¿Qué fue del antiguo dueño de su viegha que apareció por ahí blandiendo su título de propiedad e intentando echarlo a ustec?
Créame que me alegra verlo tan feliz, felicidad que en gran medida transluce el subdesarrollo de las relaciones humanas en nuestro mierdapaís, cuando basta una señora lejos de sus mejores años y unas caminatas fotografiando alimentos envasados y mini autos ridículos para alcanzar el Nirvana. Que le dure y el retorno le sea leve.
Houellebecq decía que para una japonesa acostarse con un extranjero equivale casi a zoofilia. ¿Ha notado si Lady Dragón se avergüenza en público de ustec?
El Takeshi de mierda aceptó, tras 15 días de dormir en el coche en las afueras de Nagasaki, que nones.
A Lady Dragón la conozco desde que yo tenía 21 y ella 31. Ahora tenemos 18 años más. No la conocí ayer.
Me conformo con poco: comer, beber, leer, echar cuatro fotos... Lo mismo hago allá donde vaya. Soy un robot programado para eso. Otros, pues tenderán al running, al shopping o al cruising, en
Madriz o en
Benidor.
En España tiendo más al vicio y a la alienación multimodal, pero a mi regreso, pretendo cambiar algunas cosas: menos bares, menos tele y menos quedar con gente que me aburre.
Lady Dragón no se avergüenza de servidor en público. Otra cosa son los estruendosos cuescos con los que amenizo, en ocasiones, las veladas. Siempre con comentarios del director.
El regreso, siempre duro cuando uno disfruta, será más duro, puesto que tengo entendido que el paisanaje anda raro, irritable y algo tocado del ala, bien por la crisis, o por un confinamiento aderezado con toneladas de crispación política. Raro el día en que no leo sobre
precipitados 
en los periódicos.
Edito: Normalmente, salvo honrosas excepciones, a las españolas no las trago tampoco, pero no me recreo en los porqués. Ya sabemos todos cómo se las gastan, qué exigen y qué ofrecen.