Neutral Malvado
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A ver, a todos nos inquieta que nuestra novia no sea virgen y que se haya follado a otros antes que a nosotros. El tema de los celos retrospectivos ya se ha tratado varias veces en el foro, así que no voy a ir por ahí. Lo que me preocupa ahora es la naturaleza intrínseca de los COÑOS. Sí, los coños, esos orificios voraces que engullen pollas sin piedad. Tened en cuenta que muchos de los miedos masculinos tienen que ver con el temor a la naturaleza profunda y salvaje de los coños. Veámoslo con imágenes:

(click para ver)
¿Un coñito percutible, verdad? Seguro que muchos ya estáis babeando ante la sola idea de poder tocar, lamer y penetrar un coño como éste. Pues bien, veamos qué ocurre a continuación:
Voilà. Una polla ajena penetrándolo. ¿Os suena la historia? Efectivamente, se os han vuelto a adelantar. Esto sucede porque el poseedor de la polla (en este caso, el actor o director porno) tiene dinero para pagar el chochito, de manera que la zorrita entiende que el poseedor de la polla es un macho de alto rango que merece el usufructo de su vagina. Además, se observa que la polla es harto grande y que aun así, el coño se la traga hasta las pelotas. Un coño nunca se conforma con la mitad de un pene de alto rango, sino que se lo traga entero. Cómo el coñito de una pettite de 1,50 m puede engullir una tranca de 20 cm es un misterio de la física que pocos alcanzan a comprender. Pero no nos desviemos del tema:
Los coños son hendiduras que anhelan ser usadas por los miembros masculinos más valiosos de la sociedad. Y, naturalmente, el dinero es el elemento que mejor representa esa noción de valor social. Es como si el chochito dijera: "Dinero, ven a mí, quiero engullirte", o dicho de otro modo: "Valor social, métete dentro de mí". Aparentemente, el coño engulle la polla del macho, pero lo que realmente sucede en un plano simbólico es que el coño está engullendo el valor social del macho, o dicho de manera más cruda; está engullendo al propio macho. Podríamos definir el coño, desde una perspectiva metafísica, como el órgano sexual que engulle a sujetos masculinos bien situados en el plano socioeconómico. Algunos llaman a esto la "teoría de la mantis religiosa vaginal".
Para explicar hasta qué punto los coños desean engullir entidades de alto valor social, podemos poner el ejemplo de los tampones. Patentados en 1931 por el Doctor Hass, cuando la empresa Tampax los empezó a comercializar, muchos se rieron del invento y dijeron que las mujeres no los aceptarían nunca por aquello de que son objetos fálicos e intrusivos que la moralidad femenina consideraba indecentes. Sin embargo, el aparato de propaganda de la sociedad de consumo ha conseguido, con el transcurso de los años, ir inoculando en la dúctil mente femenina la idea de que los tampones son símbolo de liberación y feminidad. Ahora todas usan tampones porque la publicidad les dice que eso está bien. Anuncios como éste...
...que explotan el temor de los machos a ser feminizados por el poder fálico de un tampón y ensalzan el poder femenino vinculado a la posesión de un pene de celulosa, han conseguido que las mujeres relacionen dicho adminículo con la liberación sexual y la supremacía femenina. El mensaje está claro: Nosotras tenemos un objeto fálico dentro de nuestra vagina, un objeto sacralizado por los medios de comunicación y los anuncios de Isabel Coixet, ergo nosotras tenemos el poder y, si vosotros intentáis meteros nuestro fetiche menstrual por el culete, os convertís en nenitas indefensas dignas de mofa y escarnio. En otras palabras; la superioridad femenina nace de la posesión vaginal de un objeto fálico sin necesidad de que intervenga la ridícula pilila del macho.
Pero hay otra lectura: El tampón simboliza la sociedad. El tampón es un objeto inventado por la maquinaria industrial y la sociedad de consumo, y el hecho de que las mujeres se lo metan en la vagina significa que las vaginas han sido penetradas por la sociedad de consumo. Las vaginas, por tanto, son conductos aptos para ser usados por la sociedad y abiertos a la intrusión de cualquier producto de consumo que se publicite de forma persistente a través de los mass media. Da igual que el producto anunciado sea un tampón o la serie "Sin tetas no hay paraíso". Tanto si es un tampón como si es la polla de "El Duque", ellas lo quieren en su coño. El lema de las féminas contemporáneas parece ser: "Lo que sale por la tele lo quiero en mi chumino".
Concluyendo, que la manera en que las mujeres se meten tampones por el coño nos puede ayudar a comprender por qué los chochos son tan penetrables hoy en día (por machos bien situados en el plano socioeconómico, se entiende), así como la razón por la que es tan sumamente difícil encontrar a una hembra virgen en la actualidad. Nunca en la historia de la humanidad los coños habían estado tan abiertos al uso y disfrute de la sociedad. Y lo peor de todo es que a ellas les encanta ser usadas.
Para saber más:
Mujeres compresa versus mujeres tampón, hedonismo feminazi y predisposición biológica a ser usadas
Aprovecho para preguntaros una cosa:
¿Os dan asco los tampones? ¿Creéis que son un poco guarras por usarlos? ¿Chuparíais el tampón sanguinolento de una hembra atractiva?

