SpiderJerusalem
Forero del todo a cien
- Registro
- 23 Abr 2009
- Mensajes
- 219
- Reacciones
- 0
Va, una historia, a ver si se convierte en un buen hilo y no aburre demasiado:
Pues hace seis días, el jueves pasado, salí con un español de la ciudad polaca donde vivo que vive en una residencia de estudiantes (él lleva ya tiempo aquí, es un tipo mayor un poco tarado) para conocer a los nuevos Erasmus y tal. Una fiesta y a volar, parecía. Unas cervezas, algún que otro chupito de vodka, las risas de rigor y para casa. Pero en el sitio ese conocí a una chica (oh, Spider, otra vez; ya estamos). Una estudiante turca que estaba también en esa residencia y que se iba justo hoy (esto es un poco spoiler, claro). Allí nos quedamos la tipa y yo hablando. Horas. Nunca me veréis haciendo el ridículo en una pista de baile. Hablando como no he hablado con nadie desde hace muchísimo. Hablar de hacerme olvidar cualquier mierda que haya tenido todo este año en la cabeza (que, por culpa de ex, rencillas, rencores y heridas mal cerradas, ha sido bastante).
Como la fiesta se desmadró un poco y era tarde y era Polonia y hacía frío y la residencia está en un barrio poco recomendable, le dije que se viniera a casa con mi amigo y otra amiga, y beber allí y fumar y escuchar música increíble y dormir y tal. Subimos los cuatro (los otros se fueron a no sé dónde después de un par de horas) y esta y yo nos quedamos en la cama, hablando y fumando y escuchando música toda la puta noche. Esa noche ni follamos ni falta que hacía. Trescientos millones de besos y caricias y mariconadas así. Y hablar. Y olvidar que el día anterior estaba hecho un triste, y que llevaba así un año casi.
Esa noche-madrugada, hicimos el pacto de que cinco días eran nada, una mierda, pero que había un montón de horas ahí, y que era momento de aprovecharlas. Pues así fue, básicamente. Se vino a mi casa al siguiente día, y el resto de días quedamos e hicimos una vida que yo pensaba que no existía ya: estar feliz con alguien porque sí, y pasear y reír y hacer el mongolo juntos y gritar y beber y comer y todas esas cosas. Horas y horas.
Pero claro, las horas se iban acabando, y hoy ya no quedaban muchas, y lo mismo. Todo el día juntos, luego a su residencia a preparar las maletas y todo eso. Y esperar el momento de mierda en el que su colega la lleva a Varsovia a coger el avión.
Y mientras tanto, estos días, cuando nos dábamos cuenta de qué cojones nos estaba pasando pero no teníamos cojones de decírnoslo, planteábamos hipótesis y cosas. Qué coño hacemos ahora. Cuando tú te vayas a tres mil kilómetros, zorra. A la puta Ankara, nada menos.
Anoche me dijo que me necesitaba, y varias cosas de esas de sentirse orgulloso; de saberte admirado por alguien que disfruta una barbaridad contigo. Que quién le iba a coger de la mano ahora y blablabla. Cosas de estas que, vistas desde fuera, te hacen sentirte un poco maricón. Y esta mañana comiendo pizza cuatro quesos me dijo que me encontrará. Que ahora se va, pero que en el futuro me encontrará, aunque sea dentro de cinco años (esto es una exageración, obviamente. Nadie espera tanto tiempo, ni yo ni ella ni nadie).
Pero claro, es una tía genial, aunque hayan sido sólo cinco días. Y no es encoñamiento -no hay lugar para eso- y el tiempo pasará, y conocerá a otros y yo a otras, pero las ganas de no nos faltan. El pensar "y si...?" está ahí.
Quedará entonces el recuerdo, el idilio. Lo que fue durante un tiempo y nunca más volverá a pasar. Con otras, sí. Pero de otra manera, en otras ciudades y con otros lunares en otras partes del cuerpo.
El hilo pues, básicamente, es para que describáis, si es que ha existido algo así en vuestras vidas, contéis y detalléis, estas historias. Estas historias de tías que llegan de pronto a tu vida, que hacen algo (robarle la paga a Cachondo Mental no cuenta), te cambian la forma de ver las cosas y desaparecen. O se quedan. O desapareces tú.
La historia de esa tía por la que te hiciste mil kilómetros en coche; no para mendigar amor y algo de -mal- sexo, si no porque no había otra opción, porque querías hacerlo.
Esas hijas de puta que no se cargan una relación porque no hay relación que acabar, porque no ha dado tiempo ni a empezarla siquiera. Y las recordaréis con una sonrisa de puta madre, aunque sean mujeres y aunque esto sea Putalocura.
