Black Adder
Plagiador de mierda
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La sinceridad es la cualidad de decir aquello que se piensa realmente. Sin filtros, sin ambajes. Pero la línea que separa la sinceridad de la impertinencia es muy fina.
Busco en google imágenes "ruben_clv" para ilustrar el post, y el cuarto resultado es este:
No sé yo.
En una reunión de antiguos alumnos, después de muchos años sin verse, ya nada es como era. El tiempo ha pasado y no en vano: el feo es todavía más feo, la rubia imponente es una teñida decadente, la gordita es gorda sin sufijos y el melenas ahora es calvo. Muy calvo.
Todo el mundo ve los defectos de los demás. Son evidentes. Pero existe una especie de ley no escrita en esos eventos, un consenso tácito, que establece que no se trate el tema. Que sea ignorado. Todo el mundo lo piensa, pero nadie lo dice. O casi nadie. El gracioso de la clase llega, el último, al acto de reencuentro, y hace gala de su sinceridad:
-"Hostias, estás más feo que nunca! Eres más feo que pegar a un padre con su padre sudado!"
-"Joder niña, mira al suelo, que te han caído... las tetas! Te daría un abrazo, pero estás tan gorda que no creo que mis brazos te abarquen entera!"
Para rematar su entrada triunfal, el lenguaraz se dirije al chaval humilde de cabeza desnuda, que ahora modera PL, y lo saluda con una colleja en la nuca. El resto de compañeros se sienten incómodos y empiezan a lanzarle claras señales indirectas para que ceda, para que no continúe con la siguiente víctima de su mordaz comicidad, pero no surjen efecto:
-"Hostias, menuda calva! Si me veo reflejado en ella! Si puedo leer el futuro! No tienes un pelo de tonto, eh?"
El bufón de la promoción sólo detiene su exhibición de chistes cuando observa una lágrima brotando del ojo del alopécico, que no lo es porque sí: tiene cáncer. Su falta de cabello proviene de la desgracia de un potente tratamiento químico. Ha dejado aparcados los complejos en casa, pero el gracioso los recoje y los usa para crear una lanza puntiaguda con la que perforar la fina capa de frágil autoestima con la que envuelve su dignidad. Lo que debía ser una noche de sonrisas se convierte en una noche de llantos. La fiesta termina antes de empezar. El simpático se despide del enfermo con un "no me podrás mirar nunca más a la cara". Y le da la razón, no podrá... porque sólo le queda un día de vida. Y no va a pasarlo con él. Y menos después de "eso". Cada vez que abre la boca es para estropear aún más la situación. La sinceridad...
Nosotros nunca te olvidaremos. Descansa en paz.
Busco en google imágenes "ruben_clv" para ilustrar el post, y el cuarto resultado es este:
No sé yo.
En una reunión de antiguos alumnos, después de muchos años sin verse, ya nada es como era. El tiempo ha pasado y no en vano: el feo es todavía más feo, la rubia imponente es una teñida decadente, la gordita es gorda sin sufijos y el melenas ahora es calvo. Muy calvo.
Todo el mundo ve los defectos de los demás. Son evidentes. Pero existe una especie de ley no escrita en esos eventos, un consenso tácito, que establece que no se trate el tema. Que sea ignorado. Todo el mundo lo piensa, pero nadie lo dice. O casi nadie. El gracioso de la clase llega, el último, al acto de reencuentro, y hace gala de su sinceridad:
-"Hostias, estás más feo que nunca! Eres más feo que pegar a un padre con su padre sudado!"
-"Joder niña, mira al suelo, que te han caído... las tetas! Te daría un abrazo, pero estás tan gorda que no creo que mis brazos te abarquen entera!"
Para rematar su entrada triunfal, el lenguaraz se dirije al chaval humilde de cabeza desnuda, que ahora modera PL, y lo saluda con una colleja en la nuca. El resto de compañeros se sienten incómodos y empiezan a lanzarle claras señales indirectas para que ceda, para que no continúe con la siguiente víctima de su mordaz comicidad, pero no surjen efecto:
-"Hostias, menuda calva! Si me veo reflejado en ella! Si puedo leer el futuro! No tienes un pelo de tonto, eh?"
El bufón de la promoción sólo detiene su exhibición de chistes cuando observa una lágrima brotando del ojo del alopécico, que no lo es porque sí: tiene cáncer. Su falta de cabello proviene de la desgracia de un potente tratamiento químico. Ha dejado aparcados los complejos en casa, pero el gracioso los recoje y los usa para crear una lanza puntiaguda con la que perforar la fina capa de frágil autoestima con la que envuelve su dignidad. Lo que debía ser una noche de sonrisas se convierte en una noche de llantos. La fiesta termina antes de empezar. El simpático se despide del enfermo con un "no me podrás mirar nunca más a la cara". Y le da la razón, no podrá... porque sólo le queda un día de vida. Y no va a pasarlo con él. Y menos después de "eso". Cada vez que abre la boca es para estropear aún más la situación. La sinceridad...
Nosotros nunca te olvidaremos. Descansa en paz.