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¿Un coñito percutible, verdad? Seguro que muchos ya estáis babeando ante la sola idea de poder tocar, lamer y penetrar un coño como éste. Pues bien, veamos qué ocurre a continuación:

Voilà. Una polla ajena penetrándolo. ¿Os suena la historia? Efectivamente, se os han vuelto a adelantar. Esto sucede porque el poseedor de la polla (en este caso, el actor o director porno) tiene dinero para pagar el chochito, de manera que la zorrita entiende que el poseedor de la polla es un macho de alto rango que merece el usufructo de su vagina. Además, se observa que la polla es harto grande y que aun así, el coño se la traga hasta las pelotas. Un coño nunca se conforma con la mitad de un pene de alto rango, sino que se lo traga entero. Cómo el coñito de una pettite de 1,50 m puede engullir una tranca de 20 cm es un misterio de la física que pocos alcanzan a comprender. Pero no nos desviemos del tema:
Los coños son hendiduras que anhelan ser usadas por los miembros masculinos más valiosos de la sociedad. Y, naturalmente, el dinero es el elemento que mejor representa esa noción de valor social. Es como si el chochito dijera: "Dinero, ven a mí, quiero engullirte", o dicho de otro modo: "Valor social, métete dentro de mí". Aparentemente, el coño engulle la polla del macho, pero lo que realmente sucede en un plano simbólico es que el coño está engullendo el valor social del macho, o dicho de manera más cruda; está engullendo al propio macho. Podríamos definir el coño, desde una perspectiva metafísica, como el órgano sexual que engulle a sujetos masculinos bien situados en el plano socioeconómico. Algunos llaman a esto la "teoría de la mantis religiosa vaginal".
Para explicar hasta qué punto los coños desean engullir entidades de alto valor social, podemos poner el ejemplo de los tampones. Patentados en 1931 por el Doctor Hass, cuando la empresa Tampax los empezó a comercializar, muchos se rieron del invento y dijeron que las mujeres no los aceptarían nunca por aquello de que son objetos fálicos e intrusivos que la moralidad femenina consideraba indecentes. Sin embargo, el aparato de propaganda de la sociedad de consumo ha conseguido, con el transcurso de los años, ir inoculando en la dúctil mente femenina la idea de que los tampones son símbolo de liberación y feminidad. Ahora todas usan tampones porque la publicidad les dice que eso está bien. Anuncios como éste...
...que explotan el temor de los machos a ser feminizados por el poder fálico de un tampón y ensalzan el poder femenino vinculado a la posesión de un pene de celulosa, han conseguido que las mujeres relacionen dicho adminículo con la liberación sexual y la supremacía femenina. El mensaje está claro: Nosotras tenemos un objeto fálico dentro de nuestra vagina, un objeto sacralizado por los medios de comunicación y los anuncios de Isabel Coixet, ergo nosotras tenemos el poder y, si vosotros intentáis meteros nuestro fetiche menstrual por el culete, os convertís en nenitas indefensas dignas de mofa y escarnio. En otras palabras; la superioridad femenina nace de la posesión vaginal de un objeto fálico sin necesidad de que intervenga la ridícula pilila del macho.
Pero hay otra lectura: El tampón simboliza la sociedad. El tampón es un objeto inventado por la maquinaria industrial y la sociedad de consumo, y el hecho de que las mujeres se lo metan en la vagina significa que las vaginas han sido penetradas por la sociedad de consumo. Las vaginas, por tanto, son conductos aptos para ser usados por la sociedad y abiertos a la intrusión de cualquier producto de consumo que se publicite de forma persistente a través de los mass media. Da igual que el producto anunciado sea un tampón o la serie "Sin tetas no hay paraíso". Tanto si es un tampón como si es la polla de "El Duque", ellas lo quieren en su coño. El lema de las féminas contemporáneas parece ser: "Lo que sale por la tele lo quiero en mi chumino".
Concluyendo, que la manera en que las mujeres se meten tampones por el coño nos puede ayudar a comprender por qué los chochos son tan penetrables hoy en día (por machos bien situados en el plano socioeconómico, se entiende), así como la razón por la que es tan sumamente difícil encontrar a una hembra virgen en la actualidad. Nunca en la historia de la humanidad los coños habían estado tan abiertos al uso y disfrute de la sociedad. Y lo peor de todo es que a ellas les encanta ser usadas.
Para saber más:
Mujeres compresa versus mujeres tampón, hedonismo feminazi y predisposición biológica a ser usadas
Aprovecho para preguntaros una cosa:
¿Os dan asco los tampones? ¿Creéis que son un poco guarras por usarlos? ¿Chuparíais el tampón sanguinolento de una hembra atractiva?