que cada respiración es para mí, pero quizá sean ellos los que pasean por el parque a la mañana, oyendo mi música, pensando mis pensamientos o? acostándose con mi chica.
Me consuela pensar que las plantas están en el mismo aprieto. No podrían ser plantas, ni siquiera verdes, sin sus cloroplastos que manejan la fotosíntesis y producen oxígeno para nosotros. Resulta que los cloroplastos también son seres separados, con su propia información genética y su sistema de comunicación.
¿No os da esto en qué pensar?
*) Lewis Thomas fue entre otras cosas presidente del Memorial Sloan Kettering Cáncer Center de Nueva York y miembro de la Academia Nacional de Ciencias
Esto NO ES ciencia ficción sino ciencia a secas.
Tras leer al científico Lewis Thomas* en su librito «Las vidas de la célula» me invade un cierto complejo acompañado por una visión más realista de mí mismo.
Resulta que se puede argumentar fundadamente nuestra INexistencia como entidades. No estamos formados, como antes se supuso, por sucesivas versiones mejoradas de nuestras propias partes. Somos compartidos, ocupados y alquilados. En el interior de nuestras células se encuentran las mitocondrias que producen la energía oxidativa para que ellas funcionen, permitiéndonos así continuar nuestra vida cotidiana y, sin embargo, en un sentido estricto, no nos pertenecen.
Las mitocondrias son seres distintos, descendientes de procariotas migratorios, probablemente bacterias primitivas que penetraron en los antepasados de nuestras células y quedaron allí como ocupantes coloniales. Desde entonces se han mantenido independientes, conservando su individualidad y sus costumbres, duplicándose a su manera con sus propios ADN y ARN, diferentes de los nuestros. Esta relación es tan simbiótica que sin ellas seríamos incapaces de mover un músculo o pensar.
Las mitocondrias son «inquilinos» estables y responsables, dignos de confianza. Pero, ¿qué se sabe de esos otros pequeños animales que también viven en mis células regulando su adaptación y balance y manteniéndome como una unidad funcional?
Mis centriolos, cuerpos basales, y probablemente otros varios pequeños elementos de mis células, me son completamente extraños, conteniendo su propia información genética, y sin embargo me son tan esenciales como el pulgón en el hormiguero. Repentinamente, mis células ya no tienen esa ascendencia pura (menos mal que Hitler no llegó a saberlo) que yo imaginaba sino que parecen un complicado sistema ecológico.
Me gusta -me gustaría- pensar que mis inquilinos trabajan en mi favor, que cada respiración es para mí, pero quizá sean ellos los que pasean por el parque a la mañana, oyendo mi música, pensando mis pensamientos o? acostándose con mi chica.
Me consuela pensar que las plantas están en el mismo aprieto. No podrían ser plantas, ni siquiera verdes, sin sus cloroplastos que manejan la fotosíntesis y producen oxígeno para nosotros. Resulta que los cloroplastos también son seres separados, con su propia información genética y su sistema de comunicación.
¿No os da esto en qué pensar?
*) Lewis Thomas fue entre otras cosas presidente del Memorial Sloan Kettering Cáncer Center de Nueva York y miembro de la Academia Nacional de Ciencias
Somos concebidos; nacemos; crecemos; vamos a la escuela; recibimos formación, ideas, estructura mental; seguimos una ruta que alguien nos predeterminó; buscamos pareja; nos reproducimos; desarrollamos a nuestra descendencia de manera casi idéntica a la que se aplicó con nosotros; envejecemos; morimos.
Pocos, muy pocos de nosotros, tenemos la capacidad de preguntarnos: “¿De qué se trata este tubo llamado “vida”, en el que alguien nos mete sin mayores explicaciones?”
Somos criaturas sensoriales. Pertenecemos a un universo que no conocemos (para nada), pero nuestros escasos sentidosa penas nos permiten ubicarnos en él y sobrevivir.
Creemos que entendemos el universo: una mezcla de percepciones sensoriales, de creencias y religiones, nos dotan de una arrogancia absurda. No tenemos la menor idea de quiénes somos, de lo que se trata este universo.
Simplemente deambulamos, preocupados por la supervivencia del día a día, sin siquiera entender qué significa “día”, ni las implicaciones de fondo del concepto “supervivencia”. Algunos seres más conscientes que nosotros, han desarrollado modelos mucho más probables –no necesariamente ciertos- de lo que es la vida.
Tenemos el caso de los autores de la película Matrix: una excelente hipótesis de nuestra existencia programada por seres superiores a nosotros que nos deja en calidad de marionetas cibernéticas. ¿Por qué no?
Otra excelente teoría, la de la “física cuántica”, destruye por completo nuestra capacidad de percepción del universo, dejándonos en categoría de microseres limitadísimos en cuanto a la interpretación de la realidad. Nada demuestra que la vida no sea así.
¿Qué es el alma? ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué es la vida? ¿Qué somos? ¿Para qué estamos aquí?
Dejemos las religiones para los niños. Somos adultos. Enfrentémonos a estas preguntas.