Pues hace seis días, el jueves pasado, salí con un español de la ciudad polaca donde vivo que vive en una residencia de estudiantes (él lleva ya tiempo aquí, es un tipo mayor un poco tarado) para conocer a los nuevos Erasmus y tal. Una fiesta y a volar, parecía. Unas cervezas, algún que otro chupito de vodka, las risas de rigor y para casa. Pero en el sitio ese conocí a una chica (oh, Spider, otra vez; ya estamos). Una estudiante turca que estaba también en esa residencia y que se iba justo hoy (esto es un poco spoiler, claro). Allí nos quedamos la tipa y yo hablando. Horas. Nunca me veréis haciendo el ridículo en una pista de baile. Hablando como no he hablado con nadie desde hace muchísimo. Hablar de hacerme olvidar cualquier mierda que haya tenido todo este año en la cabeza (que, por culpa de ex, rencillas, rencores y heridas mal cerradas, ha sido bastante).
Como la fiesta se desmadró un poco y era tarde y era Polonia y hacía frío y la residencia está en un barrio poco recomendable, le dije que se viniera a casa con mi amigo y otra amiga, y beber allí y fumar y escuchar música increíble y dormir y tal. Subimos los cuatro (los otros se fueron a no sé dónde después de un par de horas) y esta y yo nos quedamos en la cama, hablando y fumando y escuchando música toda la puta noche. Esa noche ni follamos ni falta que hacía. Trescientos millones de besos y caricias y mariconadas así. Y hablar. Y olvidar que el día anterior estaba hecho un triste, y que llevaba así un año casi.
Esa noche-madrugada, hicimos el pacto de que cinco días eran nada, una mierda, pero que había un montón de horas ahí, y que era momento de aprovecharlas. Pues así fue, básicamente. Se vino a mi casa al siguiente día, y el resto de días quedamos e hicimos una vida que yo pensaba que no existía ya: estar feliz con alguien porque sí, y pasear y reír y hacer el mongolo juntos y gritar y beber y comer y todas esas cosas. Horas y horas.
Pero claro, las horas se iban acabando, y hoy ya no quedaban muchas, y lo mismo. Todo el día juntos, luego a su residencia a preparar las maletas y todo eso. Y esperar el momento de mierda en el que su colega la lleva a Varsovia a coger el avión.
Y mientras tanto, estos días, cuando nos dábamos cuenta de qué cojones nos estaba pasando pero no teníamos cojones de decírnoslo, planteábamos hipótesis y cosas. Qué coño hacemos ahora. Cuando tú te vayas a tres mil kilómetros, zorra. A la puta Ankara, nada menos.
Anoche me dijo que me necesitaba, y varias cosas de esas de sentirse orgulloso; de saberte admirado por alguien que disfruta una barbaridad contigo. Que quién le iba a coger de la mano ahora y blablabla. Cosas de estas que, vistas desde fuera, te hacen sentirte un poco maricón. Y esta mañana comiendo pizza cuatro quesos me dijo que me encontrará. Que ahora se va, pero que en el futuro me encontrará, aunque sea dentro de cinco años (esto es una exageración, obviamente. Nadie espera tanto tiempo, ni yo ni ella ni nadie).
Pero claro, es una tía genial, aunque hayan sido sólo cinco días. Y no es encoñamiento -no hay lugar para eso- y el tiempo pasará, y conocerá a otros y yo a otras, pero las ganas de no nos faltan. El pensar "y si...?" está ahí.
Quedará entonces el recuerdo, el idilio. Lo que fue durante un tiempo y nunca más volverá a pasar. Con otras, sí. Pero de otra manera, en otras ciudades y con otros lunares en otras partes del cuerpo.
El hilo pues, básicamente, es para que describáis, si es que ha existido algo así en vuestras vidas, contéis y detalléis, estas historias. Estas historias de tías que llegan de pronto a tu vida, que hacen algo (robarle la paga a Cachondo Mental no cuenta), te cambian la forma de ver las cosas y desaparecen. O se quedan. O desapareces tú.
La historia de esa tía por la que te hiciste mil kilómetros en coche; no para mendigar amor y algo de -mal- sexo, si no porque no había otra opción, porque querías hacerlo.
Esas hijas de puta que no se cargan una relación porque no hay relación que acabar, porque no ha dado tiempo ni a empezarla siquiera. Y las recordaréis con una sonrisa de puta madre, aunque sean mujeres y aunque esto sea Putalocura.