RUTKOWSKY
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Ayer leí en La Verdad de Murcia un articulo muy curioso en dos vertientes, por un lado de quien lo escribe, y por otro lo que dice: estoy totalmente de acuerdo, creo que es bastante completo y me gustaría compartirlo:
La opinión es vuestra.
Saludetes.
J. L Mazón Costa rebuznó:Según el diccionario de la Academia, corrupción significa: «En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores». Luego toda utilización del poder público a favor de sus propios gestores es un acto de corrupción. De acuerdo a ese concepto las instituciones públicas españolas constituyen, según yo las veo, una especie de gran basurero de la corrupción porque es difícil, empezando por las más altas instancias, encontrar a los que en un momento o como trayectoria vital no han usado el poder público bajo su mando en su propio provecho de cualquier índole. Pero me dejo la pecata minuta y me voy por algunos ejemplos de altos vuelos.
Que Zapatero nombrase a Carlos Dívar presidente del Poder Judicial suplantando la voluntad de los vocales elegidos por el parlamento para realizar dicha decisión, es un claro acto de corrupción. Según mi punto de vista es también un acto delictivo, aunque la Sala Civil del Supremo, bien orientada hacía el interés del más fuerte en este asunto, dijo que era un caso de decisiones políticas nos fiscalizables ante la Justicia, como si los mandatos de la Constitución no fueran reglas jurídicas no infringibles.
Que la presidenta del Constitucional preparase allá por julio de 2006 un anteproyecto de ley para alargarse el mandato varios años por encima de los nueve años de duración máxima, y luego tirara del Estatuto Catalán como si fuera Penélope esperando la llegada de Ulises, constituye otro acto de corrupción inconstitucional. Doña María Emilia, que así se llama como es sabido, está enganchada totalmente al poder del bombo y el boato y le resulta durísimo, por no decir insoportable, volver a la cátedra de la dura realidad cotidiana abandonada hace más de 12 años. Por su falta de libertad ha puesto el poder público al servicio de sus conveniencias personales y de grupo político al que sirve, denigrando el sistema institucional.
Que los vocales del Consejo Judicial elegido por cada tribu política (PP o PSOE) no obren con independencia de criterio y se sujeten a la disciplina de sus jefes (Rajoy o Zapatero) constituye otro acto de corrupción.
Que los magistrados del Constitucional nombrados de análogo modo, actúen de la misma forma, con lealtad al partido que los nombró y no al cargo que deben de cumplir, es otra forma de corrupción.
Que tres presidentes de Gobierno, González, Aznar y Zapatero, hayan ordenado sucesivamente a la Fiscalía General que protejan al súper banquero Emilio Botín en el proceso de las cesiones de crédito (un caso de libro de delitos de falsificación, delito fiscal y fraude) para que resulte exonerado usando a la Fiscalía como órgano servil de sus intereses, es otro acto de corrupción que en un Estado de Derecho real y no aparente habría implicado la inhabilitación absoluta de estos tres altos funcionarios por 20 años para el ejercicio de funciones públicas.
Que un juez sea del grado que sea, anteponga su capricho personal a la eficacia de la ley y el derecho constituye un acto de cotidiana corrupción.
Que los magistrados del Constitucional hayan inadmitido el 95% de los casos de amparo a lo largo de muchísimos años (y la situación continua) sólo porque a ellos les gusta vivir cómodamente trabajando lo mínimo, retorciendo el caso para presentarlo como vano o sin contenido, constituyen actos de corrupción que de haber Derecho y un poder judicial independiente al cien por cien habría acabado con la trayectoria de esos jueces constitucionales de praxis inconstitucionales.
Que un pueblo no castigue con sus votos a los políticos que practican la corrupción denota que es un pueblo enfermo también él de corrupción porque no sólo es corrupto el que se beneficia de la corrupción, sino el que la propicia aunque sea sin sacar tajada de ella, que es el caso del necio 'in extremis', el elector alucinado que no sabiendo dónde tiene la mano derecha sigue votando a grupos que practican la corrupción, llevando con su temeraria conducta a la sociedad al suicidio moral.
Pero no bien que por mal no venga y quién sabe, a lo mejor es necesario un hundimiento de todo para que algo renovado nazca del desastre.
La opinión es vuestra.
Saludetes.